Carola Chávez
Les voy a contar la historia de Susana Griso, una periodista catalana cuyo tema favorito hasta hace pocos días, era Venezzzuela, así con su zeta bien pronunciada. Susana conduce un programa de mucha audiencia en Antena 3, un canal de tele española que, también, hasta hace pocos días, parecía que quedaba en Caracas.
Espejo Público se llama el programa de Susana, donde a diario desfilaban «expertos» en política venezolana como Bertín Osborne, Carlos Baute, Albert Rivera (panita de Lilian, you know) y otros expertos en democracia como el papá de Leopoldo López, que logró sacarle lágrimas de cocodrilo a uno de los panelistas del programa, compañero de Susana en su cruzada antichavista.
Susana, con esmero, colaboró en la construcción del relato heroico de una sociedad civil angelical que se oponía a una feroz dictadura represora en Venezuela, muy a pesar de las imágenes que mostraban las hordas de encapuchados disparando morteros contra las fuerzas de orden público, muy a pesar de los muertos, la enorme mayoría víctimas de la violencia opositora, muy a pesar de la verdad, Susana y su equipo narraban que la pobre Venezuela era un infierno tal, que no habría un solo español con alma que no justificara el asesinato de Maduro y de todos los chavistas, culpables absolutos del infierno que Susana les narraba.
Así Susana se prestó para maquillar al golpismo venezolano como lucha libertaria, y las agresiones a la Guardia Nacional y a la policía como valiente hartazgo de la gente que exige democracia, y el acoso y los escraches a chavistas, como derecho de la gente decente a expresar su descontento, y las calles bloqueadas por barricadas, como métodos alternativos de lucha, y los asaltos a bases militares, como manifestaciones pacíficas, y los encapuchados, como estudiantes luchadores. Recuerdo la cobertura que le dieron del plebiscito opositor, que no sale en nuestra constitución, por cierto, y aunque Susana lo sabía, insistió en pintarlo como un acto legal y democrático, contraponiéndolo a la ilegalidad de la constituyente, que sí está en nuestra constitución, por cierto, y Susana también lo sabía.
Sabía Susana que atizaba una guerra civil en Venezuela, porque Susana no es idiota y sabe bien lo que hace, pero eso no le importaba. A ella le importa ser la presentadora de un programa de alta audiencia en esa España donde la mayoría no sabe lo que es un buen puesto de empleo.
El caso es que Susana, allá arriba en la gloria de la fama y la fortuna, no imaginó que los conflictos que atizaba podrían estallarle en la cara. Susana, catalana no independentista, presentadora de un programa gobiernero, intenta desmontar al aire todo lo que aseguró que era bueno y democrático para Venezuela, ahora es malo, malo, malo y golpista para España.
A Susana, catalana, nacida en Barcelona, le toca envenenar un nuevo conflicto, que es lo que mejor sabe hacer, pero no uno lejano, entre sudacas bananeros, que por ella, da igual que se maten. Ahora, su gente está en medio, está su vida, la de sus hijos. Ahora Susana estalla en el aire, en vivo y directo y reclama a la Guardia Civil su actuación represiva y, sin poder contener las lágrimas, regaña a los políticos catalanes, impulsores de lo que llama un golpe de estado, diciéndoles: “no se puede tensionar así a la sociedad”. Susana, la que defendía y celebraba la tensión de cuatro meses de violencia antichavista para derrocar a Maduro, mira tú…
Susana teme al enfrentamiento entre su gente, por pensar distinto, por no saber conciliar diferencias. Susana teme para ella y los suyos lo que intentaba atizar como liberación y democracia para los venezolanos. Susana, pobrecita, pide sensatez para su tierra. Para nosotros alimentó la locura. Susana, allá en su nube, jamás pensó que los vientos que se dedica a sembrar podrían devolvérsele convertidos en tormenta. Susana retorciéndose entre la intoxicación mediática de la que es promotora y el descrédito de verse descubierta por su gente, que no ve en la pantalla la realidad de sus calles.
Susana, otro peón de los poderosos que, creyéndose poderosa, se enreda en la telaraña. Bien hecho plátano hecho, podría decir diría si fuera una chavista maluca… ¡Ay, lo dije!
Chavista maluca y todo, para Susana, para todos los catalanes, deseo que sepan superar la intoxicación mediática y logren resolver sus asuntos en paz.
Tomado del PSUV.