Tanques alemanes en llamas anuncian principio del fin de hegemonía occidental

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Los soldaditos de la guerra de la información esperaban la contraofensiva ucraniana para relamerse. Era una ofensiva muy esperada. El presidente Biden para asegurar su reelección, los medios de comunicación para vender su ensalada y los periodistas soñando con ganar el premio Pulitzer o pasar a la historia del periodismo junto a Jack London. Pero la pequeña fábrica de mentiras me recuerda más bien un proverbio argelino que dice algo así: deja al mentiroso parlotear y acompáñalo hasta la puerta de su casa, donde tropezará con la verdad. He aquí el comienzo de la contraofensiva impuesta por Biden y revelada por Putin para gran disgusto de Zelensky, que había impuesto el silencio para guardar el secreto y sorprender al enemigo. Imponer silencio después de haber inundado el paisaje con innumerables detalles de la contraofensiva que iba a liberar los territorios convertidos en rusos.

Esta inflación mediática es, al parecer, una innovación de la guerra moderna. Los “expertos” y otros periodistas explican que los ejércitos modernos utilizan las técnicas de su tiempo. Así que enterremos las viejas lunas del arte de la guerra de Sun Tzu y saludemos al arte adulterado de la sociedad del espectáculo, brillantemente analizado por Guy Debord. Así, los Leopard alemanes y los Bradley estadounidenses devorados por el fuego en las estepas de Ucrania (que ya habían acogido a las tropas nazis en los años 40), deprimieron a “nuestros” periodistas que buscaban a los autores que les habían engañado sobre las capacidades del ejército ruso.

Señores plumíferos, los autores de estas mentiras y mascaradas sois vosotros mismos, que habéis aceptado actuar como enlaces de los servicios de inteligencia de Nueva York y Londres. Como no estáis sobre el terreno, custodiado por ejércitos que luchan por proteger los secretos de los lugares y del personal, os tomáis al pie de la letra los análisis de los citados servicios de inteligencia. Ausente del terreno e ignorante de las lecciones de la historia militar y del arte de la guerra, usted mira con ojos de Chimène (*) al ejército ucraniano, un ejército moderno e inventivo, a diferencia de los “paletos” rusos, mal dirigidos por oficiales incompetentes. Pero muchos oyentes y telespectadores saben que tu cólera y tus mentiras proceden del Ejército Rojo, que liberó los campos de concentración antes de plantar la bandera soviética en la cancillería del Tercer Reich. Hasta aquí la guerra de información ya perdida en Bajmut, ciudad calificada sucesivamente de estratégica, de valor político, simbólica y, finalmente, de picadora de tropas rusas, sin mencionar nunca que fue el general ruso Sorovikin el autor de la trampa en la que cayó Zelensky en Bajmut.

Veamos ahora el aspecto político-diplomático occidental. Esta estrategia se basaba en borrar los hechos de las disputas históricas o en burdas mentiras. Se puede hacer tragar a una gran parte de la opinión pública estas trituraciones y manipulaciones de hechos tozudos, pero no alrededor de una mesa a la que asisten los mejores miembros del aparato estatal de los países enfrentados. Veamos, en cambio, el discurso que alimenta la guerra de la información. La siguiente escena vista en televisión da una idea de las contradicciones y nos habla del callejón sin salida en el que se debaten los treinta países de la OTAN/Unión Europea. Además de los intereses de cada país, que son producto de la historia y la geopolítica y que no puedo tratar en este artículo, me limitaré a los “valores” y la visión de las cosas que comparten los países en cuestión. La escena vista en televisión resume bastante bien la relación de Occidente con el tiempo y con otros mundos que no están imbuidos de los “valores” a los que fueron sometidos durante el apogeo de la colonización. Así que, mientras veía la escena en cuestión, estaba, como suele decirse, bebiendo suero frente al televisor. Un experto militar presentaba un panorama sombrío de la contraofensiva ucraniana, cortada de raíz a principios de junio. Inmediatamente le contradijo un “experto” en geopolítica sentado a su lado. Putin, dijo el geopolítico, “ha estado en una mala posición militar desde el comienzo de la guerra”. En cualquier caso, insistió, las ganancias territoriales de Rusia no cuentan para nada en la nueva “gramática” (el esnobismo de un experto inseguro de su “ciencia”) de las realidades geopolíticas del mundo actual.

Descifrada, su “ingeniosa” visión de las cosas significa que las victorias militares sobre el terreno han perdido su relevancia, porque lo que cuenta hoy en día es el derecho internacional, que es la clave de cualquier negociación. Es tan ridículo e irrisorio que no tiene sentido detenerse en estas observaciones, que enmascaran el pánico que empieza a cundir entre estos “expertos”, paralizados ante la visión de los Leopard alemanes ardiendo en las estepas de Ucrania. Esta especie de pretensión de querer someter la realidad a los propios deseos inventando “conceptos y nociones” falsos que, según este “experto” geopolítico, acabarán imponiéndose a todo el mundo. Ah, ese tan preciado derecho internacional, ¿a qué espera para aplicarlo en Palestina, en el Sáhara Occidental, para evacuar bases militares en países para proteger y pagar a señores feudales que hacen el trabajo sucio contra su propio pueblo? La verdad es que a Occidente le atormenta la angustia porque, a través de la chatarra de los tanques en llamas, podemos ver la línea de puntos que anuncia el principio del fin de la hegemonía occidental. Si Ucrania no logra recuperar sus territorios perdidos, significará el colapso del ejército que comenzó en Bajmut. Por otro lado, Rusia puede retirarse y ceder partes de su territorio, como en Jerson, pero no abandonará el campo de batalla. La guerra está ahí, y seguirá ahí hasta que se cumplan los objetivos de Rusia.

Esto es lo que se desprende del discurso de los dirigentes rusos. Antes de examinar las realidades políticas y militares que sustentan a los dos ejércitos enfrentados, unas palabras sobre la contraofensiva que los ucranianos no son capaces de nombrar con precisión. Y nombrar mal las cosas prefigura sorpresas desagradables, como nos recuerda la frase de Albert Camus: nombrar mal las cosas es añadir infelicidad al mundo. En los enfrentamientos actuales, asistimos a la Berezina (**) de la propaganda ucraniana, que comenzó con el anuncio, hace meses, de una contraofensiva. Una contraofensiva que se ha ido retrasando de semana en semana, y que yo he bautizado como “arlesiana”. Con los combates actuales y el fracaso del ejército ucraniano, que pierde hombres y material, asistimos a la misma historia de siempre. Se nos dice que la contraofensiva aún no ha comenzado y que los combates actuales son una prueba para encontrar la brecha por la que se precipitará un ejército victorioso. Ayer también nos dijeron que el aplazamiento de la contraofensiva era necesario. Estaban esperando el armamento occidental, bombardeando la retaguardia enemiga, etc.

En realidad, la cacofonía que reinaba ayer y hoy no es más que una muestra del caos que tiene su origen en la carnicería de Bajmut. De hecho, la sangría de las tropas en Bajmut, la solidez de las defensas rusas y la formidable artillería y aviación rusas han apagado el ardor del estado mayor ucraniano. En realidad, la actual ofensiva se ha lanzado bajo la presión de Estados Unidos, que quiere una victoria ucraniana como pago por los materiales y dólares que ha vertido en Ucrania. Al fin y al cabo, los ucranianos están atados de pies y manos a Occidente, tanto en lo que respecta a las armas como a los dólares que les permiten importar y compensar así la caída del 30 por cien de la producción nacional. Si a esto se añaden los entre 10 y 12 millones de ucranianos que han emigrado a Europa y Rusia, es fácil darse cuenta de la dependencia del país respecto a Estados Unidos y Europa. Para hacer olvidar esta dependencia y la fragilidad de la sociedad ucraniana y del ejército ucraniano, querían convencer al público de que las guerras modernas se ganan en el campo de la comunicación, es decir, la propaganda. El espectáculo de fanáticos, “expertos” de institutos políticos, generales y “destacados” columnistas de los medios de comunicación desmayándose ante el genio del ex comediante Zelensky es triste. Pero la realidad es siempre más poderosa que la fantasía. Ya vimos el fracaso de la propaganda sobre los reveses de esta contraofensiva, que causó miles de muertos entre los soldados ucranianos. Ante la impotencia de la propaganda, Zalujny, el jefe del Estado Mayor ucraniano, que no había aparecido en público desde principios de mayo, salió de su guarida. Emitió un escueto comunicado: “La contraofensiva ha sido lanzada, estamos avanzando”. La inesperada salida de Zalujny significa que el “genial” Zelensky ha perdido credibilidad a fuerza de ocupar el escenario mediático día y noche, ya sea para lloriquear o para suplicar ayuda a sus aliados.

El destino de los dos ejércitos en la contraofensiva. Una guerra tiene su propia dinámica, que puede verse alterada por multitud de factores geopolíticos o simplemente por contratiempos que influyen en la estrategia general. En lo que respecta a la guerra de Ucrania, conocemos a las dos partes, su poder, sus alianzas y el resultado de 15 meses de combates. Lo sabemos más o menos con exactitud, pero prestamos menos atención a factores como su relación con el tiempo y la profundidad estratégica de su territorio. La experiencia de 15 meses de guerra nos habla de su estrategia militar y de sus posturas estratégicas y tácticas, ya sean defensivas, de ataque, de ocupación del terreno o de agotamiento de sus fuerzas combatientes. A la vista de todos estos datos, parece que Ucrania tiene pocas posibilidades de reforzar el equilibrio de fuerzas que le permita entablar negociaciones. Dadas las pérdidas en Bajmut, que van a aumentar con la actual contraofensiva, hay muchas posibilidades de que el ejército esté al borde del colapso, a menos que se tome a tiempo una decisión política para detener los combates y retirar el ejército.

En cuanto al ejército ruso, mejor equipado y más numeroso, puede resistir los ataques del enemigo. Tanto más cuanto que ha tenido tiempo de construir sólidas líneas defensivas. Aunque pierda terreno, no se tambaleará porque su pensamiento estratégico le “ordena” sacrificar terreno para proteger su capital de combate, que es decisivo en el resultado de la guerra.

Tal y como están las cosas, Occidente no está preparado ni dispuesto a ir a la guerra para “salvar” a Ucrania. Ha renunciado a recuperar todos los territorios conquistados por Rusia. Tranquilizará a Ucrania reconstruyendo el país y ofreciendo garantías de seguridad. Pero desde luego no instalando armas nucleares en las fronteras rusas.

Cuando se leen seriamente los discursos del Presidente ruso, los medios de comunicación de pacotilla ya lo ven como víctima de un golpe de Estado y a los autores del golpe entregándolo a la justicia internacional. ¿Cómo pueden esos charlatanes ganar una guerra, si no es en sus sueños infantiles? Hablando más en serio, Rusia tiene activos militares y económicos y relaciones con países cuyo PIB pesa mucho. Como Rusia no tiene prisa, dispone de mucho tiempo. Tiempo que sus adversarios no tienen y, por desgracia, no pueden comprar.

Ali Akika https://www.algeriepatriotique.com/2023/06/18/ces-leopard-allemands-en-flammes-qui-accueillent-larlesienne-a-bakhmout/

(*) Chimène (Jimena) es un personaje teatral inspirado en el Cantar del Mio Cid y la tragedia del dramaturgo francés Corneille.

(**) Berezina es la batalla definitiva en la que las tropas napoleónicas fueron aniquiladas por el ejército ruso en 1812.

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