Tras fracasar Plan A, Colombia se convirtió en Plan B

Misión Verdad

Casi nueve meses de esfuerzos poco exitosos por el cambio de régimen en Venezuela han desgastado la maquinaria del golpe. Es necesario buscar oxígeno en el atajo más confiable.

La (mala) idea que inició todo

Esta situación de agotamiento se debe, en buena medida, a una estrategia inicial planificada con base a errores de cálculo: según los halcones que dominan la rama ejecutiva y de política exterior del Imperio, el nombramiento de Juan Guaidó el 23 de enero sería un revulsivo para la violencia y la guerra país adentro.

En paralelo, la presión económica y diplomática mediante sanciones generaría condiciones favorables para la fractura de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) y cristalizar un golpe contra el presidente Nicolás Maduro.

En enero, la Casa Blanca veía este giro político en Venezuela como una cuestión de trámite. Incluso no habría que utilizar la fuerza militar directa, aunque fuese necesario insinuarlo como una posibilidad real para generar terror en el chavismo. A corto plazo, la empresa funcionaría bien por la poca inversión que requería.

Bajo ese esquema, lanzaron al mercado de la opinión pública un producto de márketing hecho a la medida del momento. El desconocido diputado Juan Guaidó, un muchacho de origen humilde que, extraído de las canteras del partido Voluntad Popular, y que por su «juventud», «valentía» y tanto dinero invertido en publicidad, lograría finalmente socavar la base social-popular del chavismo, unificaría a una oposición con divisiones endémicas y convencería a la FANB de derrocar a Maduro y entregarle el poder a él.

Guaidó fue en sí mismo esa operación psicológica que dio inicio a otro intento de cambio de régimen.

Luego, vendría lo que ya es de conocimiento público. Guaidó esperaba la orientación en cada paso a tomar, escenificando ante las cámaras y redes sociales su liderazgo por delegación, mientras los planificadores de la Casa Blanca asumían la gerencia efectiva de cada aspecto estratégico del golpe.

En un revelador orden de prioridades, y con rapidez, configuraron institucionalmente el saqueo y secuestro de los activos nacionales como Citgo en los Estados Unidos y Monómeros en Colombia, entre otros.

Luego avanzaron en profundizar el bloqueo total de transacciones de la República Bolivariana en el sistema financiero internacional (incluyendo las relacionadas a medicinas y a los productos de las cajas CLAP), combinando el aislamiento comercial del país con el asedio diplomático, en un intento de otorgarle legitimidad internacional al gobierno fake de Guaidó.

Sumado a esto, Rusia y China reducirían sus apoyos a Caracas al ver a John Bolton, Mike Pompeo y Mike Pence encabezar una maniobra geopolítica de gran calado. Desde esa perspectiva, la Orden Ejecutiva N° 13884 del 5 de agosto, la cual legaliza el embargo integral a la economía venezolana, busca extender a China, Rusia, Turquía e India los costos de las sanciones contra Venezuela. Una forma de penalizar la alianza multipolar de estos países.

El plan fracasó, pero las sanciones continúan haciendo daño

A grandes rasgos, los halcones se jugaron todo en una sola carta. Un artículo de Michael J. Camilleri para la revista Foreign Affairs retrata las consecuencias de esa decisión:

«Estados Unidos continúa insistiendo en sus demandas, apostando a que la presión máxima -aislamiento diplomático, intensificación de las sanciones y amenazas de fuerza militar- eventualmente derribará a Maduro, a pesar de su fracaso hasta el momento».

El resultado de esto, advierte el autor, «es una política desarticulada, con socios estadounidenses confundidos por la estrategia de Trump, y Guaidó sorprendido por algunas de las medidas de la administración».

Un artículo publicado en Latin Trade profundiza en estas consideraciones. El texto, firmado por Cynthia Arnson, apunta que las sanciones generan daños económicos a Venezuela, potenciando, entre otras cosas, su flujo migratorio hacia los países vecinos, quienes se han enfrentado a las restricciones administrativas de la Casa Blanca para sus programas de «ayuda» externa.

«Aplastar una economía venezolana ya moribunda a través de nuevas sanciones y restringir la asistencia a los vecinos de Venezuela es lo suficientemente perjudicial para los intereses nacionales de Estados Unidos», señala Arnson para ilustrar cómo la Administración Trump no tiene una política para contener los graves efectos que generan sus medidas de presión económica.

Casi nueve meses del punto de inflexión que generó el reconocimiento de Guaidó, las perspectivas de que la situación evolucione de acuerdo a los criterios iniciales son poco alentadoras para la Casa Blanca.

El aislamiento diplomático se debilita

Un reportaje recientemente publicado en Bloomberg, firmado por Samy Adghirni, recoge un conjunto de datos, detalles y opiniones con respecto a la interrupción forzada de las relaciones internacionales del país en el momento más álgido del golpe.

Según el medio financiero estadounidense, hay síntomas de reversión en la situación de aislamiento diplomático impuesto desde Washington.

El autor afirma que los países de la Unión Europea y América Latina que apoyaron el «impulso» de Guaidó, ahora se ven en la obligación de retomar contactos con el gobierno legítimo de Venezuela.

Una reunión entre el presidente de PDVSA y el Primer Ministro de Curazao, la renovación de credenciales diplomáticas de Brasil y otros movimientos poco visibles a la opinión pública, son interpretados por Bloomberg como un estancamiento en los apoyos fronteras afuera de Guaidó.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *