Trump se finge amigo de Putin para alejarlo de China

 

Tadeo Categlione | Noticias PIA

* Es la estrategia angloamericana para dividir a Rusia y China. La oferta de un acuerdo de paz con Occidente y el levantamiento de las ya más de 20 mil sanciones, no es más que un espejismo diseñado para debilitar el compromiso de Rusia con China y, por ende, el eje estratégico que ambas naciones representan en el contexto global.

Esta maniobra, cuidadosamente diseñada y ejecutada bajo una narrativa mediática habilidosa, presenta al expresidente estadounidense Donald Trump como un supuesto “amigo” de Vladimir Putin. Sin embargo, detrás de este relato se esconde una intención más siniestra: tentar a Rusia hacia el «corral occidental», alejándola de su alianza estratégica con China. Este movimiento responde al objetivo principal del eje occidental de debilitar el ascenso del gigante asiático, consolidando su control sobre el orden global.

La narrativa mediática: Trump y la falsa amistad con Putin Desde el inicio de la administración Trump, los medios occidentales, a menudo al servicio de intereses angloamericanos, han tejido la narrativa de una conexión personal y política entre Trump y Putin. La retórica incluye afirmaciones sobre el supuesto interés de Trump en estrechar lazos con Moscú, acompañado de insinuaciones de que un acuerdo de paz entre Rusia y Occidente por el conflicto en Ucrania es inminente. Estas declaraciones buscan crear la ilusión de que Rusia podría abandonar a China en su lucha común contra la hegemonía estadounidense.

El trasfondo de esta narrativa es claro: utilizar a Trump como una herramienta simbólica para desestabilizar la sólida alianza ruso-china. Este esfuerzo, sin embargo, ignora las realidades geopolíticas fundamentales que unen a ambas naciones. Rusia y China comparten una visión común de un mundo multipolar, construido sobre la base del respeto mutuo, la cooperación económica y la resistencia a la imposición de modelos políticos extranjeros. El intento de Occidente de sembrar discordia en esta relación, revela tanto astucia como desesperación frente a su declive relativo en el orden global.

El objetivo occidental: Aislar a China

El principal objetivo de esta estrategia es aislar a China, el verdadero rival estructural de Occidente en términos económicos, tecnológicos y militares. Para lograr esto, Estados Unidos y el Reino Unido intentan neutralizar a Rusia, un actor clave en el sistema multipolar que ha resistido las sanciones y las presiones occidentales gracias, en gran medida, al apoyo de Beijing. La oferta de un acuerdo de paz con Occidente y el levantamiento de las ya más de 20 mil sanciones no es más que un espejismo diseñado para debilitar el compromiso de Rusia con China y, por ende, el eje estratégico que ambas naciones representan en el contexto global.

La lógica detrás de esta maniobra radica en dividir y conquistar: una Rusia aislada sería más vulnerable a las presiones occidentales y menos capaz de respaldar a China en su creciente enfrentamiento con Estados Unidos, especialmente en áreas como el comercio internacional, la tecnología avanzada y la defensa de la soberanía en el Mar de China Meridional.

La respuesta china: Fortalecimiento de la alianza ruso-china

Ante esta jugada angloamericana, China ha dado un paso al frente para garantizar que su alianza con Rusia no se tambalee. Beijing entiende que el éxito de su proyecto de desarrollo económico, así como su resistencia a las sanciones y aranceles impuestos por Occidente, depende en gran medida de la estabilidad y fortaleza de sus lazos con Moscú.

La portavoz de la Cancillería china, Mao Ning, dejó claro este compromiso al declarar que China está preparada para profundizar la cooperación práctica con sus socios del grupo BRICS y contribuir al crecimiento sostenido de la economía mundial. Esta declaración no solo reafirma la solidez de la relación entre China y Rusia, sino que también resalta el papel de los BRICS como una plataforma clave para contrarrestar la hegemonía del dólar y promover un orden financiero más equilibrado.

A pesar de las amenazas de Trump de imponer aranceles del 100% a los países BRICS si estos avanzan en la creación de una divisa alternativa al dólar, Beijing y Moscú han mantenido su compromiso con el desarrollo de un sistema financiero independiente que pueda resistir las presiones externas.

Los BRICS como contrapeso al orden occidental

La alianza entre Rusia y China dentro del marco de los BRICS representa una de las mayores amenazas para el dominio global de Occidente. Este bloque, que también incluye a India, Brasil y Sudáfrica entre otras potencias emergentes como Irán, se ha convertido en un motor de crecimiento económico y cooperación multilateral, desafiando la exclusividad del modelo occidental de desarrollo.

Además, su apertura a la inclusión de nuevos miembros y su enfoque en la prosperidad general reflejan un enfoque inclusivo y multilateral, que contrasta con la confrontación y el intervencionismo promovidos por Estados Unidos y sus aliados.

En este contexto, las amenazas de Trump de imponer sanciones a los BRICS evidencian el temor de Washington a perder el control del sistema financiero internacional basado en el dólar. Sin embargo, esta postura agresiva solo refuerza la determinación de los miembros del bloque de avanzar hacia la creación de estructuras económicas alternativas que reduzcan su dependencia del sistema dominado por Occidente.

Un tablero geopolítico en transformación

El intento de Estados Unidos y el Reino Unido de dividir a Rusia y China refleja una comprensión limitada de las dinámicas que impulsan el mundo multipolar. Si bien las sanciones y las narrativas mediáticas pueden generar tensiones temporales, las bases de la alianza ruso-china son profundas y están cimentadas en intereses estratégicos compartidos que trascienden las coyunturas políticas.

Por su parte, la respuesta de China demuestra una visión clara y decidida: no solo garantizar la continuidad de su alianza con Rusia, sino también fortalecer plataformas multilaterales como los BRICS para promover un desarrollo global más justo y equilibrado. En este esfuerzo, Beijing no solo busca protegerse de las presiones occidentales, sino también consolidar su posición como líder en el nuevo orden mundial.

Un equilibrio en disputa

El tablero geopolítico actual es un reflejo de un mundo en transformación, donde las estrategias de división y conquista de Occidente enfrentan la resistencia de potencias emergentes comprometidas con un orden multipolar. La narrativa de un supuesto acercamiento entre Rusia y Occidente (en disputa entre el liderazgo de Trump y del sector globalista europeo) es solo una pieza más en el juego de ajedrez global que busca socavar el ascenso de China.

Sin embargo, la respuesta decidida de Beijing y Moscú, centrada en la cooperación económica y la construcción de alternativas al sistema dominado por el dólar, deja claro que el futuro del orden internacional no será definido por las viejas potencias, sino por las nuevas alianzas que surgen en el horizonte multipolar.

El desafío que algunos sectores del estado profundo en Estados Unidos y el Reino Unido han empezado a diseñar, radica en adaptarse a este nuevo equilibrio sin recurrir a tácticas que perpetúan la división y el conflicto. De lo contrario, su estrategia de debilitar la alianza ruso-china podría convertirse en un catalizador para una integración aún mayor entre estas potencias, acelerando el declive del modelo hegemónico occidental.