Patricia Lee Wynne
Si queremos saber cuál será el futuro de la humanidad, debemos dirigir nuestras miradas a lo que está sucediendo en Estados Unidos: el 29 de julio las fuerzas federales enviadas por el Gobierno de Donald Trump a reprimir se retiraron de Portland, la ciudad que lleva ya dos meses de protestas constantes de la población.
Se trata de un retroceso claro de Trump en su intención, por ahora infructuosa, de frenar las manifestaciones sociales y antirraciales que estallaron con el asesinato del afrodescendiente George Floyd el 25 de mayo.
El caso de Portland es significativo por ser «la ciudad más blanca de EEUU»: 71% de sus residentes son considerados blancos no latinos y solo 6% afrodescendientes. El estado de Oregon, del cual Portland es la capital, se fundó sobre la base de los principios de la supremacía blanca, tuvo las más brutales leyes segregacionistas y un notable peso de los radicales de Ku Klux Klan.
En muchas cosas, las protestas de Portland recuerdan a América Latina. La «Muralla de las Madres», mujeres que se colocaron en la primera fila del choque con las fuerzas federales, invoca el ejemplo de las Madres de Plaza de Mayo de Argentina, que llevan 40 años luchando por descubrir el paradero de sus hijos desaparecidos o asesinados por la dictadura militar (1976-1980).
«Que se vayan los federales, las madres estamos aquí», era la consigna, que luego empezó a ser replicada en todo el país. Su ejemplo fue seguido por otros sectores sociales como enfermeras y personal de salud y veteranos de guerra, que construyeron sus propias murallas y se colocaron al frente de las movilizaciones.
Un retroceso en toda la línea
Trump tomó a Portland como un desafío: en contra de la opinión de Kate Brown, gobernadora del estado de Oregon y de Ted Wheeler, alcalde de la ciudad, decidió enviar tropas federales usando métodos que recuerdan a las dictaduras latinoamericanas, como arrestar personas en automóviles sin identificación.
Alcaldes de 11 ciudades, incluyendo Chicago, Los Ángeles y Atlanta, firmaron una carta contra el despliegue de fuerzas federales. De acuerdo a la Constitución, el mantenimiento del orden público no es una atribución federal sino de las autoridades locales.
De esta manera, el intento de Trump de contrarrestar la mayor oleada de protestas desde los años 1960 ha fracasado. Por el contrario, las manifestaciones se fueron extendiendo y ampliando en sus reivindicaciones, como lo mostró la cruzada para derribar estatuas de líderes de la Confederación —los estados esclavistas derrotados en la guerra civil que culminó en 1865, el cambio de nombre de los fuertes del Ejército con apellidos de oficiales de la Confederación, e incluso el cuestionamiento a padres de la independencia de EEUU como George Washington, por haber tenido esclavos.
Los jóvenes blancos, trabajadores y de clase media que se unieron al reclamo de los afroamericanos cuestionan no solo las medidas discriminatorias, sino también la represión policial. Reclamo alimentado ahora por los millones de despidos y la crisis económica provocada por la pandemia de COVID-19.
La madre de todas las crisis
La pandemia del coronavirus ha provocado la mayor caída económica de la historia capitalista moderna por fuera de las dos guerras mundiales en el siglo XX, pero a diferencia de ellas, que fueron localizadas fundamentalmente en Europa, el Pacífico y el norte de África, esta vez el centro de atención mundial pasó de Europa a EEUU.
El país no vivía una guerra en su suelo desde hace más de siglo y medio y las guerras mundiales, la de Vietnam o Corea siempre estuvieron muy lejos. Pero esta vez, la pandemia ha golpeado el corazón de la economía más poderosa del mundo.
En el segundo trimestre de 2020, el Producto Interno Bruto sufrió la contracción más aguda desde la Gran Depresión de 1929, un 32.9%. La caída fue más del triple de la mayor caída trimestral de todos los tiempos.
En cinco meses, 54,1 millones buscaron el subsidio para el desempleo y no se sabe qué pasará en agosto, al vencer la ayuda de 600 dólares por semana que recibieron más de 30 millones de personas.
Frente a esta catástrofe, la respuesta del Gobierno ha sido salvar a los ricos. El paquete de ayuda aprobado por la Reserva Federal en marzo, conocido como CARES, es «un rescate gigantesco de corporaciones no financieras», que incluye 500.000 millones de dólares de ayuda para empresas de más de 10.000 empleados con una facturación superior a 2,5 millones de dólares. Esta suma actúa como un fondo de garantía de la deuda de estas empresas por un valor 10 veces superior, según explica el profesor Robert Brenner, de la Universidad de California, en la revista New Left Review.
De esta manera, las empresas mantuvieron su valor y no se produjo un colapso de la Bolsa, convirtiendo al Estado en prestamista y garante de última instancia, «socializando sus pérdidas, garantizando que pueden privatizar sus ganancias», como dice Brenner.
Mientras tanto, entre el 18 de marzo y el 4 de junio, la riqueza de los más ricos aumentó 5.650 millones de dólares, un 19%, de acuerdo con el profesor.
Por eso, para el economista Nouriel Rubini, que predijo la crisis de 2008, las grandes empresas sobrevivirán, Mc Donalds también, pero no así Main Street, es decir, decenas de millones de trabajadores y cientos de miles de pequeños negocios. Según sus datos, 40% de la población no tiene un ahorro de 400 dólares, mientras que el 10%, dueño del 75% del capital bursátil, será el beneficiario del auxilio a las empresas.
Retroceso internacional
Al comenzar 2020, Donald Trump enfilaba derecho para la reelección en noviembre, pero su desastrosa respuesta frente a la pandemia, la catástrofe económica y su respuesta represiva frente a las movilizaciones, ponen en duda su continuidad.
Existe una tendencia muy difundida de llamar a Trump «fascista», de manera liviana y sin seriedad, porque el fascismo provocó decenas de millones de muertos, dominó toda Europa continental, llegó hasta el corazón de la Unión Soviética, y pretendió esclavizar a la humanidad toda.
Nada más lejos de Trump, que es el reflejo de todas las debilidades de EEUU. Su política de «América primero» fue una reacción al retroceso económico y comercial frente a China, que había llevado a la pérdida de millones de empleos y la desaparición de ciudades y de fábricas enteras.
En materia de política internacional, Trump retiró las tropas de EEUU de Siria, negoció en febrero de este año con los talibanes de Afganistán, los eternos enemigos, un histórico acuerdo de paz y continúa reduciendo las tropas en ese país, con una retirada de 4.000 soldados más en el otoño, dejando un contingente de 4.500 hombres, la cifra más baja desde el comienzo de la invasión al país en 2001.
Por supuesto, continúa realizando acciones criminales selectivas, como el asesinato del general iraní Qasem Suleimani a comienzos de 2020 en Irak. Pero el resultado no pudo ser más desastroso: el Congreso iraquí votó la salida de las tropas extranjeras que se mantienen desde la invasión de 2003, y el Pentágono empezó a reducir sus bases y devolverlas a las fuerzas iraquíes.
La renovada agresión contra Venezuela y Cuba, la continuidad de las sanciones contra Rusia, su apoyo al «plan del siglo» en Israel legalizando la anexión de parte de Cisjordania palestina, su ruptura del acuerdo nuclear con Irán, son políticas agresivas e imperialistas, pero no han dado los resultados que esperaba. En Venezuela fracasó el intento de imponer al títere de Juan Guaidó como presidente, en Israel el plan de anexión no ha podido comenzar.
Sus medidas distan mucho de la política militar de George W. Bush, con la invasión a Afganistán en 2000 y a Irak en 2003, y de Barack Obama, con la guerra en Libia y el asesinato de Muamar Gadafi en 2011 y el apoyo a los terroristas del Estado Islámico en Siria.
En casa tampoco puede
Ahora, el retroceso es en su propio país. «Un aspecto casi siempre ignorado durante la pandemia es que Trump fracasó en utilizarla para impulsar su agenda autoritaria aumentando los poderes del Ejecutivo, debilitando los poderes de otras instituciones como el Congreso y marginalizando a los críticos prohibiendo las manifestaciones», escribe Cas Muddle, profesor de la Universidad de Georgia, en The Guardian.
«Casi todos los países implementaron un enfoque mucho más represivo frente al Covid-19, incluyendo gobiernos progresistas como el de España», continúa.
El protagonismo de las madres y de los veteranos en las protestas, símbolo de lo más respetado de la sociedad estadounidense, ha demostrado la profundidad del descontento. «Ellos son la sal de la tierra del electorado republicano”, y «tendrán menos tolerancia a la represión desproporcionada a las madres blancas y a los veteranos que hacia los afroamericanos y jóvenes radicales», concluye el articulista.
Para el profesor, «la decisión de Trump de desencadenar el autoritarismo fue muy pobre», porque dejó pasar mejores oportunidades para avanzar en su agenda autoritaria, como la pandemia o las manifestaciones de Black Lives Matter. Ahora, está atacando a su propia base: «Los que protestan en Portland reflejan cada vez más a la sociedad americana, en especial al electorado republicano”, razón por la cual, «Trump se está combatiendo a sí mismo», y el retiro de las fuerzas federales «muestra que ha reconocido su error», concluye el articulista.
Por eso, más que un Gobierno fuerte, Trump refleja el retroceso político de EEUU en el mundo, y ahora, el retroceso en su propio país. Ya no se retira de Siria sino de Portland.
Fuente: Sputnik