Ucrania: Creación audiovisual y de propaganda antirrusa

 

Pablo Jofre Leal | Segundo Paso

Cueste lo que cueste, aunque ello implique una evidente campaña de desinformación, manipulación y el uso de los grandes conglomerados de mass media occidentales, principalmente de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania – además de ser los principales proveedores de dinero y armas al régimen neonazi de Volodimir Zelensky – la propaganda antirrusa se ha intensificado tras el fracaso de la cacareada contraofensiva del ejército ucraniano.

Una acción militar que le ha costado decenas de miles de vidas al derruido ejército ucraniano, a pesar de ser secundado, en sus vanos esfuerzos, por Washington y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esto, con toda la campaña de generación de una opinión negativa respecto a la defensa de la población rusa del Donbás y la operación militar de desnazificación y desmilitarización del régimen ucraniano llevada a cabo por la federación rusa.

La narrativa occidental, con apoyo masivo de su medios televisivos, radiales, gráficos, redes sociales y el manejo de las organizaciones internacionales como es el caso de la Organización de Naciones Unidas –ONU- la Unión Europea y sus instituciones, la Corte Internacional de Justicia y la clara intervención de la OTAN, ha conformado un ariete político, diplomático, económico y militar que implica al menos una treintena de países involucrados en el ya crónico proceso de desestabilización de los gobiernos rusos.

Esta realidad permite visualizar que el contencioso entre Rusia y la OTAN (liderado por Washington) y usando a Ucrania de punta de lanza, de testaferro, no comenzó en febrero del año 2022, como tampoco con el Euromaidan en febrero del 2014, sino el año 1991 con la caída del campo socialista y en específico el derrumbe de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas -URSS- y el incumplimiento occidental de las garantías de seguridad exigidas por los gobiernos rusos, posteriores a la desaparición de la ex URSS.

Hoy en día, como parte de la política de ataques contra Rusia, en el plano de las llamadas guerras híbridas entendida, grosso modo, como un tipo de conflicto que resulta del uso de los elementos que componen una guerra tradicional o convencional y aquellos derivados de una contienda irregular en forma simultánea.

Utilización de las herramientas derivadas de los avances tecnológicos asociados el campo de la informática como son las acciones de hackeo en la industria civil, militar, instalaciones esenciales para la marcha de un país en el marco de sus servicios básicos, como también el manejo intensivo de medios de información, redes sociales y dentro de ellos la masificación de las llamadas noticias falsas.

El ciberataque y el sabotaje al aparato tecnológico de un país, que se convierte así en blanco predilecto. Un abanico dilatadísimo, donde también se suma la industria del cine, documentales, series y otras actividades que permiten ampliar el campo de muestra del tipo de narrativa hegemónica.

“Tras el inicio de la operación militar especial en Ucrania, Occidente ha destinado miles de millones de dólares a Kiev, no sólo en material bélico, sino también para lanzar una auténtica guerra informativa y poner al resto del mundo en contra de Rusia…hace décadas que Estados Unidos utiliza técnicas psicológicas para manipular la opinión pública como un elemento clave de las guerras híbridas.

En lo mencionado, un papel relevante en la esfera de la propaganda ucraniana y de sus socios occidentales, lo ha desempeñado un evento masificado, amplificado y al cual se le ha otorgado una relevancia monumental. Me refiero a Docudays UA, un festival de muestras audiovisuales generado en Ucrania, pero financiado por occidente, cuyo título oficial este año 2024 fue: Cine Documental sobre derechos humanos”.

Una muestra donde, en forma evidente, el acusado de violar los derechos humanos, el derecho internacional, a quien castigar política, económica, militar y sobre todo en su imagen como país fue la federación rusa, presentado como un país que escapa a todo marco de respeto a los derechos humanos, que agrede a Ucrania y lo somete a la violación de la Carta de las Naciones Unidas.

Es la expresión más clara y evidente de la demonización de un país y su gobierno en una decisión de unos pocos, pero presentada como mayoritaria gracias al poder mediático de ese occidente aliado de Ucrania. En un artículo anterior donde desarrollé esta idea del uso masivo de redes sociales y la cinematografía como parte de la guerra híbrida sostuve que “en este campo de enfrentamiento el elemento mediático adquiere enorme relevancia.

Me refiero, en específico al cuadro de desarrollo político propagandístico de la cinematografía ucraniana y la creación documental, que han llevado a cabo los distintos regímenes que han gobernado este país desde el 2014 a la fecha. Un área incrementada, sobre todo, por el actual mandatario ucraniano Volodimir Zelensky.

Desde 2014, la ficción cinematográfica como también el sector de los documentales se han encargado de cubrir, desde la óptica kievita, los hechos del Donbás y la actual guerra de Washington, la OTAN y Ucrania contra Rusia, donde los fondos financieros destinados a generar un bombardeo de películas, series, documentales y cortos sobre la “lucha del pueblo ucraniano” contra la federación rusa, han sido multimillonarios”.

El actual cine ucraniano, su industria de documentales, series y muestras en festivales cuentan con fondos multimillonarios, principalmente desde Estados Unidos y ampliado a Gran Bretaña y Suecia entre otros. Añadamos a fondos alemanes, entregados a través de la academia de cine de la nación teutona. A la par de los desembolsos de dinero fresco a la elite civil y militar ucraniana y miles de millones de euros en armas, que son parte del paquete completo de este esfuerzo bélico destinado a sabotear cualquier posibilidad de paz en la región.

Cine y balas es la consigna de Washington y la OTAN usando, para esta labor, a sus cervatillos ucranianos, aunque eso signifique la muerte de miles y miles de sus soldados, en una conflagración que sólo se mantiene por el apoyo occidental. Ese soporte, en fondos que fluían como cascadas comenzaron a menguar, principalmente por el escaso resultado obtenido en materia de mostrar una realidad ucraniana que no puede ocultar la corrupción y el fracaso de sus acciones militares.

Vista esa realidad, que parece inevitable tanto en fondos para la línea de misiles, tanques, aviones, como también la creación cinematográfica, los productores de Docudays UA han incorporado a civiles ucranianos como reporteros de guerra, para así recoger datos del campo de batalla. Ello, evidentemente, constituye la posibilidad de pérdida de vidas y que puedan ser utilizados como expresión del “horror de la guerra”.

Ucrania y sus creadores de propaganda buscan mecenas, al igual que ayer, en los servicios de inteligencia estadounidenses y europeos. Como también en Organismos No Gubernamentales, que han estado crónicamente ligados a la desestabilización de Rusia, que solían recompensar con dádivas generosas ese papel de propaganda contra la federación rusa.

En Reikiavik, capital de Islandia, durante la entrega de los premios del cine europeo de diciembre del 2022, todos los productores ucranianos, sin excepción, fueron recompensados con los fondos en dinero del llamado Eurimages que es un fondo de apoyo cultural del Consejo de Europa.

En estos últimos días la propaganda antirrusa se expresó en los llamados Premios Oscar cuando esta academia cinematográfica otorgó un reconocimiento a la creación 20 Days in Mariupol – 20 días en Mariupol – del documentalista Mstyslav Chernov como el mejor largometraje documental, cuya producción conjunta provino de la agencia The Associated Press (AP una agencia de noticias estadounidense fundada el año 1846 de la cual es empleado Chernov y la también estadounidense serie Frontline de PBS – Public Broadcasting Service).

Por tanto, claramente, una creación cuya orientación política provino desde las oficinas allende el Atlántico, con la clara orientación ideológica de mostrar lo que denominaron “un desgarrador relato” de los primeros días del inicio de la operación militar rusa en el este ucraniano en febrero del año 2022.

No hay referencias a los 20 mil asesinatos de la población del Donbás. No existe reseña respecto a 31 años de desestabilización occidental contra Rusia, utilizando para ello a los grupos, partidos y organizaciones pro-europeístas y pro otanistas. Lo que importa es demonizar a Rusia y para cumplir esa tarea sirve tanto Docudays como los Oscar, convertido desde sus orígenes en el reforzamiento de la visión de mundo occidental.

La conclusión de aquel evento, con el premio otorgado a Chernov y la agencia AP y con ello a los organismos vinculados a la política de desestabilización de Rusia, fue que el financiamiento a esta parte d ela guerra híbrida denominada “creación audiovisual” implicará el acceso a más dinero para la guerra contra Rusia y ayudará a que el Congreso estadounidense pueda desbloquear la ayuda militar al régimen ucraniano, generando un efecto dominó con los remilgos europeos.

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