Elson Concepción Pérez │ Granma
Las acciones de Joe Biden, aprobando una nueva partida de casi 3,000 millones de dólares en armas para Ucrania y la iniciativa de Josep Borrell, para que la UE, además de aportar armas a Kiev y sumarse al carro de las sanciones contra Rusia, entrene a los militares ucranianos involucrados en una guerra, demuestran que muchos tienen interés en que esta guerra no concluya.
Nada de presagios infundados: es difícil de comprender, pero el mundo está siendo conducido –y con bastante rapidez– al estallido de una confrontación nuclear, quizá la última, por implicar armamento que puede exterminar la población del planeta.
Veamos los elementos que hacen pensar de esa manera, aparentemente apocalíptica.
En fecha tan reciente como este 24 de agosto, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció un nuevo paquete de envío de armas a Ucrania por la cifra de 2,980 millones de dólares. Dinero suficiente como para alimentar o curar a unos cuantos millones de niños africanos, de esos que mueren por falta de comida o medicinas.
Ese mismo día, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunía, a petición de Rusia, para tratar el tema de los ataques militares ucranianos contra la central nuclear de Zaporozhye, que ya había sido atacada por Kiev durante 17 oportunidades en los últimos días y, además, se habían producido incendios cercanos a la instalación.
La guerra en Ucrania ha puesto al descubierto que Estados Unidos usa a la población ucraniana como carne de cañón, en su afán hegemónico por doblegar a Rusia y enfilar todos sus cañones contra China.
Moscú lo advirtió desde un primer instante: «No permitiremos que los ciudadanos rusos o de origen ruso que viven en la región del Donbás sean masacrados con las constantes agresiones».
Y otra advertencia rusa: «No podemos permitir que Estados Unidos y la OTAN traten de cercar a Rusia, llevando modernas armas hasta su frontera con Ucrania». Ambas razones bien que pudieron ser parte de un diálogo sin injerencia de terceros países y, por supuesto, sin la arrogante presencia de la OTAN como eje impulsor de la guerra.
Sin embargo, qué ha hecho la Unión Europea (UE) sino entorpecer la búsqueda de la paz en torno al conflicto y crear una situación económica y social adversa, en detrimento de sus propias naciones.
Los gobiernos europeos que apoyan la política estadounidense en torno a Ucrania, es decir, armar a esa nación y sancionar y desestabilizar a Rusia, deben tener presente que esa central nuclear es la mayor de Europa, que cuenta con seis reactores de agua presurizada y tiene una capacidad total de 6,000 megavatios, y todo lo que suceda allí puede afectar a los países del viejo continente. En el peor de los casos, los componentes radiactivos pueden expandirse y actuar contra la vida de millones de personas.
Enviar armas a Kiev e imponer sanciones de todo tipo a Rusia ha favorecido al complejo militar estadounidense. Con la política de rusofobia que aplica la UE y muchos países de esa región, la situación de cada hogar y ciudadano europeo se ve afectada de manera extraordinaria. Este 25 de agosto, por ejemplo, la noticia no pudo ser peor: el precio del gas se ha encarecido hasta la cifra récord de tres mil 200 dólares por cada mil metros cúbicos.
Súmese a eso, la adversidad de que Europa está afectada hoy por la peor sequía de los últimos 500 años y es víctima de una ola de calor sin precedentes, que ya ha causado más de mil muertos. No obstante, el jefe de la diplomacia de la UE, acaba de proponer «una gran misión de entrenamiento y ayuda al ejército ucraniano».