¿Un trumpismo en la derecha latinoamericana?

Javier Calderón Castillo

El presente informe de la CELAG indaga el impacto del discurso trumpista en las derechas latinoamericanas en el marco del agotamiento del modelo neoliberal en la región.

El trumpismo ha sido un verdadero revulsivo para las derechas globales. En un tiempo en el que el neoliberalismo mostraba un claro agotamiento como proyecto de horizonte político ‒irradiado desde EEUU‒ Donald Trump planteó una alternativa. Se trató de una alternativa con fuerte carga política e ideológica, pero en la medida en que golpeaba a las élites políticas tradicionales norteamericanas, con fachada discursiva “antipolítica”.

En ese sentido aparecía también en cierta medida «antisistema», ya que cuestionaba el propio orden institucional y no dudó en comprometerlo: nombramientos extemporáneos de miembros del Tribunal Supremo, asalto al Congreso, indultos injustificables… En definitiva, una alternativa en el plano electoral al agotamiento del partido republicano.

Esa alternativa efectivamente permitió articular a segmentos radicales de la derecha norteamericana, tradicionalmente alineados en el Partido Republicano, pero incómodos con su limitada combatividad en las guerras culturales: LGTBI+, igualdad racial, migración, furibundo anticomunismo, etc.

El Tea Party, el poderoso lobby anticastrista o la Fox encontraron en Trump a su líder natural. También en el plano social los perdedores del sistema, típicamente obreros desempleados por la amplia reconversión industrial, hallaron en Trump al líder «antisistema» que anhelaban.

Desde la óptica latinoamericana cabe hacerse una pregunta: ¿ha participado la derecha latinoamericana de este proceso de reinvención?, ¿se ha reinventado una derecha latinoamericana de ideas agotadas o por el contrario sigue instalada en sus viejas fórmulas ora liberal ora conservadora?

Sin ánimo de anticipar conclusiones, sí podemos adelantar que las derechas latinoamericanas, hiperconectadas con sus “mayores” norteamericanos, se han “manchado” de trumpismo, pero la cuestión es ¿ha alcanzado esta mancha al corazón de las mismas? El siguiente informe ahonda esta cuestión.

El contexto de las derechas latinoamericanas

• En las últimas décadas el liderazgo de la derecha latinoamericana ‒con importantes excepciones como la de Uribe o más recientemente Bolsonaro‒ había recaído principalmente en el sector liberal-demócrata, un sector que es tecnócrata en lo económico y que en lo político se alinea con las corrientes de los organismos internacionales, impulsando cierto fortalecimiento institucional y mostrándose próximo al tejido empresarial nacional que más se venía beneficiando de la globalización, típicamente industrial. Es el caso de Sebastián Piñera en Chile, Mauricio Macri en Argentina, Carlos Mesa en Bolivia o Juan Manuel Santos en Colombia.
• Por otro lado, el ala conservadora de la derecha, su sector típicamente rentista, de escasas credenciales democráticas y de pasado autoritario, se había visto desalojada del poder ‒por la derecha liberal y por las fuerzas populares‒ y se encontraba huérfana de horizonte estratégico. Es a esta ala de la derecha al que la llegada de Trump habría fortalecido en los últimos tiempos.
• Es así que ahora nos encontramos en un momento de enorme tensión entre las dos almas de la derecha latinoamericana. Del lado conservador, ahora neotrumpista, distintos actores disputan el liderazgo a los tecnócratas liberales (Camacho en Bolivia, Bulrich en Argentina, Keiko Fujimori en Perú…) en una disputa con horizonte incierto.
• Finalmente, en esta disputa se han dado mestizajes, entrecruzamientos complejos en los que algunos actores incorporaron en mayor o menor grado el armazón político-ideológico que representaba Trump. Para entender mejor la amplia gama de posiciones adoptadas en la región debemos empezar por caracterizar el trumpismo.

El trumpismo. Cinco rasgos clave

1. Táctica confrontativa: caracterizado por una forma de gobernar estridente, tratando de marcar la agenda política a golpe de impacto mediático.
2. Sustrato ideológico conservador: combatividad en la guerra cultural con una marcada política interior antiderechos, antimigrante y de política exterior negacionista (coronavirus, cambio climático, Organización Mundial de la Salud, Cumbre del Clima, etc.)
3. Posición política antiliberal (o iliberal): cuestionamiento de las bases del republicanismo político (antipolítica o antisistema), atacando explícitamente a los medios de comunicación no afectos y la división de poderes.
4. Posición económica neonacionalista: su posición abiertamente contraria al modelo de multitateralismo y la globalización es el principal eje articulador de su conexión con las amplias bases antisistema que se habrían movilizado por la promesa de reindustrialización.
5. Base social movilizada: el trumpismo en EE. UU. tiene una base en la clase media (constituida por décadas y con una definida capacidad de consumo) que en buena parte de AL no tiene comparación. Su retórica antipolítica y las promesas de resurgimiento nacional le habrían permitido alistar importantes sectores movilizados.

¿Una derecha latinoamericana trumpista?

El tamizado de las derechas latinoamericanas por los cinco principales rasgos identificados en el trumpismo nos ha permitido extraer algunas conclusiones clave:

1. Como hemos adelantado existe una pugna histórica entre dos corrientes de la derecha latinoamericana. De un lado, una tímidamente democrática y abiertamente afecta a la globalización y, de otro, una derecha rentista abiertamente iliberal (opuesta al liberalismo político y de tradición autoritaria) con un proyecto estratégico histórico segregacionista y conservador. El trumpismo ha conectado emocional y culturalmente con esta última ‒y primigenia‒ corriente de la derecha autoritaria latinoamericana y le ha dado oxígeno y alas. La victoria de Iván Duque ‒frente al liberal Sergio Fajardo‒ y el estridente Bolsonaro, o el interinato golpista de Jeanine Áñez en Bolivia y la insistencia en aferrarse a la impugnación electoral de Keiko Fujimori en Perú deben entenderse en este contexto.

2. El trumpismo, no obstante, no ha logrado transformar a la derecha conservadora latinoamericana en profundidad. Dos cuestiones han sido clave. De un lado la ausencia de una base social trumpista ‒la clase media empobrecida‒ dado que en América Latina sencillamente nunca existió un gran contingente poblacional con acceso a la sociedad del bienestar. Paradójicamente, el otro gran factor ausente para la germinación de los proyectos trumpistas ha sido la ausencia de una élite progresista económica y mediática latinoamericana ‒el equivalente a los demócratas norteamericanos‒. Sin una élite a la que golpear, un “el otro» sobre el que construir antagonismo, el trumpismo latinoamericano no ha logrado una narrativa antisistema consistente y homologable. Los trumpistas latinoamericanos buscaban en la práctica apuntalar el sistema en lugar de desalojar a sus élites y transformar el modelo (como pregonaba Trump en EE. UU.) y fue así que fracasaron en construir una retórica impugnatoria. La excepción la marca el caso de El Salvador, en el que Nayib Bukele sí logró identificar a una élite «atacable» en la desprestigiada ARENA, el partido conservador tradicional y firmante de los acuerdos de paz con el FMLN que el mandatario cuestiona. En el caso brasileño, la impugnación bolsonarista, nostálgica de la dictadura, se correspondería más precisamente con un fenómeno de extrema derecha convencional (y por tanto aliado a las FF. AA. y el agronegocio).
3. La derecha de corte trumpista latinoamericana si reaccionó en estos años en el plano mediático y ha logrado instalar algunas atalayas mediáticas aún lejos de superar la fuerza de los medios tradicionales conservadores:

• El caso más llamativo, sin lugar a dudas, es el de Colombia, con la adquisición de Semana por el grupo Gilinski.
• En Ecuador, el digital LaPosta dará el salto a la televisión pública de la mano del Gobierno de Guillermo Lasso.
• En Argentina el fenómeno sigue siendo menos estructural y se ha mantenido recluido en el mundo digital.
• En Chile, Alex Kaizer llegó a fundar un «Pardido Republicano» y son muy activos en redes y diarios digitales.
• En Perú, el fujimorismo y sus antenas mediáticas ocuparon la que podríamos llamar escena del «trumpismo» peruano.

En lo que se refiere a las cinco características básicas del trumpismo político solo Nayib Bukele y Jair Bolsonaro, sin ser políticos comparables, han emulado a Trump tanto en la estridente forma de gobernar como en su ataque a medios de comunicación (incluyendo los conservadores).

También han mantenido abiertos choques contra otras instituciones del Estado y han logrado establecer fuertes conexiones con una base popular conservadora alimentada por guerras culturales en sus respectivos países. Por solo poner un par de ejemplos, Bolsonaro arremetió en Brasil contra el consenso global en defensa de la Amazonía, ha sido un exponente mundial del negacionismo del COVID-19 y ha atacado abiertamente a la Corte Suprema.

En el caso de Bukele, cuestionó el consenso en torno a los acuerdos de paz auspiciados por la ONU en el Salvador, que pusieron fin a la guerra civil. No obstante, en el eje de política económica estos dos alumnos ejemplares del trumpismo no se han descolgado abiertamente de los consensos de la globalización.

Por otro lado, es preciso aclarar que las declaraciones de admiración a Trump de los presidentes conservadores de Colombia, Guatemala y Ecuador, se deben más bien a la lógica del servilismo de la derecha latinoamericana que a una real incorporación de los principios del trumpismo. Lo cierto es que ninguno de ellos ha seguido a Trump en ninguna de sus facetas definitorias.

A modo de conclusión

A la postre y en la práctica, las dos corrientes de la derecha latinoamericana se han visto escasamente alteradas por el trumpismo. De un lado, la neoliberal tecnocrática, porque repudia el «matonismo» trumpista que la aleja de los foros de la élite internacional.

De otro lado, el ala conservadora autoritaria, si bien se vio reimpulsada por Trump, no necesitó copiar su hoja de ruta imitándole. Tres elementos estructurales lo hicieron innecesario:

1. Por un lado no necesitó ser antisistema ya que controlaba las instituciones en muchos países latinoamericanos. Su retórica en todo caso apuntalaba un sistema que se había tambaleado durante los Gobiernos progresistas, sin derruirlo.
2. En ausencia de una clase media empobrecida a la que defender, el suyo es un discurso que difícilmente puede encontrar otro público que el de las élites a las que representa.
3. Por otro lado, no necesitó construir guerrillas urbanas porque su ADN fundamental la vincula ya a sectores armados, y en particular a los sectores golpistas de las fuerzas armadas ‒el Gobierno de Bolsonaro, Duque o Áñez son el mejor ejemplo‒.
4. Finalmente, pero no menos importante, no estuvieron interesadas en cuestionar la globalización porque la apertura económica es crucial para el sector primario exportador al que están vinculadas.

Está por verse si el reimpulso de las corrientes autoritarias latinoamericanas se agota con la derrota de Trump pero, en cualquier caso, los representantes menores de la corriente trumpista ya estarían perdiendo pie con la victoria de Biden.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *