Una ralea que apesta y se irá por las cañerías

Randy Alonso Falcón

El poder imperial ha hecho lo indecible en esta parte del mundo por detener a las fuerzas progresistas que cambiaron sustancialmente la realidad latinoamericana e imponer gobiernos de derecha absolutamente plegados a los intereses de Washington.

Lo han hecho demócratas y republicanos, porque ambos son estandartes de los intereses geopolíticos imperiales; por más que unos pongan cara dulce y los otros rostros de furioso perro.

Obama e Hillary Clinton auparon el golpe militar en Honduras contra Manuel Zelaya, el golpe parlamentario contra Fernando Lugo en Paraguay y el impeachment parlamentario-judicial contra Dilma Roussef en Brasil.

La siniestra administración Trump se ha encargado de derrocar a Evo Morales en Bolivia, comprar al gobierno ecuatoriano de Lenin Moreno e intentar asfixiar y derrocar a la Revolución Bolivariana en Venezuela.

Más allá del retorno de la época oscura de los Golpes de Estado en la región, lo peor ha sido la furia anticomunista (al más fiel estilo nazi), la veneración a las dictaduras militares y los gobiernitos que han dejado.

En Honduras, el régimen golpista de Micheletti dio paso al fraudulento periodo de Juan Orlando Hernández, un personaje vinculado al narcotráfico en ese país como muestran los propios documentos estadounidenses.

Brasil se premió nada menos que con el fundamentalismo y la ineptitud de Jair Bolsonaro. Y a Bolivia le ha tocado la mediocridad y corrupción del gobierno de facto de Jeanine Añez. Sólo tres ejemplos de lo que dejan a nuestros pueblos la injerencia y las burdas maniobras políticas del imperio.

Este 8 de octubre, la señora Añez, que ha hecho de todo para robarle las elecciones al MAS de Evo Morales, le rindió tributo a los asesinos del Che Guevara.

“La lección que dimos los bolivianos al mundo con la derrota y la muerte del Che Guevara en Bolivia es que la dictadura comunista aquí no tiene paso. Ni la comunista, ni la fascista, ni la populista, ninguna dictadura pasará ni echará raíces en esta nación (…) lo que jamás permitirá la tradición republicana del pueblo boliviano es la instalación de la tiranía”, afirmó la senadora que asumió el poder en una sesión del parlamento sin quórum, luego del golpe de Estado a Evo Morales.

Su Ministro de Defensa amenazó de muerte a «cubanos, venezolanos y argentinos”; mientras días antes el criminal Arturo Murillo, Ministro de Gobierno y artífice de las masacres ocurridas después del Golpe de Estado, habló sin presentar prueba alguna de redes de narcotráfico que iban de Bolivia a Venezuela y Cuba.

El 9 de octubre, el cretino Bolsonaro se sumó a la cantaleta anticomunista al uso, con un tuit donde ataca también con toda saña al Che: «9 de octubre. Murió en Bolivia el comunista Che Guevara, cuyo legado solo inspira a criminales, drogadictos y a la escoria de izquierda. Con su fin, el comunismo fue perdiendo fuerza en América Latina, pero volvería a través del Foro de San Pablo, que seguimos luchando».

En 2019, su primer año en el poder, Bolsonaro había calificado como «héroe nacional» al fallecido coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, quien fue jefe en São Paulo del organismo del Ejército señalado de torturar hasta la muerte a varios presos políticos durante el régimen dictatorial, entre ellos a la expresidenta Dilma Rousseff. Un día después de los pronunciamientos de Bolsonaro, Donald Trump se congratulaba en Washington por la liberación de Álvaro Uribe en Colombia, a quien calificaba de «héroe».

Uribe fue relevado del arresto domiciliario en que se encontraba desde agosto de 2020 cuando la Corte Suprema del país ordenó su detención para investigarlo por manipulación de testigos contra un senador. La jueza, Clara Salcedo, dejó sin efecto la medida y ahora el exmandatario seguirá siendo investigado sin necesidad de cumplir con la reclusión de casa por cárcel.

El inquilino de la Casa Blanca escribió en su cuenta de Twitter: “Felicitaciones al expresidente Álvaro Uribe, un héroe, antiguo merecedor de la Medalla Presidencial de la Libertad y un aliado de nuestro país en la lucha contra el Castro-Chavismo! Yo siempre apoyaré a nuestros amigos colombianos”.

A la misma vez, Trump acusaba a Joe Biden de comunista y de «títere» del «castro-chavismo». Así como lo leen. Necedades se oirán en este mundo.

La dura retórica anticomunista de estos tiempos americanos ha logrado calar en una sociedad latinoamericana bombardeada por los medios de comunicación dominantes y por la manipulación interesada y perversa de las redes sociales.

Pero el efecto de sus mensajes es de dudosa duración ante la dura realidad de la crisis económica, el creciente desempleo, el aumento de la pobreza y los retrocesos evidentes de los beneficios sociales que los gobiernos progresistas lograron en los tres primeros lustros de este siglo.

Para muestra concreta, el descalabro que se avecina para algunos de estos personajes infames. Trump anda a la desesperada tratando de remontar la desventaja amplia que hoy tiene en las encuestas para los comicios del 3 de noviembre.

Jeanine Añez se va del Palacio de Gobierno con la misma deslegitimidad y mala fama con la que se instaló en él. Jair Bolsonaro ha tenido que abandonar retóricas económicas fundamentalistas y echar mano a programas de corte social como los impulsados por los gobiernos del PT para lograr paliar los efectos de impopularidad que dejaron su mal manejo de la pandemia.

Las venideras elecciones de Estados Unidos, Bolivia y Ecuador pueden dar una señal de los rumbos que nos vienen para la nueva década en estas tierras; en medio de una intensa batalla política, ideológica y cultural. Esperemos que esta recua de anticomunistas furibundos encuentre su destino en las cañerías de la no historia.

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