Prensa Latina
Durante décadas Estados Unidos llamó eufemísticamente “pruebas” a las bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, que provocaron lo que para muchos es la peor tragedia humana que hoy conoce el mundo.
En el epílogo de la II Guerra Mundial, el verano de 1945, el entonces presidente de turno en la Casa Blanca, Harry Truman, tiró de la palanca: ordenó lanzar las bombas el 6 de agosto de agosto en Hiroshima y tres días después, el 9 de agosto, en Nagasaki.
Los efectos devastadores no solo fueron en lo inmediato, sino que se lamentan todavía 78 años después.
Las estadísticas más conservadoras indicaron que para diciembre de 1945 unas 110 mil personas habían fallecido en Hiroshima y Nagasaki a causa de la explosión y la radiación, pero otros calculan que fueron alrededor de 210 mil.
Por ejemplo, cuando comenzaron los registros de tumores en 1957 en Hiroshima y 1958 en Nagasaki, se detectó que en el período 1958-1998 hubo una incidencia de siete mil 851 tumores malignos entre 44 mil 635 sobrevivientes de la tragedia.
Un físico del Proyecto Manhattan (que produjo las primeras armas nucleares), David H. Frisch, recordó que los estrategas militares estadounidenses estaban ansiosos por «usar la bomba donde sus efectos no solo serían políticamente efectivos sino también técnicamente medibles».
En buena medida, tras la prueba de la bomba Trinity en el desierto de Nuevo México que usara plutonio como fuente de fisión el 16 de julio de ese año, decidieron utilizar una alimentada con uranio en Hiroshima y una segunda de plutonio en Nagasaki para medir sus efectos en las grandes ciudades.
La discusión pública sobre la era nuclear comenzó cuando Truman emitió una declaración que anunció el bombardeo atómico de Hiroshima sobre «una importante base del ejército japonés», lo cual fue una mentira flagrante, afirmó un artículo publicado en la revista trimestral Jacobin.
Hiroshima no era una ‘base militar’, sino una ciudad de 350 mil habitantes y contenía un cuartel general castrense importante, pero la bomba fue dirigida al centro de una ciudad, y lejos de su área industrial, apuntó el material al citar al periodista Greg Mitchell.
Según Mitchell, «tal vez 10 mil militares perdieron la vida en la bomba, pero la gran mayoría de los 125 mil muertos en Hiroshima serían mujeres y niños».
Tres días después, cuando una bomba atómica cayó sobre Nagasaki, la urbe fue descrita oficialmente como una ‘base naval’, pero menos de 200 de los 90 mil fallecidos eran efectivos.
De acuerdo con el artículo, los mandatarios estadounidenses han ofrecido de forma rutinaria camuflaje retórico para políticas nucleares imprudentes, tirando los dados para la catástrofe global.
El material menciona el actual peligro de una guerra nuclear a partir de la escalada del conflicto entre Rusia y Ucrania.
En su discurso sobre el Estado de la Unión, que se produjo pocos días después del inicio de la operación militar especial rusa en Ucrania, el presidente Joe Biden “no incluyó una sola palabra sobre armas nucleares, los riesgos de una guerra nuclear o cualquier otra preocupación similar”, apuntó el texto.
En los últimos años, las mentiras más insidiosas de los líderes en Washington niegan y no reconocen el empeoramiento de los peligros de la guerra nuclear, advirtió la opinión en Jacobin.
Esos riesgos empujaron las manecillas del Reloj del Juicio Final del Boletín de los Científicos Atómicos a un nivel sin precedentes de apenas 90 segundos para la cataclísmica medianoche.