Alejandra García | Resumen Latinoamericano
En septiembre, y por cuarto año consecutivo, el presidente estadounidense, Joe Biden, renovó las sanciones estadounidenses contra Cuba bajo la Ley de Comercio con el Enemigo (TWEA), una arcaica ley de 1917 diseñada para cortar el comercio con Alemania durante la Primera Guerra Mundial y un pilar importante del bloqueo.
El anuncio significa que el bloqueo económico, una política sostenida por gobiernos republicanos y demócratas durante más de seis décadas, seguirá vigente en la isla hasta 2025, pese a los reclamos urgentes de Cuba para que se ponga fin a ese bloqueo. No olvidemos que fue Biden, el demócrata, quien durante su campaña presidencial dijo que mejoraría las relaciones con Estados Unidos.
La isla caribeña es el único país del mundo que aún sigue sujeto a sanciones en virtud de la centenaria ley, que originalmente estaba destinada a ser utilizada solo en tiempos de guerra. Es también el principal obstáculo que impide el crecimiento económico de Cuba, pues se ve obligada a enfrentar las mismas crisis mundiales, como pandemias, inflación y desabastecimiento, pero en condiciones a las que no están sujetos la mayoría de los países del mundo.
“Washington impone otro año de bloqueo contra Cuba”, informó el canciller Bruno Rodríguez al dar a conocer la noticia la Casa Blanca. Los daños son multimillonarios y seguirán acumulándose. Solo del 1 de marzo de 2023 al 29 de febrero de 2024, el bloqueo provocó pérdidas económicas a Cuba estimadas en el orden de los 5 mil 56,8 millones de dólares, lo que representa un incremento de 189,8 millones de dólares respecto al informe anterior.
“Los desafíos actuales de la realidad cubana tendrían una mejor y más fácil solución si Cuba pudiera disponer de los cuantiosos recursos de que le priva el bloqueo. Esta política es ilegal e inhumana y afecta severamente a sectores claves como el social, los servicios públicos, la energía y el turismo, así como a la industria estatal y al sector privado”, añadió Rodríguez.
En noviembre, la administración Biden llegará a su fin sin cambios profundos en las relaciones bilaterales. Recordemos que, durante su campaña electoral de 2020, el candidato demócrata dio señales de que su política hacia Cuba volvería a la senda del llamado “compromiso constructivo” desarrollado por la administración Obama, de la que Biden fue vicepresidente. Aseguró que levantaría la implacable política de hostilidad seguida por su antecesor, Donald Trump (2017-2021), quien impuso más de 200 medidas coercitivas contra la isla durante su mandato.
Sin embargo, su discurso cambió una vez que Biden llegó a la Casa Blanca.
“Nuestra política hacia Cuba está siendo estudiada y está guiada por dos principios. El primero es el apoyo a la democracia y los derechos humanos, que es el centro de nuestros esfuerzos. El segundo son los estadounidenses, especialmente los cubanoamericanos, los mejores embajadores de la libertad en Cuba, por eso vamos a revisar las políticas de la administración Trump”, dijo la entonces secretaria de prensa, Jen Psaki.
A pocas semanas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, con la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente republicano Donald Trump como candidatos, Cuba no es una prioridad para ninguno de los dos, ya que Cuba no representa ninguna amenaza para la política y la seguridad de Estados Unidos. Ni siquiera han mencionado qué política seguirán hacia la isla caribeña, más allá de mantener intacto un bloqueo que estrangula al pueblo cubano.
En este momento, tienen muchos otros temas candentes sobre los que debatir, como quién es el mayor partidario del genocidio israelí en Palestina, el aumento de las tensiones en Oriente Medio o el aumento de la violencia con armas de fuego en el país. Les importa un bledo que la isla siga un año más bajo el yugo del bloqueo 60 años después. Seamos sinceros, las políticas humanas de relaciones mutuamente beneficiosas nunca están en la mente de nuestro vecino imperial del Norte.
Mientras tanto, Cuba sigue debatiéndose, víctima de una política arcaica, obsoleta y dañina, bajo la que se ha visto obligada a vivir la mayor parte de la población cubana, lo que provoca carencias, prejuicios contra los cubanos, separación y dolor. Sin embargo, nunca nos verán caer. “A pesar de los graves daños que provocan las políticas hostiles de los gobiernos de Estados Unidos al pueblo cubano, siguen fracasando en su objetivo de destruir la Revolución”, reafirmó Rodríguez.