* El estadounidense John Pilger estima que EE.UU. todavía miente sobre las armas nucleares y su posible uso contra nuevos enemigos.
El bombardeo atómico de Hiroshima del 6 de agosto de 1945 es uno de los acontecimientos históricos más envueltos en «mentiras» que difundió la prensa de EE.UU. ese año y perduran hoy en día, según argumenta el cineasta, escritor y periodista John Pilger para RT.
Este estadounidense viajó a esa ciudad de Japón en 1967 y vio la sombra que dejaron los restos quemados de una mujer en unos peldaños de granito, una sombra que era «una impresión casi perfecta de un ser humano».
La mayoría de las víctimas de la catástrofe no murieron en el acto y conoció a personas que perdieron su vida años después a causa de la leucemia, a pesar de que «clásicos de la desinformación» como el diario The New York Times, publicó en portada el 13 de septiembre de 1945: «No hay radiactividad en las ruinas de Hiroshima».
William L. Lawrence, un futuro premio Pulitzer, escribió en ese diario que el general norteamericano Thomas Farrell «negaba de manera categórica» que la bomba Little Boy produjera «una radiactividad prolongada y peligrosa», pero los nipones morían por sus efectos.
Ocho días antes, el reportero australiano Wilfred Burchett contó en el periódico London Daily Express que las salas de un hospital estaban llenas de personas sin heridas visibles que morían por «una plaga atómica», texto por el que perdió su acreditación de prensa y «le pusieron en la picota».
Los Archivos Nacionales de EE.UU. contienen propuestas de paz japonesas de 1943, que fueron desestimadas, y un cable del embajador de la Alemania nazi en Tokio que Washington interceptó el 5 de mayo de 1945, dejaba en claro que los nipones deseaban la paz «aunque los términos de la capitulación fueran duros».
En 1946, un estudio oficial estadounidense concluyó que su supremacía aérea sobre Japón «podía haber ejercido suficiente presión» como para conseguir la rendición incondicional de su enemigo incluso sin la participación de la URSS.
George Kennan, el hombre que planificó la Guerra Fría, indicó que el objetivo de esas acciones fue «intimidar a los rusos», aunque el director del Proyecto Manhattan que desarrolló ese armamento atómico, el general Leslie Groves, manifestó: «nunca tuve la ilusión de que Rusia fuera nuestro enemigo».
Por estos motivos, Pilger califica los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki como «asesinatos en masa premeditados» que siempre se justificaron con «falsedades que forman la base de la propaganda de guerra de EE.UU. en este siglo XXI» y, en los 75 años transcurridos, «la mentira más perdurable» es que Washington las lanzó «para poner fin a la guerra en el Pacífico y salvar vidas».
Más zonas cero
Pero el uso de armas nucleares y el engaño posterior no se limitaron a los bombardeos, sino que se expandieron a un archipiélago del océano Pacífico que EE.UU. arrebató al Imperio nipón.
Así, este ganador de un Emmy recuerda las pruebas nucleares que los estadounidenses llevaron a cabo en las islas Marshall, durante las cuales no evacuaron a la población civil de una zona que quedó expuesta a lluvia radiactiva posteriormente.
Gene Curbow, un meteorólogo presente en el lugar, comentó después que no lo hicieron porque EE.UU. necesitaba «algunos conejillos de indias para estudiar los efectos de la radiación», aunque la historia oficial indica que «el viento cambió de repente».
Hoy en día, Washington repetiría la misma táctica con «un torrente diario de retórica antichina, que supera con rapidez al torrente de retórica antirrusa» y sostiene que todo lo que procede de China «es malo, anatema, una amenaza: Wuhan… Huawei».
Hacia un arma «utilizable»
Todo comenzó en 2011, cuando el entonces presidente de EE.UU., Barack Obama, cometió la «tontería» de proclamar a China como «amenaza», consecuencia de «la indiscutible visión psicopática» que ese país tiene de sí mismo como «la nación más rica, exitosa, e ‘indispensable'».
Ese giro hacia Asia tuvo como promotora a su secretaria de Estado, Hillary Clinton, que «nunca ocultó su belicismo» y quiso renombrar el océano Pacífico como «el mar Americano», según reveló WikiLeaks.
El propio Obama, «un maestro de la mercadotecnia», aumentó el gasto en proyectiles más rápido que cualquier otro mandatario desde el final de la Guerra Fría y EE.UU. desarrolló durante su mandato un arma nuclear más «utilizable» por su inferior tamaño: la ojiva B61 modelo 12.
El autor de este texto tiene claro que el objetivo actual de EE.UU. es China, ya que casi rodea su territorio con más de 400 bases militares que alojan misiles, bombarderos, buques de guerra y armas nucleares: «una soga perfecta», como le dijo un estratega. Además, la Corporación RAND proyectó una contienda nuclear «que se podría ganar».
Según esta tesis y a la «obsesión» por China del secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, «un fanático evangélico» cuyo «extremismo» y «racismo virulento» provocan que haya que percibir en serio la perspectiva de que ambos países protagonicen un conflicto bélico.