Venezuela-EU: Integracionismo vs. expoliación

Ramaris Váquez

Venezuela, desde los tiempos de su lucha independentista ha sido integracionista. Así lo confirma el proyecto de unificación del continente ideado por Francisco de Miranda y convocado por Simón Bolívar mediante el Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826. Este evento fue aprovechado Estados Unidos (EEUU) para afianzar la fragmentación continental, una política que aún sostiene.

Tal como lo demuestra la historia, la regencia estadounidense de turno ha practicado el divisionismo, las intervenciones militares y agresiones en el continente Americano, con fines de expoliación.

La doctrina Monroe consigue expoliar un tercio del territorio mexicano. A ello se suman políticas como la del “buen vecino”, de Roosevelt; la Escuela de las Américas; el Plan Cóndor; la “Enmienda Platt”; y un centenar de deposición e imposición de presidentes en la región. Todos, hechos protestados por movimientos populares y de izquierda regionales, con la consecuente violación a sus derechos humanos.

En 1999, votantes conscientes, desplazan las élites políticas venezolanas del momento y llevan a la presidencia venezolana a Hugo Chávez, quien retoma el proyecto integracionista y establece una política exterior pluripolar y multicéntrica.

Esta política, colide con la visión estadounidense, que, tras la guerra fría, y los errores que conllevaron a los hechos del 11 de septiembre de 2001, afianza el libre mercado en lugar de la democracia y los derechos humanos, detrás de los cuales se ampara para justificar sus procesos de expoliación.

Venezuela ha dado ejemplo de integración en América Latina y El Caribe, a través de bloques como la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA); la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) donde se pudo observar la confluencia de ideologías distintas en el marco del respeto y la complementariedad.

Venezuela es un país pacífico, EEUU, no. En los siglos XX y XXI ha intervenido militarmente y saqueado en: Vietnam, el Golfo Pérsico; Somalia; Yugoslavia; Irak; Afganistán; Libia; Siria; Panamá; Nicaragua, Haití, Cuba; Honduras; Guatemala; Chile y Venezuela, entre otros países.
A esto suma la aplicación de sanciones comerciales, unilaterales y coercitivas a personas, entidades y Estados -tal es el caso de Venezuela y los miembros de la Corte Penal Internacional- violando derechos humanos fundamentales.

El proyecto de dominación global de EEUU, su gobierno y su “establishment” financiero, acompañado de poderes fácticos transnacionales, constituyen una amenaza mundial que opera impunemente, amparado en su aparataje militar y el de su alianza eurocentrista, liderada por Reino Unido.

EEUU, del aislacionismo y unilateralismo expoliador “Bushiano”, ha pasado a practicar un unilateralismo global, en función de la élite del orbe –a la cual Donald Trump pertenece estratégicamente- y cuya misión inmediata parece estar centrada en hacerse de todo el oro posible.

Tal es el empeño estadounidense en hacerse del arsenal aurífero mundial y otros recursos del planeta y más allá, -como si fueran dueños del mundo y sus alrededores- que Trump emitió una “orden” Ejecutiva para autorizar que estadounidenses y sus empresas, exploren y usen el oro y demás recursos minerales del espacio exterior.

En el caso de Venezuela, el gobierno estadounidense afianzó el proceso injerencista con el ascenso de Chávez al poder y la instalación de migrantes venezolanos, detractores de la gestión chavista, en EE.UU. La politización opera multidimensionalmente a través de poderes mediáticos, ONGs, y/o asociaciones políticas, entre otros, asentados dentro y fuera de Venezuela.

El poder hegemónico pitiyanqui engolosina a factores clasistas venezolanos (transculturizados) -que contribuyen sostenidamente al proyecto de guerra económica contra Venezuela y el hurto de sus activos.

Así se ejecutó la apropiación ilegítima y derroche de la última factura petrolera de EEUU a Venezuela, la puesta en vilo de CITGO, el abono a la Reserva Federal estadounidense de capitales producto de la corrupción en Venezuela, el contrato a mercenarios para generar violencia en Venezuela, entre muchas otras acciones lesivas al Estado venezolano y su población.

Estos nuevos actores -disfrazados de políticos- atentan contra el patriotismo venezolano y el integracionismo regional. Ni siquiera en tiempos de democracia representativa se vio tal comportamiento contra el país bolivariano.

Los factores políticos venezolanos entre 1958 y 1998- por conveniencia o por contradicción- apoyaron la conformación de Puerto Rico como ‘Estado Libre y Asociado’ en 1952; rechazaron la invasión militar a República Dominicana en 1965; y la guerra contra Las Malvinas en 1982.

Ahora, el proceso expoliador que EEUU sostiene en el mundo, apunta a los recursos minerales, hídricos y energéticos de Venezuela, por lo que corre riesgo su población. Bolívar lo sentenció: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad” (De la carta al coronel Patricio Campbell. 5 de agosto de 1829). Y Chávez lo confirmó en la Asamblea General de las Naciones Unidas (20 de septiembre de 2006): “…aún huele a azufre”.

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