Nuria López │ RT
* Marina, una nicaragüense con media vida viviendo en la península, confirma el maltrato a los migrantes. Hay españoles que no lo son, sostiene, pero igual deja claro que tenían “que sacar toda la suciedad que había debajo de la alfombra para que toda la sociedad sepa lo que está pasando”.
El mediático caso del jugador de fútbol del Real Madrid, Vinícius Junior, quien ha sufrido insultos racistas en varios estadios, ha puesto sobre la mesa en España la cuestión del racismo.
Si bien son muchas las personas que en los últimos días han alzado la voz para afirmar que España no es un país racista, el problema es mucho más complejo.
Organizaciones como SOS Racismo llevan años denunciando que el racismo está presente en el país de forma estructural, lo que queda en evidencia no solo en las agresiones particulares, sino en las que se ejercen desde las instituciones mediante la denegación de prestaciones y servicios públicos.
Además, sostienen que la situación empeoró durante la pandemia de coronavirus, debido a las malas gestiones de la enfermedad en los centros de internamiento de extranjeros de Madrid o Barcelona, o con medidas de apoyo social que dejaron fuera a parte de la ciudadanía, especialmente a personas racializadas y migrantes.
Como aspecto positivo se destaca la entrada en vigor de la Ley 15/2022 para la igualdad de trato y la no discriminación, que alcanza a todos los ámbitos de la vida política, económica, cultural y social, y que pretende impulsar la aplicación de políticas en todos los ámbitos para prevenir y erradicar cualquier forma de discriminación.
Aún así, parece que todavía queda mucho por hacer. Así lo cuenta Sofía, una joven de origen ecuatoriano y nacionalidad española, que llegó a España hace 25 años. Hoy recuerda que su hermana, de pequeña, era rubia y su madre –más morena– la llevaba al colegio, pero los familiares de otros alumnos pensaban que la mujer era su cuidadora y no su progenitora, por un prejuicio racial que aún está presente.
A pesar de la diversidad que caracteriza a la sociedad española, en el imaginario colectivo de buena parte de la población todavía pesan esos prejuicios raciales. Así le pasó a Sofía cuando tuvo que realizar ciertos trámites burocráticos. La cantidad de obstáculos fue enorme porque los funcionarios asumían, por sus rasgos físicos, que no tenía la nacionalidad española, a pesar de que la poseía desde hace años.
Los comentarios racistas también son frecuentes, incluso de personas conocidas que hablan despectivamente de barrios donde hay un mayor porcentaje de migración.
«Solo por su color de piel pensaron que era una prostituta»
Además, aún persisten estereotipos negativos. Sofía recuerda un episodio que a su madre le hizo mucho daño recién llegada al país. Cuando iba andando por la calle, un señor mayor le preguntó: «¿cuánto cobras?». «Solo por su color de piel pensaron que era una prostituta», cuenta.
Se trata de la sexualización de las mujeres latinas todavía presente en la sociedad, como el mantra que todavía se escucha de que vienen a ‘robar hombres’, como comenta Marina, una nicaragüense que lleva casi media vida viviendo en España.
Marina no quiere generalizar, cree que en España hay personas de todo tipo –como en todos los países–, pero opina que sí que hay racismo. Ella lo sufre actualmente en su bloque de viviendas, donde una vecina se lleva «genial» con el resto de españoles residentes, pero no con los latinos del edificio.
Con ella los sucesos son constantes, como cuando hace unos días se dirigió al hijo de Marina, de 8 años, y sus amigos y les dijo: «Iros a vuestro país, latinos, hijos de…». Ella no quiere terminar la frase, en su casa no usan ese vocabulario, y le indigna esa manera de dirigirse a los más pequeñas.
«No hay que generalizarlo a todo, pero claro que hay racismo en España, no es lógico esconderlo», dice Marina, que cuenta que, por lo demás, no ha tenido ningún problema con la administración, ni para alquilar una casa: «Mi casera es española y no me ha puesto ninguna pega. No es racista para nada», apunta.
A la hora de encontrar trabajo tampoco ha tenido ningún problema, ni en el metro, ni en la calle. «Es puntual», señala, aunque también cuenta que ha escuchado a muchísimas personas quejarse del racismo «no solo por el color de piel, sino por ser latinos».
Una de las cosas que más le preocupan es su hijo. Espera que cuando crezca «este tema del racismo esté eliminado de la sociedad, y no solo de España, sino en el mundo», dice. Por eso, comenta, le parece «genial que la bomba haya explotado» y que comience a hablarse de esta cuestión.
«Había que sacar toda la suciedad que había debajo de la alfombra para que toda la sociedad sepa lo que está pasando», afirma.
Sus hijos son también la primera preocupación de Ahmed, francés de origen argelino, que hace 15 años vive en España. ¿En España hay racismo? «Sí, sí», contesta convencido.
«Había que sacar toda la suciedad que había debajo de la alfombra para que toda la sociedad sepa lo que está pasando»
Él reconoce que ha vivido situaciones que son claramente racistas, en el ámbito laboral y en la calle. En su caso, un simple incidente en el coche en un lance del tráfico se salda, en ocasiones, con un «tú no estás en tu país».
En el trabajo las cosas no son tan directas, pero se percibe un trato diferente en la forma de hablar, o en los comentarios de terceras personas, sobre todo por la forma en que se refieren a él, como «el moreno este». También con la administración nota un trato diferente al que reciben los españoles.
En estos 15 años, Ahmed opina que las cosas han empeorado en este aspecto: «Fue en los últimos años que he notado que ha ido creciendo», dice. Aunque no sabe el motivo exacto, cree que los problemas de la gente después de la pandemia hacen que «muchas veces te echen a la cara a ti que tú estás quitando un puesto a un español», reflexiona.
Con sus hijos piensa que en el futuro puede ser complicado. Para él, hay una generación de personas con creencias racistas que están inculcando esos pensamientos en su descendencia: «Esta gente que es así, sigue educando a sus hijos así, así que no va a ir a menos». «Me da bastante pena», sostiene.
Además, señala otras influencias que le parecen decisivas. Una de ellas es el fútbol, como ha puesto de manifiesto el caso de Vinícius Junior. «El fútbol es un reflejo de la sociedad. ¿A cuántos niños les gusta el fútbol? A muchísimos. Si tiene un padre que se ríe de eso, de tratar a alguien de mono, los niños lo van a tomar como algo natural. El fútbol mueve muchísimo dinero y trasciende», asevera.
Otro factor puede ser el auge de la extrema derecha en un país que, hace un lustro, presumía de ser uno de los pocos de su entorno donde la ultraderecha no tenía representación en las instituciones, mientras que hoy tiene a 52 diputados del ultraderechista Vox convertidos en la tercera fuerza en el Congreso.
El discurso de esta formación tiene una fijación clara por la migración, a la que vincula reiteradamente con la delincuencia. Ahora, en plena campaña para las elecciones municipales y regionales del próximo domingo 28 de mayo, el metro de Madrid amaneció hace unos días con carteles de propaganda electoral de este partido con un claro sesgo xenófobo.
«Los madrileños destinan el 57 % de su salario al pago del alquiler, que no para de subir. Pero las ayudas se las llevan siempre los mismos», dice el cartel acompañado de la imagen de una lista con nombres de origen magrebí. Da igual que los datos sobre la preeminencia de extranjeros sobre españoles al recibir ayudas públicas se hayan desmentido infinidad de veces, es un mensaje simple y directo que cala en una parte de la población y que, a la vez, alimenta el discurso del odio.
En el caso de Estrella, española de raza negra, el racismo no forma parte de su día a día en general. Sí lo recuerda cuando iba al colegio y los niños y, sobre todo las niñas, la excluían. Entonces, también recibía comentarios sobre su pelo, sus trenzas, normalmente de manera despectiva, como dudando de su higiene.
De adulta dice que lo percibe menos, aunque también es verdad que es una persona de carácter fuerte: «Me resbala, no le doy importancia», dice. No obstante, sí relata episodios repetidos que se suceden cuando rechaza a un chico que está interesado en ella y las conversaciones acaban con un «si eres una puta negra».
En el trabajo o cuando se ha relacionado con la administración nunca ha sufrido racismo, pero sí lo ha vivido a través de algunos de sus familiares. «¿Si hay racismo en España? Claro que lo hay», contesta con contundencia.
Un episodio vivido por su padre lo ilustra de una manera demasiado gráfica. Un día su padre iba con su madre, blanca, en su coche y la Policía le paró porque estaban buscando a un sospechoso negro, según dijeron. «Le bajaron del coche y le apuntaron con una pistola sin mediar palabra y no había hecho nada. Eso con un blanco no lo harían», concluye.
Ella también cuenta que reiteradamente tiene que responder a la misma pregunta: «¿De dónde eres?». La respuesta de «soy española» no suele convencer, así que terminan preguntando por la procedencia de sus padres. «Al final tengo que contarles toda la ascendencia de toda mi familia. Eso es superracista, pero no se dan cuenta», apunta.
También el pelo es fuente de comentarios y de faltas de respeto, porque las personas intentan tocarlo sin consentimiento. Aunque las personas dicen que sus acciones son bienintencionadas, no dejan de ser fruto de los estereotipos. Como cuando alguien le dice «es que tú eres morena» y ella tiene que responder: «yo no soy morena, soy negra». «No quieren atacarme, pero es racista», sentencia Estrella.
Las Oficinas de Información y Denuncia de SOS Racismo atendieron 523 denuncias sobre racismo en 2021. De ellas, 185 eran de racismo institucional, 129 estaban relacionadas con denegación de acceso a prestaciones y servicios privados, como comportamientos discriminatorios, insultos y acoso en bancos, locales de ocio y restaurantes, vivienda y otros ámbitos.
En tercer lugar, se encuentran los conflictos y agresiones racistas, con 88 casos registrados. El 43 % de las personas que denunciaron discriminación eran africanas (el 22 % de África subsahariana y el 21 % del Magreb), mientras que el 34 % eran de origen sudamericano. El 48 % estaba en situación regular, 32 % en situación irregular y el 20 % eran nacionales de la Unión Europea.
«Acabas asumiendo ese rol. Tú mismo lo naturalizas. Te afecta en la autoestima y hace que te infravalores»
Sin embargo, estos datos son solo la punta del iceberg de una realidad mucho más amplia. El informe de la Encuesta sobre Delitos de Odio de la Oficina Nacional de Lucha contra los Delitos de Odio de 2021, recoge que casi el 90 % de las personas encuestadas manifestaron su temor a ser víctimas de un posible delito de odio y solo el 18,8 % contestó que nunca evitaba ciertos lugares por miedo a ser agredidas.
Sin embargo, el dato más impactante es que el 89,24 % de los encuestados no denunciaron los hechos sufridos, lo que demuestra un claro problema de infradenuncia. Esta situación se agrava además en el caso de las personas en situación irregular, que se arriesgan –al acudir a las autoridades por ser víctimas de un delito– a que se les abra un expediente de expulsión.
Sofía afirma que el racismo «está en todas partes constantemente». «Me he dado cuenta de que me afecta porque yo misma me siento como de menos. Acabas asumiendo ese rol. Tú mismo lo naturalizas. Te afecta en la autoestima y hace que te infravalores», cuenta.
«Esto lo tienen que tratar las autoridades», dice Marina, que habla sobre la percepción que hay en Latinoamérica de España como un país racista y la necesidad de que se cambie esa imagen. «Hay protestas en la Embajada española en Brasil. Imagínate que esto se vuelva una rueda y que, por unos cuantos de Valencia, vayan a tratar mal a los españoles que vayan allí», advierte.