Real Sociedad se impone al Madrid

Al equipo de Solari, inconsistente y desnortado, no le bastó con el despunte de Vinicius ante una Real Sociedad acongojada de inicio y más fluida tras el descanso

El Madrid ha tocado fondo. O aún no, quién sabe, pero todas sus señales son fatídicas. Quiso aferrarse a la romería del mundialillo de clubes y sus lunáticas serpentinas. Y hasta su técnico, Solari, intentó que cotizara al alza un empate con el Villarreal. Pero la realidad a veces es la escoria de la ilusión y de vuelta a la Liga la auditoría del Madrid es incuestionable: un punto de seis. La Real, que también zozobraba, le dio un azote mayúsculo en el Bernabéu y casi quince años después se llevó una victoria en la catedralde La Castellana, hoy convertida en una caldera, con el público harto de monsergas con un equipo hueco y de aspecto necrosado a la vista. Sin más percha que Vinicius, el único gancho local de un chasco que pudiera tener consecuencias si en el palco advierten la necesidad de un escudo. También quedará el pretexto arbitral al que aludió su portavoz, Emilio Butragueño: que si un posible penalti, que si una expulsión rigurosa… Que si hubo ocasiones… Tratándose del Real Madrid se supone que la mirada debiera ser otra, más categórica, más introspectiva.

Hay partidos malos. Y otros malísimos. El Madrid-Real del primer acto estuvo entre medias. Desquiciado el equipo de Solari, tan desnortado que puso a Vinicius al remo. Sin perfil definido el conjunto de Imanol Alguacil, cobijado con un penalti favorable a los dos minutos que gestionó de mala manera hasta el segundo periodo. La gente de Chamartín, no tanta para lo que es la realeza del Bernabéu, percibió el bodrio y abrió fuego contra Solari, Marcelo, el árbitro… Poco más y algún almohadillero hubiera pagado el pato. Son los tiempos de este Madrid confuso, de tufo marchitado.

El duelo madrugó con un atropello juvenil de Casemiro a Merino. En una jugada sin hueso, el medio madridista fue al asalto como un legionario al límite. Willian José, cegado desde hace meses, fusiló a Courtois: el primer gol en contra en Liga en casa con Solari como técnico. Curioso. El desenlace tanto hizo tiritar al Madrid como a la Real, dos equipos sin trazos, sin guion, que se buscan y no se encuentran. La Real, esmirriada al comienzo, tuvo a tiro de gracia al Madrid, pero se acongojó. Esta Real hace tiempo no se cree la Real.

Enfrente, el Madrid fue un equipo desaliñado, impulsivo a veces, pedestre siempre. Picaba Vinicius, un cadete, y poco más, salvo algún remangue de Carvajal, Ramos, gente con alma de espartaco. Fútbol, nada de nada. Refugiada la Real, gripado el Madrid, pese a algún fulgurante cometa, como los amagos de Vinicius y un disparo de Modric que rechazó Rulli en ambas ocasiones. Lógico. Ausentes atacantes como Bale, Asensio y Mariano, fue más evidente aún el dato terminal de Kroos y Modric, volantes sin gol en lo que va de Liga. Son muchos los fallos estructurales de este Madrid. De un Madrid mal cuadrado desde el verano, con un entrenador —Lopetegui— alistado por despecho y a la carrera tras las negativas de otros y un sucesor provisionalizado desde el primer instante —Solari—.

De paso, Cristiano en vuelo hacia Turín. Y ahora, con el becario Vinicius por bandera. Nada mejor se vio por Chamartín, con el brasileño como principal agitador, revoltoso, punzante. En todas estuvo Vinicius, síntoma de este Madrid opaco, descosido, aferrado a cualquier imprevisto, como un centro lateral de Lucas Vázquez que terminó estrellado en la escuadra derecha de Rulli. De un Madrid con más cornetas que violines.

Coartada arbitral

El atolondrado primer tramo dio paso a un segundo tiempo de fútbol descamisado, anárquico. Un choque pendular con un desorden infinito, pero más emotivo que el anodino preámbulo. Se soltó la Real, por fin con llegadas de Oyarzábal y Januzaj. Por fin un equipo algo atrevido a campo abierto ante un adversario sumido en un laberinto. Por fin, Merino como ancla de las operaciones. Pero ni siquiera con la expulsión de Lucas Vázquez parecía la Real capaz de abrochar el encuentro, falta de contundencia, equipo flácido como es. Antes del balazo final, la Real encontró un sostén en Rulli, eficaz ante Ramos y algún otro envite, la mayoría de Vinicius, lo mejor del Madrid en estos tiempos de emergencia, hábil y descarado.

Visto el desmadre, intervino Solari, que aparcó a tres pretorianos como Casemiro, Marcelo y Kroos. Lo de este Madrid es una noria, por mucho que pareciera un penalti claro un cruce de Rulli ante Vinicius, lo que no debiera servir de coartada a este Madrid. No resiste la unidad A, no despuntan los teloneros de la B. Todo acaba por ser una turbamulta, como si fuera una plantilla a granel, más sellada por lo que fue que por lo que es. A este Madrid se le ha visto el tanga con su equipo más pinturero y con los reclutas de la reserva. El duelo con la Real fue un exponente. Máxime cuando Willian, ya con el Real indigente, conectó con Rubén Pardo, que cabeceó con aplomo y superó a Courtois. Poco después comenzó a vaciarse el Santiago Bernabéu, con la hinchada más resignada que con ganas de bronca, como si lo viera venir.

Ni Lopetegui ni Solari. Ni con Bale ni con Vinicius. Este Madrid no encuentra remedio. Ya ni siquiera en los empates que valorizaba Solari tras el choque de Vila-real. A este Madrid le falta mucho. Y, sobre todo, un diagnóstico real que no enmascare la realidad con empates sobrevalorados, mundialitos con falso certificado imperial, cruces a árbitros poco certeros… Cháchara que no puede maquillar la flojera actual de un equipo a la deriva. Donde ya no parece asumible que la Copa de Europa sirva de flotador. El fútbol también vive del día a día.

 

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