Madrugada violenta: Maduro sofoca otro intento de golpe de Estado

La madrugada del lunes un grupo de 40 miembros de la Guardia Nacional, cuerpo perteneciente a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb), intentó tomar un puesto de comando policial, un destacamento, y robar las armas. La acción, realizada en Caracas, fue neutralizada por la Fanb, 27 de los implicados detenidos, y las armas recuperadas.

Lo ocurrido no sorprendió, era esperable. Se ha ingresado en un nuevo escenario desde que Nicolás Maduro asumió su segundo mandato presidencial el 10 de enero, y la Asamblea Nacional (AN), en manos de la derecha, anunció que lo declaraba usurpador y se autoproclamaba como el único gobierno legítimo del país, reconocido por los Estados Unidos (EEUU), el Grupo de Lima -a excepción de México- Canadá y Ecuador-, país donde se ha desencadenado una persecución contra migrantes venezolanos.

Ese nuevo escenario contiene elementos conocidos, así como características particulares. Lo ya conocido: es la tercera vez desde 2016 que la AN no reconoce la investidura presidencial, llama a movilizaciones para sacar por la fuerza al gobierno electo, y no es la primera vez que se producen acciones militares de esta naturaleza. Existe una cadena de conspiraciones golpistas dentro de la Fanb, todas desactivadas en los últimos años.

Lo novedoso es el momento y las cartas que hay sobre la mesa: la luz verde dada desde los EEUU, la oficialización de un intento de gobierno paralelo/ilegal encarnado por la AN, un Tribunal Supremo de Justicia que opera desde Colombia y una fiscal prófuga, que podría intentar, como la ha sancionado en una ley, congelar/robar activos del Estado, llamar a una acción humanitaria, y que ya ha ofrecido una amnistía para militares y civiles que intenten un Golpe de Estado.

El plan en marcha sobre esa base necesita sumar varios elementos. En primer lugar, la derecha, sin unidad pero orientada desde fuera, requiere un nuevo liderazgo, papel que ha asumido Juan Guaidó, presidente de la AN. Se trata de un joven cuadro del partido Voluntad Popular, una de las principales fuerzas de oposición implicadas en la estrategia violenta de 2017.

En segundo lugar, necesita volver a movilizar a su base social, en crisis con su propia dirigencia desde agosto de 2017, cuando el chavismo logró la votación que puso en marcha la Asamblea Nacional Constituyente. Para eso han estado llamando a los Cabildos Abiertos desde el 11 de enero, y anunciaron una movilización el 23 de enero para medir sus fuerzas y acelerar el cuadro.

En tercer lugar la derecha busca un elemento desencadenante, seguramente una acción de alto impacto. En este punto se puede enmarcar la acción de esta madrugada, presiones para quebrar a la Fanb, un eventual hecho violento el 23 de enero, así como actos encabezados por sectores armados entrenados en Venezuela y en Colombia. El intento de asesinato de Maduro y de la dirección de la Fanb, en agosto del 2018, con dos drones forma parte de la misma trama.

En el plano internacional existe un cerco construido en cada una de las fronteras venezolanas: Colombia, Brasil y Guayana Esequiba. El elemento más preocupante continúa del lado colombiano, desde dónde se apoya la estrategia paramilitar, y se ha construido un discurso -articulado con medios y políticos venezolanos- que afirma que el gobierno de Maduro ampara grupos armados colombianos en Venezuela, y se han denunciado en los últimos meses supuestas incursiones militares venezolanas del lado colombiano.

Esas variables se encuentran en movimiento y tensión creciente. A todo eso se enfrenta el gobierno de Maduro, y en términos más amplios el chavismo. La última vez que se presentó un escenario similar fue en el 2017. Se sabe, por la dinámica de los ataques, que cada nuevo intento es más violento e incluye más variables que el anterior. Las estrategias tienen lógicas, claves, ritmos.

Los elementos de fortaleza del chavismo residen en la unidad que ha mantenido, fortalecida ante un ataque como este, la capacidad de movilización, y la riqueza de su tejido social, que abarca comunas, al Partido Socialista Unido de Venezuela, a la Milicia Nacional Bolivariana, así como un gran sentido de pertenencia popular. La derecha apuesta a romper esa unidad.

Otra fortaleza del chavismo se encuentra en la articulación geopolítica que ha construido en un continente en su mayoría en manos de derechas revanchistas subordinadas a los EEUU, y las alianzas que ha forjado con otras grandes potencias. El gobierno ha fortalecido vínculos con Rusia y con China en particular, enmarcando la soberanía de Venezuela en la gran pelea internacional. Eso ha significado apoyos diplomáticos, económicos y militares.

La principal fragilidad reside en lo económico, por la acumulación de años de retroceso, la situación actual y las perspectivas. Las causas pueden encontrarse en la combinación de un bloqueo financiero cada vez más amplio, la toma de espacios clave por sectores corruptos -Maduro los nombró como «mafias de la corrupción»-, la caída de la producción de petróleo, atada al bloqueo, y la corrupción, que a su vez crea nuevos negocios; la estructura interna de la economía venezolana, y la falta de claridad respecto a cómo resolver la situación.

Con estas variables nacionales e internacionales, políticas y económicas, resulta difícil pronosticar cuáles serán los eventuales desenlaces. El chavismo dará la pelea, con sus contradicciones, sus fortalezas y su pasión. La decisión final de los golpistas dependerá del desarrollo de las variables, y de la decisión de quien conduce los hilos, los discursos, y financia las acciones, es decir, Estados Unidos.

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