La representante demócrata por Minnesota, Ilhan Omar, la primera musulmana en acceder a un cargo parlamentario en EEUU, apuró al enviado de Donald Trump para «restaurar la democracia» en Venezuela. Y le recordó sus antecedentes en Nicaragua, Guatemala y El Salvador, con el detalle de la masacre de El Mozote. Abrams, condenado por el escándalo Irán-Contras, fue indultado por Bush y coordinó la invasión a Irak y el fallido golpe contra Chávez de 2002. Ante Omar se negó a responder.
Ilhan Omar dio que hablar desde que resultó electa como representante por una agrupación de Minnesota aliada del Partido Demócrata. Primera musulmana, y además de origen somalí, en ocupar una banca en la legislatura estadounidense, su figura tomó mayor relevancia desde que en noviembre pasado, junto con otro grupo de mujeres combativas, entre las que destaca Alexandria Ocasio-Cortez, de origen puertorriqueño, llegaron al Capitolio.
Eliot Abrams, designado por Donald Trump como enviado especial para coordinar las acciones tendientes a sacar del poder al gobierno de Nicolás Maduro, tiene un pasado oscuro que no es precisamente una carta de presentación para defender la democracia en la región.
Eso le recordó Omar, de 37 años, a Abrams, de 71, en una comparecencia en la que el diplomático reclamaba a los diputados que reconocieran al autoproclamado Juan Guaidó como legítimo presidente de Venezuela.
«El 8 de febrero de 1982 usted testificó ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado sobre la política de EEUU con El Salvador -avanza Omar- En esa audiencia usted descartó como «propaganda comunista» el informe sobre la masacre de El Mozote en el que más de 800 civiles, entre ellos niños de dos años, fueron brutalmente asesinados por tropas entrenadas en EEUU», continuó Omar.
Ese hecho, catalogado como genocidio, fue perpetrado por el batallón Atlácatl, que obedecía a la dictadura salvadoreña en el contexto del apoyo del gobierno de Ronald Reagan a los Contra en la Nicaragua sandinista. Entre el 10 y el 12 de diciembre de 1981 realizaron un operativo en las aldeas de El Mozote, La Joya y Los Toriles, en el departamento de Morazán, donde cometieron todo tipo de atrocidades como describió la congresista ante la mirada algo socarrona de Abrams.
Vale la pena transcribir lo más sustancial del cruce:
-Usted dijo que en El Salvador se consiguió un «logro extraordinario». ¿Si o no, sigue pensando eso?
-Desde el día en que el presidente (José Napoleón) Duarte fue electo en una elección libre (marzo de 1984) hasta hoy El Salvador ha sido una democracia. Ese es un logro extraordinario-, respondió enfáticamente Abrams.
El ahora enviado por Trump para Venezuela fue condenado como partícipe del escándalo Irán-Contras por haber ocultado información al Congreso. Indultado por George Bush, aprovechó su expertise para trabajar en la mesa chica que organizó el fallido golpe contra Hugo Chávez en 2002 y la invasión a Irak, en 2003.
Omar nació justamente cuando estos hechos ocurrían en América Central, en 1982, en Mogadiscio, Somalia, en un hogar de clase media en la que era la menor de siete hermanos. Su padre es somalí, su madre era yemenita y murió cuando ella tenía 5 años. La familia, víctima también de la guerra civil que comenzó en 1991 -y de la que el gobierno de Bill Clinton no fue ajeno- terminó en un campo de refugiados en Kenia y en 1995 emigraron a Estados Unidos.
Desde ese lugar es que la joven, que mantiene la cabeza cubierta con un pañuelo, a la usanza musulmana, para mayor tirria de los puristas institucionales, prosiguió su interrogatorio.
-¿Si o no piensa que esa masacre fue un logro extraordinario que sucedió bajo nuestra tutela?
A esta altura, Abrams ostensiblemente molesto, dijo que no iba a responder una pregunta «ridícula» y argumentó que eran «ataques personales».
Era esperable que Omar quería plantear el caso de la República Bolivariana en ese contexto histórico. Por eso su posterior pregunta fue derecho al grano.
-¿Si o no usted apoyaría una facción armada en Venezuela que cometa crímenes de guerra, contra la humanidad o genocidio si creyera que están sirviendo a los intereses de EEUU, tal como hizo en Guatemala, El Salvador y Nicaragua?
Abrams insistió en que no era una pregunta real y que no la contestaría.
-Si bajo sus funciones hay un genocidio y usted mira en otra dirección porque los intereses de EEUU están comprometidos es una pregunta legítima-, culminó la legisladora.
La sesión fue bastante áspera y no fueron pocos los manifestantes como los del grupo denominado Código Rosa, contrarios al guerrerismo estadounidense, que protestaron contra Abrams.
Al mismo tiempo, los ataques contra Ilhan Omar no se hicieron esperar, montados sobre una declaración de hace algunas semanas cuando dijo que hay políticos en ese país que son pagados para apoyar las posiciones favorables a Israel.
El domingo respondió a un tuit que le preguntaba quién creía que pagaba a esos dirigentes con un lacónico «AIPAC», que es un grupo de presión proisraelí.
La polvareda llegó hasta la Casa Blanca y Donald Trump no perdió ocasión de exigir que Omar sea expulsada del congreso por lo que consideró «mensajes antisemitas».
Ante los ribetes que estaba tomando el caso Nancy Pelosi, la jefa de la bancada demócrata, se sumó a la inquietud de muchos de sus correligionarios y exigió a Omar que se retractara.
Omar tomó en cuenta el tirón de orejas, y en un comunicado se mostró agradecida a los colegas que le enseñaron «la dolorosa historia del lenguaje antisemita».
«Mi intención no era ofender a mis administrados o a los judíos estadounidenses.
“Siempre tenemos que estar dispuestos a dar marcha atrás y reflexionar a partir de las críticas, como espero que la gente me escuche cuando otros me atacan por mi identidad», se disculpó.