El FBI realiza una operación que ha acabado con una conspiración mafiosa en la que están implicadas más de 50 personas entre padres y entrenadores
El FBI ha elegido como nombre de su operación el título de una película cuya trama nada tiene que ver con lo sucedido en la realidad. En Varsity Blues (se tradujo como Juego de Campeones en España, 1999), un estudiante de Texas se deja la piel jugando en el equipo de fútbol americano de su instituto para lograr entrar en la prestigiosa Universidad de Brown. La redada que el FBI ha llevado este martes a cabo con más de 200 agentes en seis Estados diferentes nada tiene que ver con el sudor y las lágrimas con las que se forjan los grandes hombres hechos a sí mismos.
El escándalo es mayúsculo por las fibras que toca. Pero es que además envuelve al siempre jugoso Hollywood. Las dos fotografías que todo este martes circulaban por la web mientras sus nombres se convierten en tendencia en Google son las de las actrices Felicity Huffman (Mujeres desesperadas, American Crime)y Lori Loughlin (Padres forzosos). Huffman estaba detenida y a la espera de comparecer ante un juez.
Calificada como el mayor escándalo de fraude en las admisiones universitarias que jamás haya sido procesado por el Departamento de Justicia, la conspiración mafiosa implica a más de cincuenta personas entre padres, empresarios y varios entrenadores universitarios que desde 2011 recibieron hasta 25 millones de dólares para que los hijos de ricos privilegiados (actores de Hollywood y otras celebridades) ingresaran en prestigiosas universidades de Estados Unidos como Georgetown, Yale o Stanford, entre otras. Brown no está en la lista del FBI.
Hubo quien en la noche del lunes se acostó en la comodidad de su vida acaudalada y el martes se despertó envuelto en la Operación Varsity Blues, en medio del mayor escándalo sufrido en el sistema de admisiones para la prestigiosa Ivy League y otras renombradas universidades de Estados Unidos, instituciones famosas por admitir solo a los mejores de entre los mejores.
Puede que en la mayoría de los casos los jóvenes beneficiados no sepan que su futuro fue favorecido por un sabroso soborno, como hizo notar el fiscal a cargo del caso, Andrew Lelling. Los que sí pagarán un precio son sus progenitores y quienes dentro del entramado educativo conspiraron para que los jóvenes lograran una plaza cuando no la merecían, siempre a costa de que un estudiante capacitado quedase fuera de juego. Lo que suceda ahora con aquellos que accedieron al sistema a través de la corrupción no está todavía claro.
Lori Loughlin y Felicity Huffman, dos de las acusadas.
Los cargos que este martes ha hecho públicos el FBI se conocen dos semanas antes de que las más afamadas universidades anuncien las admisiones para la promoción que se licenciará en 2023. Queda por saber si todos los nombres de las listas seguirán en ellas después de que el rodillo del Departamento de Justicia haya iniciado las imputaciones.
En una rueda de prensa en Boston de más de una hora de duración, el fiscal Lelling apuntó su dedo acusador hacia los progenitores. “Los padres son el principal motor de este fraude”, declaró el fiscal, quien recalcó que esos “padres privilegiados” usaron su riqueza para crear un proceso ilegal paralelo de admisiones que favoreciera a sus hijos. Dicho esto, el fiscal dejó claro que lo que no habría en ningún caso sería “un sistema de justicia diferente”. “Las auténticas víctimas de este caso son los estudiantes que se quedaron fuera del proceso para que entraran jóvenes mucho menos cualificados porque sus familias pagaron por su acceso”.
Según el relato de un acusado que ahora colabora con la fiscalía, el modus operandi se basaba en modificar las pruebas académicas de admisión de aquellos hijos cuyos padres habían pagado o crear perfiles falsos de adolescentes que eran atletas en el instituto cuando en realidad no tenían ninguna habilidad deportiva. En el caso de Felicity Huffman, la actriz nominada al Oscar por Transamérica habría abonado 15.000 dólares por el examen modificado de su hija mayor, cuyo padre es el también actor William H. Macy (Fargo, Shameless). Lori Loughlin y su esposo, el diseñador de moda Mossimo Giannulli, también acusado por la fiscalía, habrían acordado pagar medio millón de dólares para que sus hijas fueran incluidas en el equipo de remo de la Universidad del Sur de California. Ninguna de ellas era remadora. Ambas fueron aceptadas en esa universidad.