La forma de actuar del uno por ciento ante Assange, sintetiza exactamente el lugar que ocupan en las sociedades modernas, quienes pretendan modificar el status quo.
El arresto a Assange en tiempos de Estado de excepción global
En las últimas semanas, Wikileaks denunció que el gobierno de Lenín Moreno planeaba la entrega de Julian Assange a las autoridades británicas, quienes hasta este jueves mantenían, al menos, un uniformado debajo de la ventana del baño de la embajada de Ecuador por si, llegado el caso, intentaba escapar a través de ahí.
Con conocimiento de estos hechos, ninguna agencia de prensa corporativa, ni medio de comunicación, instaló una sola cámara en la embajada por si el fundador de Wikileaks era detenido como finalmente sucedió. Si no hubiese sido por la agencia rusa Ruptly, la imagen icónica de Assange gritando durante su arresto por parte de las autoridades británicas habría sido silenciada de la opinión pública internacional.
Antes, en un hecho más que simbólico, el embajador de Ecuador, quien había restringido las comunicaciones de Assange por orden de Lenín Moreno, permitió que los uniformados británicos ingresaran a suelo ecuatoriano y se llevaran preso a uno de sus ciudadanos asilados en la sede diplomática.
Según el medio financiero The Economist, la entrega de Assange forma parte de los cambios de la administración de Moreno luego de la firma de un acuerdo financiero de más de 4 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional.
Como en un intercambio de prisioneros de la Guerra Fría, al margen de la legislación internacional, Moreno violó los derechos de un ciudadano ecuatoriano, refugiado, a cambio de dinero del FMI después de que Wikileaks, en medio de una guerra informativa por proteger a Assange, revelara que el presidente tiene relación con una cuenta offshore que recibió dinero de una corporación de China, beneficiada con la construcción de una hidroeléctrica en ese país.
De esta forma, uno puede observar como por la vía de los hechos, los Estados potencia y las corporaciones instrumentalizan un régimen de excepción que se salta sus propias reglas del derecho internacional para ir en contra de individuos, grupos de personas o Estados que sean contrarios a sus intereses. La doctrina Assange, con la cual se justifica su detención, dicho sea de paso, tiene el mismo molde de las agresiones contra Venezuela.
El escarmiento y la tortura pública como forma de ejecución simbólica
El experto sobre torturas de la ONU, Nils Melzer, afirmó unos días antes de la detención de Assange, que EEUU podría «exponerlo a un riesgo real de violaciones graves de sus derechos humanos, incluida su libertad de expresión, su derecho a un juicio justo y la prohibición de tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes».
Según Melzer, «la extradición sin garantías de debido proceso, incluida una evaluación individual del riesgo y medidas de protección adecuadas, viola el derecho internacional, en particular si el Estado de destino aplica la pena de muerte y no ha revelado los cargos penales contra la persona interesada». En tales casos, explica, el principio legal internacional de «no devolución es absoluto, independientemente de las consideraciones de seguridad nacional, conveniencia política o cualquier otra consideración similar».
La justicia británica ordenó su detención por violar la libertad condicional, otorgada en este país, inmediatamente después de que el Departamento de Justicia informara que Estados Unidos pedirá su extradición por haber conspirado con Chelsea Manning, una analista de inteligencia del Departamento de Defensa, para filtrar miles de documentos secretos sobre la política de Washington en todo el mundo.
Por la acusación, Assange puede afrontar cinco años de cárcel, sin embargo, como es común en estos casos, los cargos en su contra pueden ir acumulándose una vez esté en Estados Unidos con el objetivo de que nunca salga de la cárcel.
Más allá de la parcialización de la justicia, el experto de la ONU sobre la tortura revela un hecho que se observa en la evolución del aspecto físico de Assange: su salud está en grave deterioro y en riesgo de vulnerabilidad extrema.
En ese sentido, el acoso y derribo por parte de las autoridades estadounidenses, británicas y, ahora, ecuatorianas, ha generado que, por la vía de los hechos, Assange estuviera aislado en los últimos días y bajo la amenaza de ser detenido.
Lo que usualmente se le hace a quienes filtran información de interés es perseguirlos físicamente y moralmente hasta llevarlos a un estado de completa fragilidad personal. En cierto punto, las ejecuciones públicas ya no son como antes, con horcas y fusilamientos, sino a plena luz del día. El dato más elocuente de este escarmiento es que Assange pasó siete años de su vida encerrado en un edificio sin que pudiera ejercer ninguna de sus libertades y derechos.
La conclusión, más que demoledora, es que ninguno de los mitos del liberalismo, como la democracia, la libertad y los derechos humanos, están reservados a quien atente contra uno de sus pilares fundamentales: el sepulcral silencio alrededor de cómo las riquezas se fundan en base al saqueo y la sangre de los más pobres del mundo.
El final de la política y los modos de «gobernar»: un poder sin mediaciones
Una de las primeras revelaciones de Wikileaks fue un vídeo de la Fuerza Aérea de Estados Unidos en la que dos pilotos de helicópteros se reían de una docena de muertos, producto de un bombardeado a civiles en un barrio de Bagdad con la excusa de un supuesto enfrentamiento. La revelación formó parte de una serie de documentos secretos que se convirtieron en el museo del horror de la política de Estados Unidos en todo el mundo.
Si bien el nivel de exactitud de cada de uno de los crímenes de los mandaderos de Washington fue expuesto en una base de código abierto, ninguno de ellos supuso ningún tipo de sorpresa después de los mitos de las armas de destrucción masiva para bombardear Irak y la Guerra contra el Terror inaugurada por George Bush hijo.
Ningún político, empresario o embajador de Estados Unidos fue investigado por alguna de estas revelaciones, como es costumbre, pero éstas tocaron el corazón profundo de eso que se le llama el Establecimiento, o el 1%, quien según estudios pone el 80 por ciento del dinero que reciben los dos principales partidos políticos de Estados Unidos.
Wikileaks desde ese momento se transformó en un grupo de acción política en red con importantes capacidades de influencia en la escena de la política occidental. Lo que se vio en toda su dimensión cuando filtraron los correos de John Podesta, jefe de campaña de Hillary Clinton, como una forma de detener al más exacto y fiel reflejo de la política al servicio de las corporaciones.
La historia es conocida: Hillary Clinton perdió frente a Trump y Wikileaks justificó ir en su contra para evitar una guerra a gran escala entre Estados Unidos y Rusia, como planificaban asesores neoconservadores de Clinton como Robert Kagan. Según Michel Reid, editor para América Latina de The Economist, por este tipo de acciones Assange «no representa la libertad de expresión, sino la subversión de la democracia».
Así es que la persecución contra Assange y Wikileaks viene orquestada desde la mayoría de las agencias de seguridad de Estados Unidos por lo que Reid señala: subvertir una democracia corporativa donde el uno por ciento más rico pone 34 dólares en lobby político por cada uno invertido por sindicatos o grupo de interés público.
Sin mediaciones, el poder actúa violando sus propias reglas aun cuando las acciones de Wikileaks llevaron a la presidencia a un candidato como Trump, manufacturado por otra parte de esos mismos ricos del uno por ciento que aprovecharon el descontento que existe contra el establisment corporativo que hoy pone preso a Assange.
Después de todo, en un tiempo donde los mitos fundacionales del capitalismo moderno se corroen, en el mismo momento en que una parte del globo precariza su vida y pierde estatus social aceleradamente, el 1% intenta afinar sus herramientas de control social, cada vez más hipertecnificadas (inteligencia artificial, bigdata o robótica), para limitar cualquier forma política que dé cauce al descontento por fuera de los canales controlados por esta minoría.