El uruguayo Luis Almagro, pese a sus volteretas políticas, trabaja hoy en los pasillos de Washington por reelegirse como secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando América Latina y el Caribe sufren gran inestabilidad.
Fuentes cercanas al organismo regional aseguran que ser elegido por segunda vez en marzo próximo no le será fácil, pese al declarado apoyo de Estados Unidos y de algunos de los gobiernos que conformaron el ya disminuido Grupo de Lima, para hostigar y agredir a Venezuela.
Incluso, acaba de recibir el agradecimiento del golpista boliviano Luis Fernando Camacho -quien se postulará como candidato presidencial en las próximas elecciones del país andino- por su “objetividad e imparcialidad”.
A diferencia de 2015, cuando fue electo sin rivales con 33 votos y una abstención, ahora -conocida su controvertida posición durante varias crisis regionales- deberá competir contra dos aspirantes de contundentes trayectorias y creciente apoyo diplomático.
En las últimas semanas, quedaron formalmente presentadas las candidaturas de María Fernanda Espinosa, de Ecuador, y Hugo de Zela, de Perú, cada cual con su programa, pero coincidentes, según las mismas fuentes, en la búsqueda de consensos y en distanciarse del trabajo divisionista de Almagro.
La diplomática ecuatoriana, de 55 años de edad, fue canciller de su país y presidenta de la Asamblea General de Naciones Unidas y, de tener éxito, sería la primera mujer en conducir la OEA desde su fundación en 1948.
Por su parte, el peruano es un diplomático de carrera de 68 años de edad, con vasta experiencia en Argentina, Brasil y Estados Unidos, entre otros países, y en la propia OEA, como representante permanente de su nación y como jefe de Gabinete de dos secretarios generales anteriores.
Todavía es temprano para pronosticar el nivel de apoyo que pudieran obtener Espinosa o De Zela, pero el gobierno de Estados Unidos ya adelantó su total respaldo a Almagro, de 56 años de edad, describiéndolo como un candidato ‘súper bien calificado’.
El subsecretario interino de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Michael Kozak, aseguró recientemente que Washington respaldará a Almagro para que continúe su mandato y “tenemos la intención, agregó- de hacer todo lo posible para asegurarnos de que así sea”.
El 2015, Almagro se convirtió en el décimo secretario general de la OEA, al suceder al chileno José Miguel Insulza, de 76 años de edad, luego de que se retiraran de competencia sin mayores explicaciones el exvicepresidente guatemalteco Eduardo Stein (74) y el excanciller peruano Diego García-Sayán (69).
Durante su mandato, Almagro intentó enfrentar estallidos sociales en Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Brasil con sospechosas acciones de monitoreo electoral y confusas y provocadoras declaraciones, que encontraron resistencia en cancillerías de América Latina y el Caribe.
Recientemente, sostuvo que combatir la violencia que se ejerce contra defensores de los derechos humanos es una responsabilidad de los gobiernos, pero también de los ciudadanos. Y, subrayó que ‘los derechos humanos en todo el continente tienen enemigos peligrosos’, sin definir si se trataba de los manifestantes o de los represores.
Reafirmó, no obstante, su apoyo irrestricto al anuncio de la administración de Washington que declara a Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional, la economía y la política exterior de Estados Unidos”.
Estuvo al frente de la OEA durante el auge de gobiernos neoliberales en Argentina y Brasil, la represión en Honduras, la judicialización de los expresidentes de Argentina, Ecuador y Brasil, e intentos de desestabilización de Nicaragua.
La lista es larga, pero Almagro atiende con especial entusiasmo los temas de su preferencia: Nicolás Maduro en Venezuela y Evo Morales en Bolivia, aunque no perdona la legítima reelección de Roosevelt Skerrit en la diminuta isla caribeña de Dominica.
Casado con una diplomática sudafricana, tras divorciarse de una funcionaria de la cancillería uruguaya, tiene siete hijos, criados en varios países, donde sirvió cono funcionario de gobierno.
Los que no lo conocen bien, todavía creen en los restos de prestigio que le otorgó el hecho de haber sido canciller de Uruguay durante cinco años, en el gobierno popular de José “Pepe” Mujica (2010-2015), pero esa es historia vieja.
Al Movimiento de Participación Popular, integrante del gobernante Frente Amplio, con el que fue electo senador en 2014, había llegado luego de navegar por varias corrientes del derechista Partido Nacional.
Al distanciarse de Almagro, Mujica le señaló en una carta: “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”. El actual presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez, también tomó distancia de Almagro.
Tras declarar en 2018 que “no se debía descartar ninguna opción, incluyendo la militar” frente a Venezuela, fue expulsado del Frente Amplio por un Tribunal Disciplinario de esa colectividad.
En marzo venidero, de ser reelecto Almagro, los observadores se preguntan si seguirá impulsando los mandatos neoliberales de Estados Unidos o si intentará escuchar los crecientes reclamos populares de la región.
Además, ¿será capaz de trabajar por la integración regional junto con México, al frente de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que ha declarado esta región una Zona de Paz?