Alfredo Zaiat
Los países podrían financiar medidas contra la pobreza extrema, el COVID-19 y la crisis climática si recuperaran los miles de millones de dólares que se pierden por el fraude fiscal, la corrupción y el lavado de dinero. A esta conclusión muy crítica del funcionamiento del sistema económico y financiero global desregulado arribó el Panel de Alto Nivel sobre Responsabilidad, Transparencia e Integridad Financieras Internacionales (FACTI) en su último reporte.
El Panel, formado por exdirigentes de todo el mundo y de bancas centrales, líderes del sector empresarial y de la sociedad civil y personalidades del ámbito académico, ofrece un dato contundente. Hasta un 2,7% del PIB mundial anual suman operaciones de lavado de dinero, mientras que las corporaciones que buscan jurisdicciones libres de impuestos privan a los países de hasta 600.000 millones de dólares al año.
Por América Latina participan en el Panel José Antonio Ocampo, ex ministro de finanzas de Colombia, y la experta chilena en fiscalidad corporativa, Magdalena Sepúlveda. Los flujos financieros ilícitos provenientes del abuso fiscal, la corrupción transfronteriza y el crimen financiero transnacional desvían cuantiosos recursos del desarrollo sostenible, empeoran las desigualdades, alimentan la inestabilidad, minan la gobernanza y resquebrajan la confianza pública.
En definitiva, el reporte sentencia que los flujos financieros ilícitos contribuyen a que los Estados no puedan cumplir con sus obligaciones en materia de derechos humanos.
Millonarios
En ese grupo de la ONU participa Dalia Grybauskaitė, copresidenta de FACTI y expresidenta de Lituania, quien denuncia: «Un sistema financiero corrupto y fallido es un sistema que roba a los pobres y priva al mundo entero de los recursos necesarios para erradicar la pobreza, recuperarse del COVID-19 y encontrar soluciones a la crisis climática».
Pese a la peor crisis global de por lo menos cien años, la riqueza de los multimillonarios ha aumentado 27,5%. Al mismo tiempo, 131 millones de personas han caído en la pobreza debido al coronavirus. El informe revela que una décima parte de la riqueza mundial podría estar oculta en activos financieros extraterritoriales, lo cual impediría que los países recauden su parte de impuestos.
El último reporte de Tax Justice-Oxfam Internacional es impactante. En «El virus de la desigualdad» destaca que a pesar de la inmensa crisis económica global por el coronavirus, los mega ricos han recuperado su nivel de riqueza con el repunte de los mercados de valores.
Desigualdad
La riqueza total de los millonarios ascendía a 11,95 billones de dólares en diciembre de 2020, cifra equivalente al gasto total de los países del G20 para atender la emergencia de la pandemia.Mientras, las personas en mayor situación de pobreza podrían necesitar más de una década para recuperarse de los impactos económicos de esta crisis.
Irene Ovonji-Odida, miembro de Independent Commission for the Reform of International Corporate Taxation (ICRICT), afirma: «La creciente desigualdad que vemos hoy en el mundo no es sólo entre países —que es un problema importante—, sino también dentro de los países. Incluso en las economías avanzadas, hay una creciente desigualdad».
Para agregar: «Los flujos financieros ilícitos son realmente una sangría para los recursos de todos los países, y suponen un enorme coste para los ciudadanos de a pie, en todo el mundo. Los países en desarrollo se ven mucho más afectados, pero es un problema para todos. Por eso necesitamos que todos los países se sumen para negociar juntos y cambiar las reglas».
Abusos
Sepúlveda señala que «el mundo enfrenta un retroceso histórico en el desarrollo humano, la peor crisis de salud en un siglo, una catástrofe medioambiental en aumento y desigualdades crecientes, una escasez de inversión necesaria para resolver el caos resultante».
Para mencionar que en este momento lo que plantea el Panel es que «los Gobiernos pueden redirigir los miles de millones de dólares recuperados por frenar el abuso fiscal, la corrupción y el lavado de dinero, para financiar acciones críticas sobre la recuperación del COVID-19, los servicios públicos para el cumplimiento de los derechos humanos, enfrentar la extrema pobreza y la crisis climática”.
El panorama de las finanzas globales aparece distorsionado por los vacíos, lagunas y deficiencias normativas y de aplicación, que abonan el terreno para los abusos fiscales, la corrupción y el blanqueo de dinero. Estos flujos financieros ilícitos suponen un robo por partida doble puesto que la expropiación de los fondos priva, a su vez, a miles de millones de personas de un futuro mejor.