Colombia, un silencio de tumba

Fabrizio Casari

* “Si un solo manifestante hubiera sido asesinado en Managua o en La Habana, los ríos de indignación y la condena unánime de los hipócritas todopoderosos ya habrían atascado las pantallas”.

El narcogobierno colombiano abre fuego contra los manifestantes. Hay 24 asesinados y más de 800 heridos tras 4 días de protestas.

Duque reúne la esencia del uribismo: eliminación sistemática de opositores, ideología fascista, servilismo total a EEUU, represión de los movimientos sociales y traición a los acuerdos de paz. Todo ello mientras apoya logísticamente los planes golpistas contra Venezuela.

Si un solo manifestante hubiera sido asesinado en Managua o en La Habana, los ríos de indignación y la condena unánime de los hipócritas todopoderosos ya habrían atascado las pantallas.

La UE, que sanciona a Venezuela y a Nicaragua por violaciones inventadas de los derechos humanos, ya demostró lo que quiere decir al respecto cuando recibió con todos los honores a Salvatore Mancuso, el jefe de las AUC, una horda de criminales especializados en las masacres de campesinos desarmados contados como guerrilleros, en un país que se ha convertido en un laboratorio de atrocidades y transformado en una enorme base militar estadounidense.

Para los manifestantes desarmados asesinados a sangre fría hay silencio del Grupo de Lima y de Washington. Hasta el secretario general de la OEA, Almagro, y la Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Bachelet, siempre pródiga en condenas a Venezuela y Nicaragua, ante la barbarie uribista guardan silencio.

Un silencio de tumba.

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