John Sherrard
* No por casualidad el dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle lo escogió como lugar de destino luego de ser derrocado por el sandinismo en 1979. Ahí fue ajusticiado por un comando argentino en 1980 en Asunción, la capital paraguaya.
En uno de los países más desconocidos de Sudamérica se fundó nada menos que el primer partido nazi fuera de Alemania. Nació en el año 1929, cuatro años antes del ascenso al poder en Alemania de Adolf Hitler. A lo largo de su historia, Paraguay, caracterizado por sus regímenes autoritarios, ha sido refugio de militantes de extrema derecha y toda suerte de criminales.
Paraguay es una incógnita en Sudamérica, es casi como si una cortina de hierro lo rodeara, sumiéndolo en una gran ausencia dentro del concierto de voces latinoamericanas. Bolivia, Uruguay, Ecuador, países algo similares en cuanto a tamaño del territorio, han recibido mayor atención y estudio por parte de académicos y medios de comunicación.
Pero Paraguay siempre ha estado invisibilizado, salvo para países vecinos como Argentina y Brasil, donde es nombrado por su éxodo migratorio y por ser un enclave tomado por el crimen organizado, dedicado a la producción y tráfico de drogas, así como al contrabando y lavado de activos. En los últimos tiempos, además, este país mediterráneo, ha saltado a titulares internacionales por la crisis climática que se encuentra viviendo producto de su economía orientada al extractivismo.
El silencio histórico en torno a Paraguay no ha sido una casualidad ni puede explicarse totalmente a raíz de su aislamiento geográfico. Es también producto de su historia política, decidido por sus élites locales y también internacionales.
Podríamos afirmar que tuvo su origen en las dictaduras del José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), que aisló al país para preservar su independencia. Así mismo, cabe resaltar la Guerra del Paraguay (1864-1870) donde fue aniquilado 2/3 de la población, hecho que puede considerarse un genocidio, además de las pérdidas significativas de territorio a mano de sus dos grandes vecinos con participación de Uruguay y, de acuerdo a algunos historiadores, financiamiento del Reino Unido.
Sin embargo, que Paraguay prácticamente no haya existido en el mapa mundial durante el siglo pasado fue beneficioso para grupos y personas de ideología ultraderechista, criminales y aventureros dedicados a negocios turbios. Algo que ha prevalecido aún en estas primeras décadas del siglo XXI.
La importante migración alemana que recibió ese país a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, asentándose en colonias, fue semillero de grupos nazis con fuertes ideas racistas y eugenésicas. El intelectual paraguayo de origen judío Alfredo Seiferheld explica en su libro “Nazismo y Fascismo en el Paraguay” (2020):
“El Paraguay ofrecía condiciones particularmente favorables a la expansión de la doctrina nacionalsocialista. Casi treinta mil alemanes, nativos y descendientes, se hallaban esparcidos en diversas colonias y ciudades; cinco mil de ellos tenían preponderancia en el comercio, la banca y otras actividades empresariales. El Paraguay había conocido además, el primer intento de colonización germana promovido por la segregación racial, muy acorde al pensamiento nacionasocialista de los años treinta”.
El mismo autor relata (2020) respecto al Paraguay: Su cuerpo social se contagió del virus fascista y de la doctrina racial nazi que predicaba la segregación y la superioridad aria. Mientras contingentes de judíos buscaban refugio en algún rincón del mundo, la tesis de su minusvalía llegó al Paraguay bloqueando su ingreso. Con todo, muchos eludieron las restricciones legales, y provistos de documentación incompleta o adulterada traspusieron sus fronteras.
En los últimos años en Paraguay han visto la luz algunos libros y reportajes periodísticos dedicados a la presencia de nazis en el país después de la Segunda Guerra Mundial, como por ejemplo: Mengele en Paraguay (2018), del periodista Andrés Colmán Gutiérrez y Un nazi en el sur: El carnicero de Riga en Paraguay (2017), del también periodista Juan Cálcena Ramírez.
Tal como ocurrió en otros países sudamericanos como Argentina, Brasil o Venezuela, Paraguay refugió a numerosos actores del nacionalsocialismo, lo cual no constituye particularmente tampoco una sorpresa. No obstante, Paraguay tuvo durante casi 35 años un dictador de extrema derecha y de origen alemán, el general Alfredo Stroessner. Fue la dictadura más larga de América del Sur, iniciada en 1954 y finalizada en 1989.
Pero antes de hablar de la dictadura estronista es preciso mencionar brevemente algunos antecedentes relevantes. Uno fue la Guerra Civil de 1947. El ejército colorado, de tendencia nazifascista, con un apoyo clave del general argentino Juan Domingo Perón, derrotó a las fuerzas revolucionarias conformadas por liberales, febreristas y comunistas.
Desde ese año y hasta el día de hoy, persiste lo que se denomina la “hegemonía colorada”, es decir, el dominio del Partido Colorado (cuyo nombre original es Asociación Nacional Republicana) en la vida política paraguaya.
El triunfo colorado en 1947 fue clave para el sostén de la entonces dictadura del general Higinio Morínigo (1940-1948), apoyada en grupos paramilitares como los guiones rojos en las zonas urbanas y los pynandi (pies descalzos en lengua guaraní) en las zonas rurales.
Esta guerra civil fue aún más cruenta que la Guerra del Chaco (1932-1935), caracterizándose por el sadismo y saña con que actuó el bando colorado, y representó un éxodo masivo de personas a la Argentina, que acogió cientos de miles de paraguayos refugiados.
La segunda dictadura sostenida por el Partido Colorado, la del general Alfredo Stroessner, sería la más larga y la que consolidaría el engranaje que haría del Paraguay un territorio seguro para nazis, fascistas, franquistas y para el crimen organizado. Simpatizante de Adolf Hitler y del nazismo, Stroessner fue hijo de un inmigrante alemán afincado en la ciudad de Encarnación.
Fueron casi 35 años de terrorismo de Estado en donde fueron perseguidas, expulsadas, desaparecidas o ejecutadas grupos y personas, ya sea de tendencia de izquierdas o simplemente críticas u opositoras. El dictador de ascendencia alemana refinó un sistema de espionaje ya vigente en la dictadura de Morínigo, el de los pyragüé (en lengua guaraní pies peludos) que es como se conocía a los delatores.
Los pyragüé estaban diseminados por doquier. El estronismo supo generarse una base sólida a raíz de prebendas y del clientelismo; además de premiar con cargos públicos, salarios estatales, impunidad para el contrabando u otras actividades ilícitas, la dictadura logró hacerse de una gran cantidad de personas asalariadas cuya función era delatar a familiares, amigos, vecinos, conocidos o cualquier persona estimada sospechosa. Los “Archivos del Terror” descubiertos en 1992 constituyen una evidencia de esto.
Una cuestión pendiente que habría que abordar con mayor profundidad es el supremacismo blanco durante la dictadura estronista, lo cual se manifestó en hechos como el genocidio aché, el asesinato y expulsión de varios pueblos indígenas de sus territorios para la ocupación de grupos colonizadores, la imposición de una visión cultural homogénea y eurocéntrica en detrimento de la diversidad cultural existente, y muy importante, la persecución de la lengua guaraní y de otras lenguas originarias presentes en territorio paraguayo.
Stroessner no solo dio cobijo a una importante cantidad de nazis alemanes. El medio español El Salto reporta cómo militantes de la ultraderecha española, muchos buscados por la justicia, encontraron allí refugio resaltando dicho diario cómo “el Paraguay de los años 80 era uno de los santuarios de la extrema derecha”. El español El País también en los años 80, resalta cómo “Paraguay es el paraíso predilecto de los ultraderechistas españoles evadidos de la justicia”.
En otro artículo del mismo año el mismo diario ilustra cómo muchos de estos franquistas españoles vinieron al Paraguay a dedicarse al contrabando, y se convirtieron en hurreros (animadores en eventos políticos o públicos) colocándose la tradicional pañoleta roja en apoyo al general Stroessner y su partido.
Una curiosidad: un grupo de ultraderecha denominado Círculo Euroamericano de Arte y Cultura (CEAC), realizó un homenaje al dictador español Francisco Franco por el décimo aniversario del fallecimiento de éste, con protección de la policía. El acto fue al pie del monolito en honor al general español, ubicado en las calles Kubitschek y la entonces denominada Generalísimo Franco en la ciudad de Asunción.