Stephen Sefton
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y la fundación de las Naciones Unidas en 1945, el truco más hábil y adepto de Estados Unidos y sus aliados ha sido proyectarse como honrados defensores de los más altos principios y valores morales de la humanidad. Desde luego, los países imperialistas occidentales siempre han sido violadores del derecho humanitario, iguales o peores que la Alemania Nazi.
Muchas veces se olvida que la destrucción por bombardeo incendiario de Tokio y Dresden en 1945 por Estados Unidos y sus aliados, mató a cientos de miles de civiles, igual que la destrucción de Hiroshima y Nagasaki por las bombas atómicas estadounidenses. Pocos años después, Estados Unidos y sus aliados, bajo la autoridad de las Naciones Unidas, mataron a más de un millón de civiles coreanos durante la guerra de Corea entre 1950 y 1953.
Esta variedad de terrorismo masivo contra las poblaciones civiles por medio de bombardeos indiscriminados, ha sido la práctica común de los grandes poderes occidentales en sus guerras imperialistas desde la introducción de la aviación militar durante y después de la Primera Guerra Mundial. Se practicaba aquí en Nicaragua contra las comunidades que apoyaban a nuestro General Sandino.
Lo que veamos ahora en las masacres perpetradas por Israel contra la indefensa población civil de Gaza, es la misma política genocida practicada por Estados Unidos y sus aliados, como Reino Unido y Francia, en sus guerras en Corea, Argelia y Vietnam y sus ataques contra Serbia, Irak, Afganistán y Libia.
Cuando no pueden justificar el uso de la agresión militar directa para lograr sus objetivos geopolíticos, los países occidentales nunca han vacilado en desplegar otras variedades de terrorismo. Desde 1945 hasta medianos de la década de los 1950s, Estados Unidos y sus aliados reclutaron, financiaron, entrenaron, y armaron a decenas de miles de antiguos colaboradores nazis en la Ucrania soviética para desestabilizar esa región y también parte de Polonia. La campaña causó la muerte de cientos de miles de civiles.
Estados Unidos y sus aliados hacían lo mismo en Tíbet para hostigar a la República Popular China, causando la muerte de decenas de miles de civiles durante casi veinte años desde los años 1950s hasta el inicio de los años 1970s. En los años 1990s, Estados Unidos y sus aliados europeos apoyaron a las bandas terroristas de Chechenia para agredir a la población civil de esa región y provocar acciones terroristas en Rusia.
En años recientes, los gobiernos occidentales han apoyado la insurrección en Hong Kong y las insurgencias armadas en Myanmar con el mismo fin de su apoyo anterior a la campaña de violencia en Tíbet, de sabotear el desarrollo económico regional promovido por China.
Durante los años 1970s y 1980s, los países occidentales también promovieron movimientos terroristas como Renamo y Unita en apoyo al régimen del apartheid en Sudáfrica, para desestabilizar los gobiernos revolucionarios de Mozambique y Angola, y mantener su control del territorio de lo que ahora es Namibia.
Fue la acción armada solidaria de Cuba que permitió llevar la posibilidad de la paz a la región. En el caso de la agresión contra el hermano pueblo cubano, aparte de la agresión directa de la fallida invasión mercenaria en Playa Girón, la campaña de terrorismo armado por mercenarios patrocinados por las autoridades de Estados Unidos incluía numerosos incidentes de asesinato masivo.
En diferentes momentos Estados Unidos ha facilitado más de 70 ataques con bombas en Cuba que causaron un total de más de tres mil muertos civiles y un número similar de personas heridas que quedaron con seria discapacidad. Entre todos estos ataques el más mortífero fue la destrucción del avión de la aerolínea cubana sobre Barbados que mató a más de setenta personas en 1976.
Los responsables de esa atrocidad, los terroristas Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, se ufanaron en público de su crimen y vivían libremente en Miami hasta su muerte. Esta campaña de terrorismo contra Cuba fue íntimamente ligado al Plan Condor, operado principalmente por los regímenes de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Junto con Estados Unidos, estos regímenes desarrollaban una modalidad de terrorismo de estado total, en que las autoridades asesinaron a decenas de miles de personas e instauraron la tortura como una práctica sistemática contra sus poblaciones.
En años recientes, Estados Unidos y los países de la Unión Europea han colaborado para agredir a la hermana República Bolivariana de Venezuela con agresión económica, ataques mercenarios, sabotajes del sistema nacional de energía eléctrica y del sistema de producción petrolera.
También han desplegado intentos golpistas en diferentes ocasiones, desde las guarimbas de 2014 hasta el intento de 2019 en la frontera con Colombia. El golpe de 2019 en Bolivia y el fallido intento de golpe en Nicaragua, fueron variantes de este mismo tipo de terrorismo. La modalidad de apoyo a movimientos terroristas de parte de Estados Unidos y sus aliados, se ha adaptado para agredir durante muchos años a Irán y a Siria. Allí, los gobiernos occidentales siguen apoyando a los mismos grupos terroristas que falsamente dicen que están combatiendo.
Todos se derivan de una u otra manera de ISIS y Al Qaeda. De hecho, los países de la OTAN apoyaban a grupos ligados a Al Qaeda para destruir a Libia 2011 y estos mismos grupos pasaron a desestabilizar a toda la región de África Oeste. Para los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea, el apoyo al terrorismo al por menor con fines de corto y mediano plazo, es meramente otro componente rutinario de su política externa en las diferentes regiones del mundo.
Mientras despliegan varias modalidades del terrorismo en menor escala a nivel regional, al más alto nivel estratégico los poderes occidentales pretenden hostigar e intimidar al mundo entero con el poderío de su armamento nuclear. Durante décadas Estados Unidos, Francia y Reino Unido han abusado de su capacidad de agresión nuclear para justificar su anacrónico poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Ante las claras intenciones agresivas occidentales, la Unión Soviética y luego la República Popular China se veían forzadas a desarrollar su capacidad de armamento nuclear disuasivo. Los acuerdos y tratados sobre el control de los armamentos nucleares han sido clave en la prevención de la guerra nuclear desde los años 1970s.
El marco original de estos acuerdos internacionales fue el llamado SALT, el acrónimo inglés para las Negociaciones para la Limitación de las Armas Estratégicas. Estas negociaciones resultaron en el Tratado sobre Misiles Antibalísticos, después en el Tratado para la Reducción de las Armas Estratégicas y el Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio.
Este sistema de control de las armas nucleares mantenía el mundo a salvo de una guerra nuclear durante cincuenta años. Ahora, Estados Unidos se ha retirado de la mayoría de estos acuerdos y tratados mientras, junto con sus aliados de la OTAN, ha confirmado abiertamente que uno de sus objetivos estratégicos es la derrota de la Federación Rusa y tiene desplegado misiles en Europa Este capaces de alcanzar a Moscú en menos de diez minutos.
De esa manera, el terrorismo estratégico de los países de la OTAN lleva al mundo de regreso a una situación en que la amenaza de una guerra nuclear es otra vez una permanente realidad inquietante. Aunque ahora, por primera vez, el balance estratégico tecnológico favorece a la Federación Rusa, el peligro principal parece ser que Estados Unidos y sus aliados podrían decidir lanzar un ataque nuclear ante el colapso de su capacidad militar convencional, lo cual ha quedado más que demostrado por la derrota de la ofensiva de la OTAN contra Rusia en Ucrania.
Mientras la doctrina militar estratégica de la República Popular China y de la Federación Rusa rechaza una política de iniciar un ataque nuclear, la doctrina militar de Estados Unidos contempla el uso de sus armas nucleares en cualquier conflicto que su gobierno considera involucra los intereses estratégicos del país.
Ante toda esta historia de terrorismo en todas sus variedades, las y los líderes occidentales insisten que tienen las mejores intenciones y siempre actúan en defensa de la humanidad. Para sostener esta perversa mentira, las clases gobernantes en Estados Unidos y sus países satélites han ingeniado muy eficaces modalidades de la guerra psicológica, tanto para distraer y engañar a la opinión mundial, como la opinión pública en sus propios países. Para aplicar la guerra psicológica contra las mentes e imaginaciones de sus poblaciones, envenenan las fuentes de información de manera sistemática.
Un puñado de grandes empresas corporativas de la clase gobernante controlan la producción y difusión de las noticias. El sistema de Hollywood y otros centros de la industria corporativa de entretenimiento monopolizan la producción y transmisión tanto de constantes mensajes propagandísticos abiertos como de incesantes sugerencias subliminales.
Poderosas instituciones del complejo industrial no gubernamental y de la producción académica y científica dictan y forman la vida intelectual y emocional de sus poblaciones. Desde luego, todo este sistema de empresas, organizaciones e instituciones siempre ha actuado para proteger el poder, control, influencia y prestigio de las clases gobernantes.
Su funcionamiento nunca ha sido más evidente y visible desde los tiempos del macartismo en los años 1950s que ahora. En los últimos treinta años, a las variedades tradicionales de la censura, se han añadido nuevas modalidades de control intelectual por medio de los avances tecnológicos ligados al internet y los dispositivos portátiles personales.
Las grandes plataformas digitales permiten cancelar las opiniones, los escritos, los videos y audios de los individuos y las organizaciones o parcialmente para limitar su audiencia o por completo. En estos momentos la censura en las plataformas digitales e incluso, en Europa, la represión estatal, ha llegado al extremo de intentar prohibir las expresiones de la solidaridad con el pueblo palestino.
El fallido golpe terrorista de 2018 en Nicaragua, demostró cómo la capacidad de censura de los Estados Unidos, sus gobiernos aliados y sus intereses corporativos facilita sus terroristas guerras psicológicas contra todos los pueblos y gobiernos que defienden su autodeterminación e independencia, su cultura e identidad nacional. Como dijo nuestro Canciller Denis Moncada en Telesur hace poco, “Los Pueblos están interesados, activos y moviéndose precisamente para crear un Mundo Multipolar, un Mundo realmente Libre, Independiente, Justo, Respetuoso entre los Estados y Gobiernos.”
Esta es la visión con que nuestro Comandante Daniel defiende la Paz y la Dignidad Nacional y por qué él y la Compañera Rosario insiste con tanta pasión y convicción «Somos bendecidos, privilegiados, con una Cultura que nos llega por Tradición, por Historia, una Cultura que és de Poesía y que és de Valor, de exigencia de lo que merecemos: Soberanía, Dignidad, Paz!».