Fabrizio Casari
América Latina muestra, en los últimos años, signos contradictorios que la sitúan entre un gran diseño de emancipación y una gran moda del payaso. Empujes centrífugos y procesos sociopolíticos aparentemente de izquierda (a falta de evidencias) y dinámicas de liberación del papel de protectorados de los EEUU dibujan su contradictorio contexto, no exento de incógnitas.
En el continente está en juego una parte fundamental de la dimensión imperial residual de Estados Unidos, que en el saqueo de todo lo que hay y en la prevención de lo que aún no hay, ha construido su superpotencia universal, pasando de potencia a superpotencia.
Pero los cambios que se están produciendo a nivel global asignan al subcontinente como tal y a cada uno de los países que lo habitan un papel más decisivo que el sostenido en el pasado, tanto en la era bipolar como en la unipolar. En este sentido, América Latina ha vuelto a ser de gran interés para los intereses norteamericanos, que no han tardado en manifestarse a través de injerencias directas e indirectas encaminadas a recuperar el terreno que ocupó en décadas anteriores, incluso el perdido sólo parcialmente.
En algunos casos hay payasos que se convierten en presidentes, en otros presidentes que se convierten en payasos. En el primer caso está definitivamente Milei como ejemplo. Collar y bozal a Milei se lo pone el Fondo Monetario Internacional. Buenos Aires tiene una deuda de 44.000 millones de dólares con el FMI, negociada en 2018 por el entonces presidente Mauricio Macri, hoy principal aliado de Milei. La nueva financiación del FMI en ningún caso permitirá la recuperación económica, y menos en un marco de deconstrucción del sistema público argentino.
Por el contrario, la imposición de los nuevos «ajustes estructurales» a los que el FMI obliga a los países a los que concede préstamos, y que en este caso concreto no se aparta demasiado del programa destructivo del loco de la Casa Rosada, se traducirá en la expulsión definitiva del Estado de bienestar del presupuesto, el avance progresivo de la dolarización (como en los tiempos de Menem y Cavallo) y la reconversión de Argentina en un granero y una carnicería destinada a la exportación al Norte a precios de extremo Sur.
Pero no es casualidad que, durante su viaje a EEUU, adonde acudió para su investidura de facto, Milei se reuniera primero con Juan Gonzales, el diplomático estadounidense subsecretario de Estado adjunto para el hemisferio latinoamericano en el Departamento de Estado. Que un presidente se reúna con un funcionario de segundo rango dice mucho de la consideración que Estados Unidos tiene del payaso argentino, con sus rasgos de hombre lobo, lleno de vulgaridades con que acompaña a sus tonterías economicistas.
Pero, bien mirado, el funcionario norteamericano no estaba allí para intercambiar opiniones con Milei, sino sólo para darle directivas de máxima urgencia para el imperio, cuyo cumplimiento transformaría al payaso en «es payaso, pero es nuestro payaso».
La primera y más importante directiva dada por el funcionario estadounidense al presidente argentino fue la salida inmediata de Buenos Aires del bloque BRICS, donde Argentina acababa de entrar, y Milei, incluso antes de saber dónde estaban las habitaciones y los baños de la Casa Rosada, se apuró en hacerlo.
Por otra parte, la duración del servicio del mayordomo argentino dependerá precisamente de su confiabilidad en el cumplimiento de las tareas que EE.UU. le encomiende cada cierto tiempo. Milei sólo demostrará su funcionalidad para el imperio en la medida en que logre representar un terraplén político y estratégico en la dirección de un nuevo y más actual sometimiento de toda América Latina hacia EEUU.
El crecimiento de las relaciones económicas y comerciales con Pekín y Moscú, la adhesión de veinte países del subcontinente a la Nueva Ruta de la Seda, la no adhesión de los proveedores occidentales de armas a Ucrania y a los adversarios políticos de Rusia.
Pero aún más, la decisión de países con reservas estratégicas de mar, tierra y subsuelo, dispuestos a unirse a los BRICS, ha hecho sonar las sirenas de alarma en Washington. Porque, por un lado, el paulatino desprendimiento de una parte de América Latina muestra un cambio de rumbo (aunque parcial, por supuesto) hacia el papel de mero reservorio de recursos y bloque político para EEUU; por otro, el desplazamiento del peso de los recursos estratégicos del lado del multipolarismo, puede dotar al papel del SUR global de una mayor e importante fuerza y de desplazar decisivamente el peso de la balanza del equilibrio internacional a favor de los BRICS.
El payaso como compinche
En el segundo tipo de trama entre presidentes y payasos encontramos a Noboa. En la misma dirección y con las mismas directrices gobierna por delegación. El escandaloso Acuerdo de Cooperación entre Quito y Washington, para facilitar el cual se ha construido la guerra de guerrillas de las últimas semanas en una parte del país, ha consignado definitivamente a la República del Ecuador al papel de protectorado norteamericano.
Un acuerdo que, en su marco conceptual general, como en cada uno de sus puntos, viola la soberanía nacional del Ecuador, pisotea su Carta Constitucional, deja sin efecto sus leyes y normas, su Código Penal y Civil, y transforma a sus instituciones legislativas, ejecutivas y judiciales en un colosal circo Barnum, cuyo espectáculo todo el país, queriendo o sin querer, está condenado a presenciar.
La entrada masiva de la DEA, la CIA y el Pentágono al país será disfrazada bajo la falsa etiqueta de ‘cooperación’. Noboa se encargará de los tratos de la burguesía local con los bancos y de los cortes de cinta en la inauguración de obras innecesarias. La nueva presidenta operativa de Ecuador será la señora Laura Richardson, comandante del Frente Sur de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, quien ya ha recordado en varias ocasiones a todo el subcontinente desde su nombramiento en 2021, que la Doctrina Monroe está vigente y que el dominio norteamericano no puede por ningún motivo y en ningún momento ser cuestionado.
Específicamente, la ubicación geográfica de Ecuador y sus recursos de petróleo y suelo son de primordial importancia para los intereses estadounidenses, tanto en América Latina como en los acuerdos internacionales en general.
Ecuador, después de todo, limita con Perú y Colombia y da directamente al océano, y su ubicación es de considerable interés para el ejército estadounidense. Productos energéticos y agrícolas, minerales y metales, así como la biodiversidad de su zona amazónica, le confieren un papel muy importante para compensar la reducción de hidrocarburos en los mercados occidentales tras el embargo a Rusia y en la búsqueda de yacimientos de tierras raras, necesarias para la producción de los componentes previstos para la reconversión ecológica de la producción industrial, la llamada «economía verde».
En Guatemala, lo nuevo aparece con mucho resuello y poco apoyo, lo que ha llevado a los poderes fuertes del país a decidir el sí y el cuándo de la formalización del proceso institucional de la investidura presidencial. Más allá de la satisfacción de ver a la clase dominante guatemalteca retroceder unos metros en el manejo total del país, la toma de posesión del socialdemócrata Bernardo Arévalo, a la luz de la identidad política reclamada y bajo el condicionamiento de ser minoría en el Parlamento, de la ultraderecha, el latifundio y los militares, no parece abrir una temporada de grandes transformaciones para Guatemala.
Al fin y al cabo, Arévalo, apoyado por EEUU y la Iglesia, no precisamente dos fenómenos del progresismo, ha centrado su comunicación política más en ejercer su crítica a la identidad sandinista de Nicaragua que a la identidad fascista de su país. Un presidente políticamente bizco, de esos que parecen mirar a la izquierda, pero guiñan el ojo a la derecha. Opositor al golpismo guatemalteco porque son sus opositores y amigo del chamorrismo golpista nicaragüense porque son sus amigos. Entrando en la santificación de la dimensión despótica del modelo democrático, recordó a todos que, como suele ocurrir, el que menos conoce es el que da lecciones.
En este sentido Arévalo, a pesar de ser un cole centroamericano de Boric, para Washington es ciertamente más presentable que un Bukele y menos impresentable que un heredero de Ríos Montt. Al final, van vendiendo la idea de que todo cambia para que nada cambie. Una coma más o una coma menos, lo que convierte un proyecto de cambio en una intervención cosmética. Con productos chatarra.