Pablo Jofré Leal | HispanTV
En el campo de acciones destinadas a fortalecer la política de máxima presión contra Rusia, nacida en el mismo momento de la caída de la ex Unión Soviética, las potencias occidentales lideradas por Estados Unidos han utilizado todos los componentes que conforman la llamada Guerra Híbrida, para así impedir el desarrollo de la influencia de Moscú en el mundo.
Entre esos elementos, que conforman la estructura de ataque y líneas de acción en la mencionada guerra híbrida, destaca la utilización de organismos internacionales que, en teoría, deben estar al servicio del conjunto de la humanidad, pero que han servido fundamentalmente de arma arrojadiza, punta de lanza de la política de desestabilización contra la Federación Rusa y así restar su presencia en regiones del mundo donde Estados Unidos y Europa afirman es su espacio natural de dominio. Tal es el caso de Asia occidental, por ejemplo y en específico Siria, donde la presencia de la base naval de Tartus y la base aérea de Hmeimim, ocupadas por tropas rusas, ha sido un botín apetecido por Occidente.
Una de esas instituciones internacionales, a la que hago referencia, convertida en peón de Washington, que no cumple su papel de representar intereses de carácter global, es la denominada Organización Para la Prohibición de Armas Química (OPAQ por sus siglas en inglés), encargada de la aplicación de la convención sobre armas químicas. Una institución que, en el marco de la guerra de agresión contra Siria, a cuyo gobierno y al gobierno ruso acusó de utilizar armas químicas en el conflicto digitado contra el gobierno del expresidente Bashar al Assad en una operación coordinada entre esta OPAQ, Estados Unidos, la OTAN y sus aliados en la zona como Arabia Saudí y el régimen nacionalsionista israelí, fundamentalmente.
La OPAQ es una institución encargada de aplicar la convención sobre armas químicas que entró en vigor el 29 de abril de 1997 y que obliga, por tanto, a sus 193 estados miembros. Posee un órgano de gobierno que es el Consejo Ejecutivo, conformado por 41 Estados Miembros, que son elegidos por la Conferencia de los Estados Parte y que rotan cada dos años. El Consejo supervisa las actividades de la Secretaría Técnica y se encarga de promover la aplicación eficaz de la Convención, así como de su cumplimiento. África posee 9 miembros, Asia un número similar, Asía 5 participantes, América Latina y El Caribe aportan 7 miembros y Europa Occidental y otros estados 10 y uno que se rota entre Latinoamérica o Asia.
Todos ellos sujetos permanentemente a presiones, esencialmente desde el mundo de las potencias occidentales, que suelen aplicar políticas de chantaje desde el punto de los aportes monetarios para una organización cuyo presupuesto no supera los 150 millones de dólares anuales. Desde el punto de vista de su labor suele ser considerada una institución sería, imparcial y destinada a mejorar las condiciones de seguridad del mundo en materia del control de armas de destrucción como son las químicas.
Sin embargo, sobre todo, en la última década, la OPAQ ha mostrado que su orientación programática está dirigida desde los gobiernos de las potencias occidentales, que ejercen una presión constante en el plano político, económico y mediático. Así el gobierno del derrocado presidente sirio Bashar al Assad denunció, en innumerables oportunidades que Estados Unidos y sus aliados utilizaban la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) para implementar agendas políticas agresivas contra su país y no investigaban el uso de armas químicas por parte de los grupos terroristas creados, armados y financiados por occidente para fragmentar Siria.
El 19 de marzo de 2013, en Han al-Asal (suburbio de Alepo), 28 personas, incluidos 17 soldados del ejército sirio, murieron y más de 130 fueron envenenadas en diversos grados cuando los grupos salafistas utilizaron un proyectil de cohete casero que contenía gas sarín. Damasco tomó inmediatamente las medidas necesarias para poner en marcha el mecanismo del secretario general de la ONU para investigar casos de uso de armas químicas y biológicas, pero Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña retrasaron la discusión de este tema en el Consejo de Seguridad de la ONU. Durante varios meses, un grupo de expertos de la ONU encabezado por el profesor Aake Sellström (Suecia) no entró en Siria hasta el 14 de agosto de 2013. Ya era demasiado tarde.
La realidad ha indicado que lo señalado por Al Assad y el propio gobierno ruso respecto al papel parcial de este organismo, ha sido nefasto y favorecedor de los intereses de occidente y en específico de Washington. La denominada “mano dura” en materia de un control sobre estas armas se convierte en una vigilancia unidireccional, determinando en forma constante que las amenazas sobre la producción e incluso las acusaciones de uso provienen de aquellos países que Estados Unidos y los suyos considera como un peligro para la paz mundial.
La historia reciente nos señala, sin lugar a duda, las constantes maniobras de Estados Unidos para controlar la OPAQ como fue el caso del año 2002 en que las presiones de la Casa Blanca lograron la destitución del ex director general de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), el brasileño José Mauricio Bustani. Una política de acoso que dio lugar a su desplazamiento, parte de una ofensiva de Washington para controlar la OPAQ, que significó ir extendiendo esa presión y esas exigencias de cambio a favor de la política hegemónica de Washington a otras organizaciones internacionales.
Bustani fue relevado de su cargo de director general de la OPAQ por su digna decisión de no seguir las órdenes de Washington. Esto, pues como director de la OPAQ negó veracidad a los intentos de Washington y sus aliados (en especial Gran Bretaña y España) de presentar informes de inteligencia fantasiosos y sin ningún fundamento para avalar la invasión de Irak bajo las excusas respecto a que ese país de Asia Occidental poseía armas de destrucción masiva (y si las tenía en algunas áreas fueron proporcionadas por occidente). Estados Unidos y su chantaje y presiones a diversos gobiernos manipuló la situación, de tal forma, que el diplomático brasileño fuera destituido y con ello el camino al ataque, invasión y ocupación de Irak quedara libre.
Ha sido la primera vez en la historia post SGM que el director de una Organización Internacional relevante es destituido – por presiones de una potencia – durante su mandato. Una campaña pública enconada y sucia llevada a cabo por el funcionario del gobierno del ex presidente George W. Bush, John Bolton (ex subsecretario de Estado para Control de armas y asuntos de seguridad internacionales de 2001 a 2005). Presiones que recordaron las ejercidas por el ex presidente Bill Clinton, para impedir la reelección del ex secretario general de la ONU, Boutros Boutros Ghali, el año 1996.
Resulta evidente, sobre todo en el proceso de agresión que vivió Siria desde el año 2011 hasta el derrocamiento del gobierno de Al Assad, que las experiencias de Irak, Siria y Rusia con la OPAQ se convirtieron en una prueba concreta de la conducta llevada a cabo por Washington y los suyos en trabajar para politizar el trabajo y desviar a la OPAQ de los objetivos para los que fue creada. Es una realidad, a estas alturas de perogrullo, que las potencias hegemónicas se han acostumbrado a imponer sus dictados a otras naciones y a negarse a escuchar cualquier opinión que contradiga sus orientaciones o no favorezca sus agendas políticas, aunque eso lleve a la agresión directa sufrida por Siria en abril de 2018, cuando Estados Unidos, Francia y Reino Unido atacaron ese país, bajo la falsa acusación de uso de armas químicas. Esto sin que la OPAQ emitiera condena alguna.
La OPAQ ha sido convertida por Washington en un escenario para ajustar sus cuentas geopolíticas agresivas, colonialistas, arrogantes, hegemónicas, negando cualquier realidad de independencia de la OPAQ, lo que incapacita a esta institución para llevar adelante sus propósitos. No hay posibilidad alguna que recupere algo de su credibilidad y más aún hace imposible que lleve a cabo las tareas asignadas sin que tengamos presente su subordinación a occidente.
Toda la narrativa occidental para responsabilizar al gobierno sirio y a Rusia del uso de estas armas (principalmente cloro y gas sarín) nunca fue comprobada, no se aceptó petición alguna de las partes acusadas para que la OPAQ entrara en tiempo y oportunidad a las zonas denunciadas. Las supuestas pruebas occidentales nunca se presentaron, más allá de declaraciones de grupos y medios aliados de las potencias occidentales. La acusación no se corroboró, pero llevó a que Estados Unidos, Francia y Reino Unido lanzaran el mencionado “ataques de precisión» contra Siria la noche del 14 de abril de 2018, en una operación destinada a dar un marco de legalidad inexistente.
Los propios medios occidentales señalaron que el ente capacitado (OPAQ) para recolectar pruebas en el terreno y dilucidar si hubo o no un ataque con armas químicas, no había podido llegar a Duma para iniciar la investigación, principalmente por la negativa de los grupos salafistas de permitir que los inspectores occidentales llegaran al sitio del suceso. Eso, unido a una fuerte campaña mediática occidental que asignaba la responsabilidad al gobierno sirio de la época y a rusia, determinaron que la culpabilidad recayera en aquellos que Washington y los suyos consignaron.
La misión de bombardeo no sólo fue ilegal, sino que concretada en base a falsedades, pues ya a fines del año 2013 reiteró que el arsenal de armas químicas de Siria – supuesto objetivo del ataque del 14 de abril – comenzó su proceso de destrucción, en una operación conjunta entre Estados Unidos, Rusia, el control de las Naciones Unidas y la participación de países como China, Dinamarca, Noruega, Gran Bretaña e Italia, como lo recordó este domingo 15 de abril el Viceministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Riabkov, “el proceso de destrucción se llevó a cabo en estrecha cooperación con los países involucrados, incluido Estados Unidos.
Todo el arsenal químico de Siria fue destruido bajo el más estricto control internacional» incluso, el plan inicial tenía previsto llevar a esas armas a Italia y entregarlo a militares estadounidenses, que procederían a su destrucción a bordo de una nave. Una operación que fue la base para otorgar a la OPAQ el Premio Nobel de la Paz, por tanto, ¿cómo entonces el organismo que se supone avaló la destrucción de las armas químicas en Siria posteriormente no fue capaz de condenar acusaciones en el uso de ese tipo de armas sin prueba alguna?
Con la imposición de la narrativa de Estados Unidos y los suyos, se oculta deliberadamente que, los responsables de procesos desestabilizadores, agresiones, invasiones, ocupación de territorios y con ello la muerte de millones de seres humanos – incluso con la entrega de armas químicas para la ejecución de ataques a la población civil bajo el esquema de operaciones de bandera falsa – en un 100% son responsabilidad de los gobiernos de los países que digitados por Washington obedecen a un plan global de hegemonía: la OTAN, socios asiáticos como Japón, Corea del Sur, Japón. Países como Australia, Canadá, monarquías del Golfo Pérsico, monarquía como la marroquí en el Magreb y sobre todo en Asia occidental el régimen nacionalsionista israelí.
Tal realidad se ha vivido en otras operaciones con uso de armas químicas, como las realizadas por el gobierno de Sadam Hussein contra los kurdos iraquíes con armas químicas proporcionadas por Occidente, y que significó la muerte de miles de ciudadanos iraquíes. Efectivamente, el 16 de marzo de 1988, unos cinco mil kurdos iraquíes, en su mayoría mujeres y niños, murieron cuando el ejército iraquí de Sadam Husein bombardeó con gases (gas mostaza, gases neurotóxicos y Cianógeno) la ciudad de Halabja, en el nordeste del país – en límite con irán – en las postrimerías de la guerra de agresión que Irak llevó a cabo contra la nación persa.
En 2013, la revista estadounidense Foreign Policy reveló que Estados Unidos entregó información a Irak y el gobierno presidido por Sadam Hussein sobre preparativos de ofensivas del ejército iraní en la zona fronteriza con la mencionada ciudad de Halabja, con pleno conocimiento y autorización que Bagdad respondería con ataques con armas químicas. El uso de armas químicas por parte de organizaciones terroristas como Fath al Sham (rama de Al queda) Daesh y otros movimientos creados, financiados y armados por occidente y sus socios de monarquías árabes, en Siria fue denunciado por el ex presidente sirio y el gobierno ruso.
Fueron esos grupos terroristas los que atacaron con armas químicas ciudades sirias como Duma (en Guta Oriental) , como también Saraquib y Al Latamna, con una puesta en escena que incluyó la participación de organizaciones creadas por los servicios de inteligencia británicos como fue el caso de los llamado Cascos Blancos, usados como testigos de fe, agentes de limpieza de imagen y demonización del gobierno sirio, presentado como responsable en el uso de armas químicas a pesar de que la propia OPAQ participó en la vigilancia de la destrucción de las armas químicas del país levantino y hasta permitió que se postulara y obtuviera el Premio Nobel de la Paz del año 2013.
Los Cascos Blancos no nacieron en Siria, sino en territorio turco, específicamente en la ciudad de Estambul, en marzo del año 2013, bajo la guía de un ex militar británico con experiencia en las guerras de agresión contra Serbia en Kosovo, Irak, El Líbano y la propia Palestina en apoyo a las fuerzas sionistas. Un militar que ha pasado por puestos de mando en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, la Unión Europea e incluso la ONU: James Le Mesurier, quien dejó sus labores en los Emiratos Árabes Unidos y se trasladó a Turquía a preparar las operaciones de este nuevo testaferro.
Los Cascos Blancos han sido parte de toda esa campaña de ataques contra el derrocado gobierno sirio y la Federación Rusa. Parte de la serie de creaciones de organismos de fachada de las potencias occidentales, como ha sido el caso del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, especializado en la entrega de información que ni siquiera las fuerzas gubernamentales del gobierno sirio u otras potencias presentes en la zona podían dará con la “precisión” de este Observatorio con sede en la ciudad de Coventry, Reino Unido, y cuyas informaciones suelen ser recogidas, incluso hoy en día, por gran parte de los medios occidentales.
Una entelequia extraña con un representante: Rami Abdel Rahman – un sirio exiliado en Inglaterra – que el medio británico The Guardian calificó como “un simple vendedor de ropa, solitario, viviendo en Inglaterra y posando como parte de una organización con un nombre grandilocuente”, con la sospecha de que detrás de él se encontraban, acertadamente, los servicios secretos de Gran Bretaña, Estados Unidos, Turquía e Israel. La OPAQ, Cascos Blancos, Washington, Israel, medios de manipulación y desinformación. Gobiernos sumisos, entreguistas, sin soberanía, son el menú perfecto para que ese occidente hegemónico, arrogante, use a diestra y siniestra su poder político, económico y militar para utilizar, sobre todo a los organismos internacionales, como meras marionetas.