Tehran Times
* La oposición de Pekín y Moscú, las maniobras diplomáticas de Irán y el agotamiento del régimen de sanciones impiden la agitación que Occidente esperaba.
Teherán – El restablecimiento de las sanciones de las Naciones Unidas contra Irán, un proceso iniciado por las potencias europeas y finalizado la semana pasada, parece no haber logrado el impacto político y económico previsto.
La estrategia, que los analistas creen que se basa en aislar a Teherán y obligarlo a cambiar su postura, se ha visto fundamentalmente socavada por la firme oposición de Rusia y China, sumada al propio compromiso demostrado por Irán con una solución diplomática.
Desde el principio, el fundamento jurídico del llamado mecanismo de «reinicio rápido» fue cuestionado enérgicamente por dos miembros permanentes del Consejo de Seguridad.
Reiterando dicha oposición en una detallada carta formal entregada el miércoles, el embajador ruso ante la ONU, Vasily Nebenzya, desmanteló sistemáticamente la postura de la troika europea, declarando sus acciones «legalmente nulas y sin valor».
Afirmó que el Reino Unido, Francia y Alemania habían eludido los procedimientos establecidos de resolución de disputas y, mediante sus propias violaciones del acuerdo nuclear, habían perdido el derecho a invocar sus disposiciones. Esta postura fue firmemente apoyada por China, cuyo portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores calificó la reanudación de las negociaciones como «poco constructiva» y un retroceso en el proceso diplomático, atribuyendo la causa fundamental de la crisis a la retirada inicial de Estados Unidos del acuerdo.
China y Rusia habían declarado previamente en una declaración conjunta con Irán que no acatarían las sanciones de la ONU previas al JCPOA si se volvían a imponer.
Irán, en paralelo, ha llevado a cabo gestiones diplomáticas proactivas en las últimas semanas, que parecen haber apaciguado a la opinión pública iraní. Durante la visita del viceministro de Asuntos Exteriores, Abbas Araghchi, a Nueva York, Teherán extendió una oferta directa de diálogo al enviado estadounidense, Steve Witkoff, proponiendo una reunión que incluiría a los ministros de Asuntos Exteriores europeos y al Organismo Internacional de Energía Atómica. Según la portavoz del gobierno iraní, Fatemeh Mohajerani, esta propuesta fue rechazada o incumplida, dejando sin respuesta las gestiones diplomáticas de Irán.
Esta secuencia de acontecimientos permitió al gobierno iraní presentar una narrativa clara a su pueblo: estaba buscando todas las vías pacíficas posibles, mientras que el otro lado se negaba a participar.
Supuestamente, los europeos esperaban que la medida desencadenara un importante malestar social. Sin embargo, muchos ciudadanos, al hablar con la prensa en los días posteriores al anuncio, percibieron la vuelta de las sanciones no como un nuevo acontecimiento catastrófico, sino como la continuación de una prolongada guerra económica. «Las sanciones no son buenas. Pero han sido nuestra realidad durante mucho tiempo», declaró una mujer de mediana edad a la IRIB en una concurrida calle de Teherán. «Para ser sincera, ya no reviso si nos han vuelto a sancionar».
En las semanas previas a la decisión de la ONU, los mercados cambiarios iraníes experimentaron volatilidad y una fuerte subida de los tipos de interés, anticipando una fuerte presión económica. Sin embargo, tras la conclusión de la saga diplomática y la reimposición de las controvertidas sanciones, el pánico disminuyó notablemente.