Carlos Aznárez | Resumen Latinoamericano
Era de esperar lo ocurrido en la tarde-noche del viernes en Congreso. A la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, le molesta muchísimo que la gente del pueblo no cumpla sus ordenanzas autoritarias. Y cuando ella dice: “no quiero gente en la calle, que nadie se baje de la vereda”, eso se convierte en orden para sus subordinados de uniforme.
Enredada en su tremenda soberbia, la “sargenta” Bullrich debe pensar para sus adentros que todo aquel que ponga sus pies en la calle es un o una “enemiga a abatir”. No se trata de “la gente de bien” para la que gobierna el presidente Javier Milei, sino de “subversivos peligrosos”.
Por eso, cuando este viernes, la agresiva y armada policía se les fue encima a las y los jubilados que, pacíficamente, estaban cantando consignas en la vereda y los atacó con gas pimienta, muchos y muchas que hasta ese momento habían cumplido a desgano con el “protocolo anti protestas”, se lanzaron a la calle al grito: “con los viejos y las viejas, no”, y “fuera yuta, fuera”, refiriéndose a esos cobardes que por un sueldo golpean a quien se le ponga adelante.
Las viejitas y viejitos, esos “Jubilados insurgentes”, pueden ser nuestras madres o abuelos, y allí estaban dando el ejemplo frente a muchos que deberían estar movilizándose también, pero que siguen especulando o trenzando en sus despachos de “dirigentes”.
Esas jubiladas y jubilados que cobran una miseria, fueron atacades por protestar, y como podían, se restregaban los ojos o vomitaban por los efectos del gas pimienta, mientras desde algún despacho de su ministerio, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón pensaría que ese es el correctivo que hay que aplicar, para que estos “viejos de mierda” aprendan que hay que respetar a la autoridad.
Párrafo aparte ocupa ese gas que te deja ciego durante horas y te quema la piel generando dolores agudos. Es el mismo que la ministra adquirió para este mismo ministerio que dirigía en la época de Macri, cuando hizo un “viaje de negocios” a su amado “Israel”. Allí invirtió en armamento de todo tipo y hasta se puso el uniforme del ejército sionista para acompañar a sus pares genocidas en entrenamientos en los territorios robados a Palestina.
Imbuida de las enseñanzas que recibió en Tel Aviv, ahora la ministra se dedica a combatir jubilados, trabajadores, estudiantes y también grupos de vecinos indignados por las políticas destructivas de la familia Milei. Por eso, este viernes, cuando la gente se lanzó a la calle, la sargenta ordenó el “operativo castigo”.
Fue el momento justo en que empezaron a avanzar violentamente policías, gendarmes, personal de la Prefectura y hasta policía portuaria, cientos de uniformados y no uniformados que a la ministra le gusta exponer, espectacularizando la represión.
Las motos con los integrantes de la Federal, deseosos de sangre, comenzaron a pasearse por todos lados, unas veces por la calle y otras por la vereda, mientras el “fusilero” que va sentado en el asiento trasero descargaba balazos de goma a los cuerpos de los jóvenes, mientras la guardia de infantería se ensañaba con los fotógrafos, camarógrafos y cronistas, que perfectamente identificados cubrían los hechos.
La ministra no quiere imágenes de sus salvajadas, y los esbirros cumplen su mandato de pulverizarlos. Tolerancia cero a la prensa, como en épocas del genocida Videla. Finalmente, vinieron las detenciones, primero a los periodistas, luego a cualquiera con cara de haber estado en la concentración y, por último, al voleo.
Así cayeron comunicadores y pibes que solo transitaban por allí a la hora en que la ministra imponía su propio estado de sitio. Numerosos detenidos fueron el resultado de estas “operaciones” típicas de cualquier gobierno autoritario.
Algunos fueron trasladados a comisarías y en horas de la madrugada los sacaron del recinto para llevarlos a otra dependencia muy alejada del centro, pero antes los pasearon casi tres horas, provocando incertidumbre entre los familiares y compañeros que se habían acercado a dichos centros policiales para hacer el “guante”.
Tres horas donde estuvieron literalmente desaparecidos (lo mismo pasó días atrás con otras tres chicas detenidas horas antes). Esos “paseos”, buscan amedrentar y son similares a los que estas mismas fuerzas de (in)seguridad practicaban en los años 70, y que se sabe dejaron un saldo de 30 mil víctimas.
Lo importante es que, a pesar de todas estas salvajadas represivas, poco a poco está naciendo una nueva resistencia, abordada por la militancia, pero también por la gente de a pie, que ya no puede pagar los aumentos de todos los artículos de primera necesidad, o por los despedidos, o por las jubiladas y jubilados, o las familias de los barrios humildes que literalmente se mueren de hambre.
Todos ellos y ellas están saliendo a la calle y luchan. Se organizan en asambleas, discuten y pelean por los derechos que este “grupo de tareas” que asaltó la Casa Rosada, quiere arrebatarles. “Es cuestión de autodefensa”, dijo este viernes una mujer que rondaba los 80 años, frente a un policía gigantón, mientras le mostraba un cartel pintado por ella misma donde se leía: “Estoy aquí, luchando, no por mí, sino por el futuro de mis nietos”.
Eso es lo que irrita a los Milei y a las Bullrich. Que en pequeños gestos empiezan a vislumbrar la noche de su derrumbe, y que eso ocurrirá cuando menos se lo imaginen, a pesar de los gases, las balas, los presos y presas, y toda la represión que se les ocurra aplicar. No podrán con este pueblo, y lo saben.