Antonio Rondón García │ Prensa Latina
El grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), próximo a celebrar su cumbre en Ciudad de El Cabo, se convierte en un anhelo hecho realidad para el sur y en una pesadilla para las insistencias hegemónicas de Estados Unidos.
Lo primero que salta a la vista es la larga lista de interesados en formar parte del BRICS o de al menos empezar por un proceso para convertirse en observador, aunque lo que más debería preocupar a Washington son los pedidos de formar parte de su ente financiero.
Arabia Saudita, uno de los principales productores de petróleo del orbe y en los últimos tiempos con claros pasos para salirse de la subordinación de la Casa Blanca, expresó su interés en formar parte del Nuevo Banco de Desarrollo del mencionado quinteto de países.
Por otro lado, los Estados del BRICS se reportan cada vez con más fuerza por cuajar un mecanismo para realizar sus transacciones comerciales en las respectivas monedas nacionales, con el fin de evitar el uso del dólar en esa práctica.
China, por su lado, para reforzar su seguridad financiera, compró un total de 144 toneladas de oro de noviembre a mayo pasados, de acuerdo con el Banco Popular de ese país asiático. De hecho, la tendencia a dejar de lado el dólar, si se emplea un término común en las redes sociales, se hizo viral entre países representantes del llamado sur global.
Muchas de estas naciones ya constataron esa opción con acuerdos sobre uso de monedas nacionales, como los firmados entre la India y Sri Lanka, o entre China y Arabia Saudita para comerciar petróleo sin usar el dólar, algo que acorralaría a los llamados petrodólares.
La base técnica para una moneda del BRICS ya existe, pero requiere decisiones políticas que quizá no todos estén en situación de asumir, señala el Instituto de Coordenadas de Gobernanza y Economía Aplicada.
Si lo hacen, sería un primer intento sistémico de competir con el dominio global del dólar estadounidense y el comienzo del régimen financiero bipolar pronosticado en su momento por el reconocido economista turco Nouriel Roubini, afirma esa entidad científica.
Además, un estudio reciente demostró que la cuota de participación en la economía mundial de los países del BRICS supera algunos parámetros mostrados por el Grupo de los Siete (Estados Unidos, Japón, Canadá, Italia, Reino Unido, Francia y Alemania).
La Paridad del Poder Adquisitivo (PPA) del BRICS se sitúan en 31,7 por ciento del total en el orbe, por encima del 30,7 del G7, indica el referido instituto. Al mismo tiempo, la contribución del BRICS al crecimiento mundial en el último lustro llegó a 31,2 puntos, superior a los 25,6 aportados por los más industrializados.
Ello ocurre antes de que la esperada ampliación del BRICS se pueda materializar después de su venidera cumbre, con la petición para incorporarse de más de 20 países como Türkiye, Irán, Arabia Saudita, Indonesia, México, Argentina, Argelia y Egipto, entre otros.
La tendencia parece confirmar al quinteto como una alternativa para Estados que incluso estuvieron hasta hace muy poco bajo la subordinación norteamericana, todo ello en medio de las prácticas de sanciones y apropiaciones aplicadas por la Casa Blanca.
En su momento, el presidente ruso, Vladimir Putin, al comentar los intentos de utilizar parte de los 300 mil millones de dólares del Banco Central de Rusia, congelados en países occidentales, para otros propósitos, advirtió que ello creaba un precedente muy negativo.
Muchas de las naciones que en otro momento confiaron en la tenencia de cuentas seguras en bancos occidentales, ahora suman más dudas y buscan otras vías para evitar riesgos, pues, como afirman analistas, nunca se sabe cuándo se convertirán en enemigos de Washington.
A diferencia de las prácticas de las cumbres del Grupo de los Siete, donde muchas veces se dedica bastante tiempo a planificar sanciones o bloqueos para países como Rusia o China, en el BRICS se habla de planes de desarrollo, inversiones y cooperación.
El Nuevo Banco de Desarrollo, creado en 2015, contrario al Fondo Monetario Internacional, evita presentar demandas socioeconómicas para los futuros Estados beneficiados, un ejemplo que en Occidente demanda de una contraofensiva mediática, como la existente en curso.
Muchos expertos en Washington, Berlín o Londres advierten que una de las pesadillas que nunca se debió dar, como lo afirma el veterano político Henry Kissinger, es decir, la asociación de Rusia y China, ahora pone contra la pared al empecinado hegemonismo estadounidense.
Así, por ejemplo, la primera doctrina de seguridad alemana considera que China intenta de diversas maneras remodelar el orden internacional existente basado en normas, cuyo contenido Occidente evita explicar.
Berlín estima que Beijing “reclama cada vez con más agresividad la supremacía regional y actúa repetidamente en contra de nuestros intereses y valores», un argumento que para nada debería ser motivo de sanciones o estrategias de contención, según el derecho internacional.
Europa presiona o exhorta de manera muy peculiar a otros a sumarse a su guerra económica contra Rusia y a la contención de China, tal y como pareció hacerlo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en su reciente gira latinoamericana.
Pero si se mira el listado de participantes de 75 países en una nueva edición del Foro Económico Internacional de San Petersburgo o la relación de candidatos para entrar al BRICS, la pesadilla de Estados Unidos y la preocupación europea están lejos de disiparse.