Misión Verdad
A continuación, presentamos un análisis general sobre el estado actual de la integración en América Latina y el Caribe, y las visiones y componentes prácticos que rodean la dinámica geopolítica en estos momentos.
Luego de celebrarse recientemente la VIII Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), el tema de la integración ha vuelto a ser agenda y, en este sentido, es necesario dibujar un marco para un mayor dinamismo, planteando algunas reflexiones y premisas sobre cómo se podría desarrollar un impulso más acentuado en esta dirección en el corto y mediano plazo.
Estado actual de la integración: por países
República Federativa del Brasil
Por su geografía, territorio, población y economía, Brasil siempre ha tenido un rol determinante en la geopolítica latinoamericana. Sin embargo, su voluntad por incorporarse a la dinámica de integración regional ha dependido de los incentivos de Planalto, acorde a su aspiración principal de convertirse en el gran árbitro de los intereses latinoamericanos frente al universo de potencias internacionales.
En definitiva, la apuesta histórica de Brasil con relación a su política exterior ha estado enfocada en consolidar su papel de potencia regional e interlocutor (mediador) del continente para así cristalizar su objetivo de conseguir un puesto en el Consejo de Seguridad ante una posible reforma.
En este sentido, el interés de Brasil de fomentar la integración está mediado por la consecución de estos objetivos. Su estrategia de servir de puente entre Suramérica y polos emergentes como África y el mundo árabe, con los que ya ha organizado cumbres birregionales, refleja que la prioridad por una proyección global y no estrictamente latinoamericana domina la mentalidad de los decisores de política exterior.
Dicho de otro modo, Brasil fomenta la integración regional con arreglo a sus aspiraciones de liderazgo internacional, bajo la premisa de que es el marco global y no regional donde está la mayor rentabilidad geopolítica de su estrategia exterior.
Producto de esto, la apuesta de la administración de Lula está dirigida a revitalizar Mercosur —y Unasur en menor medida— y consolidar el papel del país en los foros internacionales, en especial Brics + y G20, que le sirven como espacios para promover su candidatura en el Consejo de Seguridad y el liderazgo regional que busca consolidar.
Estados Unidos Mexicanos
Como la segunda economía de la región, la visión sobre la integración que le otorgue México a su política exterior permitirá, al igual que con Brasil, dinamizar o no los procesos de integración. El rescate de la Celac en 2020 después de la inercia e inmovilización a la que fue sometida (2017 – 2020), solo fue posible mediante la voluntad política individual del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
No obstante, la apuesta de México como Estado, por lo menos desde la década de los noventa del siglo pasado, ha sido consolidar, profundizar y potenciar la integración subregional con Estados Unidos y Canadá, primero a través del TLCAN, y luego con el TMEC. Si bien esto se ha traducido en un mayor desarrollo económico —logrando especializarse en áreas industriales de cara a la inserción comercial regional—, al mismo tiempo se ha acrecentado la dependencia del país con respecto a Estados Unidos.
En este contexto complejo de relacionamiento con Estados Unidos, la administración de López Obrador abogó por convertirse en interlocutor entre América Latina y el Caribe y Washington. De allí el interés que ha tenido en abordar con los demás países de la región temas críticos para la relación bilateral con la Casa Blanca, como el tráfico de drogas (fentanilo) y los flujos migratorios —del cual se ve afectado como país tránsito—.
No obstante, México no sacrifica su relación privilegiada con Estados Unidos en aras de una integración regional con América Latina y el Caribe, y prefiere seguir apostándole a convertirse solo en un factor de mediación y negociación.
República de Colombia
La administración de Gustavo Petro ha priorizado la integración regional y ha retomado la participación del país en la Celac, además ha apostado por el rescate de lo que en algún momento fue la Unasur. También fortaleció un mecanismo de integración subregional como la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) y la CAN. Ninguna de estas apuestas ha resultado exitosa, al punto de modificar el estatus actual de la ecuación institucional de la región.
La relación con los Estados Unidos sigue siendo prioritaria, pero alejada de los niveles de sumisión que caracterizó a las administraciones anteriores —en especial, la de Iván Duque—. Ha buscado consolidarse como interlocutor entre Venezuela y Estados Unidos.
Colombia sigue apostando por el ingreso de su país al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) desde donde podría insertarse a las demandas industriales del mecanismo de integración que concentra 60% de la producción mundial.
Durante el año 2025, Colombia ejercerá la Presidencia pro témpore de la Celac, la CAN y la Alianza del Pacífico, donde se aspira que promocione los aspectos más relevantes de su política exterior: cambio climático, migración, política antidrogas, política financiera global.
República de Chile
Chile sigue apostando a consolidar su presencia en el Pacifico como región estratégica para su economía. Así, la participación en la APEC responde a los objetivos de la política comercial del país, y es compatible con el principio de «regionalismo abierto» que inspira la política de integración chilena.
Chile es parte de los países que denunciaron el tratado constitutivo de la Unasur y, según declaraciones del actual canciller, Alberto van Klaveren, el país sigue con interés la reestructuración de la instancia, que está planteada actualmente, pero ha dejado claro que, en la situación actual, Chile no estaría interesado en regresar al mecanismo de integración.
El bajo nivel de participación gubernamental mostrado por Chile en los foros regionales realizados en los últimos meses permite intuir la poca atención que la administración de Boric le está otorgando a la región y los mecanismos de integración.
República Argentina
Sobre el Mercosur, el presidente Javier Milei se ha mostrado favorable a la promoción de cambios a lo interno del mecanismo de integración, desde la flexibilización del bloque hasta su reformulación o incluso la disolución —aunque no se prevé cambios en el corto y mediano plazo—.
Para la administración de Milei, Argentina debe insertarse en las lógicas comerciales, culturales, políticas y diplomáticas de lo que él llama “mundo libre”. De allí su negativa de incorporarse a los Brics+ o el desinterés mostrado en estos primeros meses de gestión por la reactivación de la Unasur o participación en la CELAC, donde debe convivir con países con visiones de la política distintas a las de él.
Estado actual de la integración: por mecanismos
CELAC
Tras la inamovilidad a la que fue sometida entre los años 2017 – 2020, la Celac entró en un ciclo político —Honduras y Colombia tendrán la pro témpore del organismo en 2024 y 2025 respectivamente— que posiblemente incida positivamente en su fortalecimiento institucional con la materialización de la secretaría general.
No obstante, la presidencia pro témpore de San Vicente y Las Granadinas transitó sin lograr mayores avances en materias concretas, pero sirvió para incorporar el Caribe a la dinámica integracionista y alcanzó una importante participación de la Caricom en la cumbre, asunto estratégico para consolidar una visión de bloque en la región.
UNASUR
América del Sur sigue mostrándose muy dividida acerca de cómo debe abordarse la integración en la región, situación que se agudiza con la llegada al escenario político de figuras como Javier Milei. No se prevé la recuperación de la Unasur como espacio de articulación de la subregión en el corto y mediano plazo.
Si bien a partir del llamado Consenso de Brasilia de 2023 se sientan las bases para un “reseteo” que permita construir confianza entre los 12 países suramericanos, de mayo a diciembre de 2023 no fue mucho lo que se pudo avanzar más allá de las Reuniones del Grupo de Contacto de Cancilleres del Consenso de Brasilia y de la convocatoria al Primer Diálogo Político-Militar Suramericano celebrado en noviembre de ese año.
Mercosur
Tras el fracaso de la negociación con la Unión Europea, se prevé que continúe el fraccionamiento al interior del bloque, sobre todo a partir de las exigencias de Uruguay de negociar individualmente acuerdos comerciales con otros países.
Esta visión de Uruguay puede que tenga eco durante la administración de Javier Milei en Argentina, ya que en su campaña electoral se mostró dispuesto a flexibilizar el Mercosur, o incluso abandonarlo si no se adecuaba a las nuevas exigencias.
No obstante, también podrían acelerarse las conversaciones sobre un posible acuerdo comercial entre la instancia y la República Popular China, que cuenta con el aval público de Uruguay y Brasil, mas no del de la Argentina de Milei.
Comunidad Andina y Alianza del Pacífico
Ambos mecanismos de integración se encuentran en procesos de parálisis ya que no lograron dinamizar el comercio intrarregional.
En la Comunidad Andina de Naciones (CAN) persiste un régimen de acumulación rentista, intensificado por las dinámicas de los mercados internacionales. Este esquema no solo consolida las estructuras de producción locales preexistentes, sino que también debilita el desarrollo institucional dentro de la CAN al incentivar comportamientos no cooperativos y obstaculizar la transformación productiva interna.
Por su parte, la Alianza del Pacífico presenta cierta fragilidad debido a la dependencia de sus avances en acuerdos interinstitucionales entre las autoridades de cada país. La falta de una institucionalidad propia de la Alianza limita su solidez. Su viabilidad depende de la voluntad política de las partes e incluso de los gerentes o directores de las unidades administrativas de cada país. Si bien esto no representa un problema mientras las relaciones sean fluidas, la falta de protección para las estructuras que sustentan los avances es un factor preocupante.
Experiencias y elementos para dinamizar la integración
Modelos de integración y cooperación económica como el de los Brics han logrado avanzar significativamente con la estrategia de grupos de trabajo en áreas concretas y específicas que les permite potenciar sus capacidades en las áreas financieras, comerciales y de inversión.
Este abordaje fue implementado con éxito durante los años de existencia de la Unasur, con la creación de los grupos de trabajo o consejos sectoriales entre los que se destacaron los trabajos del consejo de defensa, el consejo energético, el de economía y finanzas, por solo citar algunos.
Estos grupos de trabajo o consejos permiten ir construyendo una agenda consensuada de temas puntuales en los que existe un interés compartido y que permite en consecuencia avanzar con lógicas de bloque, como unidad regional. Estos espacios facilitarían la atención de, por ejemplo, comercio transfronterizo en monedas regionales, fondo de inversión regional con el objeto de impulsar proyectos birregionales —tipo banca de desarrollo—, centro de resolución de controversias, fondo regional contra desastres, estabilización macroeconómica —Fondo de Reserva—, etcétera.
Otra estrategia empleada por varios mecanismos de integración ha sido comprometer a actores “no vinculados” a la política, pero que hacen parte e inciden significativamente en la esfera pública, como lo es el sector privado empresarial. La figura del consejo empresarial ha sido exitosa en varios bloques de integración como el de la Alianza del Pacífico en nuestra región o en el bloque de los Brics+ a escala multirregional.
En el caso de los Brics+ el consejo empresarial busca captar las oportunidades para profundizar la cooperación, aportando activamente contribuciones al desarrollo económico y social de los miembros; mientras que, en la Alianza para el Pacífico, promueve el organismo frente a otras áreas económicas y contribuye en el diseño de una agenda de integración.
En ambos casos, los consejos sirven de órgano asesor y consultor para los gobiernos a fin de que mejoren la agenda de integración, es decir, constituyéndose en formuladores de propuestas y prioridades para los gobiernos en materia económica, financiera y comercial.
Esto otorga una legitimación importante para el mecanismo de integración más allá de la lógica intergubernamental que tiende a privar en los foros de este tipo. Esta legitimación “blinda” el mecanismo de las oscilaciones ideológicas de los gobiernos que lo integran.
En el mundo estamos presenciando cómo la cooperación se está desideologizando, apuntando cada vez más a una coordinación y colaboración en términos financieros sin precedentes. El objetivo en este escenario es avanzar hacia planteamientos concretos con países o socios específicos, pensando temas de beneficio mutuo o colectivo.
Impulsar la integración
El caso venezolano es particularmente llamativo. La vocación integracionista del proyecto nacional de la Revolución Bolivariana choca con un contexto caracterizado por el régimen de sanciones impuesto al país y con un ambiente en la región caracterizado por la alta ideologización, donde la intolerancia política ganó fuerza.
En este contexto, los regresos a Mercosur y la CAN lucen inviables en el corto y mediano plazo, por el alineamiento político del primero —imposible en los próximos cuatro años)—y por el escenario de debilidad del segundo.
Las participaciones en la CELAC y en la iniciativa del “Consenso de Brasilia” parecieran ser los espacios donde deberían enfocarse los esfuerzos multilaterales de integración, toda vez que son los mecanismos en los que coinciden regional y subregionalmente todos los Estados a pesar de las diatribas ideológicas existentes.