
Prensa Latina
La secretaria de prensa de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, restó importancia a la pelea pública entre Elon Musk, el “primer amigo” del presidente de Estados Unidos Donald Trump, y de su asesor comercial, Peter Navarro.
No quería empañar la funcionaria la percepción pública del amplio paquete arancelario que impulsó su jefe que entró en vigor este miércoles y, por eso, durante su habitual sesión informativa ayer en la mansión ejecutiva, sin salirse de sus casillas, respondió a un periodista.
«Los chicos son chicos, y dejaremos que sus enfrentamientos públicos continúen» en referencia a la guerra de palabras de ambas figuras del entorno del presidente que están en medio de una disputa por el tema de las tarifas.
El designado de Trump al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental y propietario de Tesla, X y SpaceX, calificó al principal asesor comercial del mandatario de ser «más tonto que un saco de ladrillos».
Al expresar sus desacuerdos sobre las políticas arancelarias actuales dijo que «Navarro es un auténtico imbécil”, escribió Musk en su cuenta de X, en respuesta a la afirmación del asesor de que el magnate tecnológico no es un fabricante de automóviles, sino un «ensamblador» de carros.
«Mire, obviamente se trata de dos personas con opiniones muy diferentes sobre el comercio y los aranceles», apuntó Leavitt, conciliadora, al ser interpelada por la prensa. “Los chicos son chicos, y permitiremos que sus debates públicos continúen. Todos ustedes deberían estar muy agradecidos de tener la administración más transparente de la historia”, apuntó.
Para los críticos, este detalle Musk-Navarro no pasó por alto, sobre todo para aquellos que auguran un futuro efímero a la relación entre el hombre más rico del mundo, quien ha llegado a contar con una gran influencia en Washington, y el presidente Trump.
Hace poco, el secretario de Estado, Marco Rubio, estaba intrigado -popularmente hablando- con el multimillonario tecnológico, al que muchos en el Congreso y el gobierno «mastican, pero no tragan».
Días atrás Trump dijo que “pronto” Musk sería una figura menos frecuente porque se dedicaría a atender sus empresas, aunque pensar que desaparecerá por completo del escenario sería errado.
El empresario fue uno de los principales apoyos del republicano durante su campaña electoral, en la que invirtió unos 270 millones de dólares. Como premio lo convirtió en el “primer amigo” que llegó lleno de ideas -motosierra en mano- para hacer que los recortes drásticos volvieran al gobierno más eficiente.
Los detractores de Musk destacaron su fracaso rotundo en Wisconsin, donde puso en función de candidatos republicanos en su carrera por la Corte Suprema del estado cerca de 20 millones de dólares, un fiasco que los analistas consideraron como un referéndum sobre el magnate.
Enseguida alguna que otra voz salió por ahí a dar la alerta que el dueño de Tesla podría ser un lastre político para los republicanos en las elecciones de medio término de 2026.
Casi al término del mes de marzo, Trump limitó el acceso de Musk de cualquier información militar sensible por sus negocios en China y lo vetó de temas de seguridad nacional.
Pero el punto de disensión más reciente son los mensajes de Musk sobre Navarro, mientras se desmarcaba el sábado de las últimas declaraciones de Trump sobre el asunto de las tarifas. Al hablar por videoconferencia con el político italiano Matteo Salvini, dijo que lo ideal sería una política de «aranceles cero», contrario a todo lo que en este preciso momento pasa por la cabeza del ocupante del Despacho Oval.
El anuncio de los masivos aranceles puso patas arriba a los mercados y Musk, el empresario, según estimados, perdió ya 600 mil millones de dólares.