Con un micrófono sin cables ni fuentes de energía: URSS espió a EE.UU. durante 7 años

El micrófono sin cables ni fuentes de energía estuvo en el despacho del embajador de EE.UU. en Moscú desde 1945 hasta 1952. Cuando fue encontrado por casualidad, especialistas estadounidenses no podían entender los principios de su funcionamiento.

El 4 de agosto de 1945, el embajador estadounidense en la URSS, Averell Harriman, visitó el campamento juvenil de Artek, donde recibió de un grupo de pioneros —organización  soviética de tipo scout— un regalo especial: una talla de madera exótica en forma del Gran Sello de EE.UU. Tras un examen de la impresionante obra por los servicios de seguridad, el halagado enviado la colgó en la pared del despacho de su residencia.

Durante los próximos siete años, los agentes de la inteligencia soviética escuchaban todo lo que sucedía en la sala más protegida de la misión diplomática estadounidense. Podrían haber seguido haciéndolo muchos más años si el micrófono no hubiera sido revelado por una casualidad.

El elemento central de la operación fue un dispositivo único escondido dentro de la talla. Carente de algún cable o fuente de energía, el endovibrador —así se llamaba el mecanismo— consistía en una antena, de 23 centímetros, y una cavidad con una membrana de alta sensibilidad. Como tal, era totalmente pasivo y por eso no podía ser detectado en estado inactivo a través de los métodos tradicionales.

No obstante, siendo expuesto a una señal de radio de cierta frecuencia, se despertaba: la membrana resonaba y modulaba las vibraciones acústicas en radioondas reflejadas, que a su vez se captaban por antenas instaladas en dos pisos francos de la inteligencia soviética en un edificio vecino.

Durante el período de la actividad del endovibrador, se sucedieron cuatro jefes en la Embajada de EE.UU. en Moscú. A pesar de que el despacho sufrió varias reorganizaciones, nadie de ellos decidió remover el Gran Sello tan brillante y adecuado al entorno.

De este modo, el Kremlin sabía de las decisiones de los embajadores estadounidenses antes de que estos se lo comunicaran a la Casa Blanca.

El misterio de ‘La Cosa’

En cuanto a la revelación del micrófono, existen dos versiones. Según la primera, fue detectado siguiendo una pista dada a la CIA por Piotr Popov, agente renegado del Directorio Principal de Inteligencia de la URSS. La segunda, anunciada oficialmente por EE.UU., sostiene que la señal reflejada por el dispositivo fue captada casualmente por un técnico de la Embajada del Reino Unido, ubicada a 1,5 kilómetros del despacho vigilado.

Sin embargo, el hallazgo del endovibrador llevó al desconcierto: los especialistas de servicios de seguridad estadounidenses no podían entender los principios de su funcionamiento. La fractura de la membrana a la hora del descubrimiento del micrófono complicaba aún más la tarea. Es entonces cuando el enigmático dispositivo fue bautizado La Cosa (The Thing en inglés).

Finalmente, el misterio fue resuelto por el británico Peter Wright, quien logró recrear el mecanismo tras 18 meses de trabajo.

Washington mantuvo el endovibrador en secreto durante ocho años. Por primera vez fue mostrado al público en mayo de 1960, cuando el embajador de EE.UU. ante la ONU, Henry Cabot Lodge, lo llevó en una sesión del Consejo de Seguridad de la organización. Desde entonces, se conserva en el Museo Nacional Criptológico de EE.UU., ubicado en Fort George G. Meade (Maryland).

Los expertos estadounidenses, que trataron de entender cómo funciona La Cosa, se sorprenderían si supieran que su diseñador fue Lev Termén, una figura muy bien conocida en EE.UU. durante la década de 1930.

Conocido de Lenin y Eisenhower

Descendiente de hugonotes fugados de Francia en el siglo XVI, Termén nació en 1896. Desde la infancia, se interesaba de dos esferas aparentemente opuestas: la música y la ciencia. A la hora de la Revolución de Octubre, se había graduado tanto del Conservatorio como de la Facultad de Matemáticas y Física de la Universidad de San Petersburgo.

El joven de talento excepcional fue avistado por el prominente físico Abram Ioffe, quien le concedió, en 1919, un laboratorio en el Instituto de Física y Tecnología de Moscú. Al año siguiente, trabajando allí en un sistema de alarma inalámbrica, elaboró el primer instrumento musical electrónico que se opera sin la necesidad de tocarlo físicamente. Dos años después, presentó su invento, conocido ahora bajo el nombre de theremín, a Vladímir Lenin quien quedó impresionado con ese dispositivo futurista.

A finales de la década de los 1920, Termén se traslada a Nueva York, donde continúa sus investigaciones, empieza la producción comercial de los theremines, se mezcla con la alta sociedad —contacta con tales personalidades como Albert Einstein, Charlie Chaplin y el futuro presidente de EE.UU., Dwight Eisenhower— y trabaja para la inteligencia soviética

«Para tales propósitos, elaboré mi propia táctica: para saber algo nuevo, clasificado, hay que ofrecer algo nuevo. Cuando demuestras tu nuevo invento, es más fácil descubrir en qué están trabajando», recordó medio siglo después.

 

 

 

 

 

 

 

 

Recluso que escuchaba a Stalin

No obstante, en 1938 se le ordenó volver a la URSS. Meses después de llegar a Moscú, fue arrestado y declarado culpable de preparar un atentado contra un alto funcionario. Terminó en una ‘sharashka’, nombre que recibían los laboratorios secretos del sistema del Gulag, donde se especializó en el desarrollo de los dispositivos de escucha para la inteligencia y creó el endovibrador.

No se limitó a La Cosa. Así, desarrolló en este período el sistema ‘Burán’ (‘Ventisca’) capaz de grabar a distancia los sonidos dentro de un edificio.

Tras ser puesto en libertad, en 1947, colaboró con los servicios de seguridad durante los próximos 19 años. Entre otras cosas, trabajaba sobre el mejoramiento de grabaciones de escucha secreta de Iósif Stalin.

«Decían de él que estaba medio loco y se comportaba de la misma manera en casa. Pero de los registros de vigilancia constante que escuché, no tuve esa impresión. Así, hubo grabaciones de momentos cuando firmaba documentos sobre ejecuciones. Me dio la impresión de que era una persona bastante humilde e indiferente: cuando le daban esas listas, las firmaba sin dudar», contó el inventor.

Durante el resto de su larga vida, trabajó en la Facultad de Física de la Universidad Estatal de Moscú, mejorando el diseño del theremín y promoviéndolo como un instrumento clásico. A finales de los años 1980, pudo restablecer contactos con músicos occidentales y realizó una serie de conciertos en varias ciudades del mundo.

En 1991, meses antes de la prohibición del Partido Comunista de la URSS, ingresó en esa organización, cumpliendo una promesa dada a Lenin casi 70 años antes.

Sus últimos meses fueron ensombrecidos por amenazas anónimas vinculadas a sus ideas políticas. Así, en enero de 1993, mientras estaba de gira en Países Bajos, desconocidos irrumpieron en su hogar y destruyeron la mayoría de sus instrumentos y escritos. Murió mientras dormía el 3 de noviembre del mismo año.

 

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