A medida que se arriba a la mitad de mayo, la pregunta en la mente de todos es «¿dónde está la gran contraofensiva ucraniana?»
Este evento tan promocionado se ha estado filtrando en los principales medios de comunicación occidentales y canales de redes sociales desde otoño de 2022, cuando el comandante general de las fuerzas armadas ucranianas, Valeri Zaluzhni, informó al Grupo de Contacto de Ucrania —liderado por Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)— durante una reunión en Ramstein, Alemania, sobre la lista de adquisiciones de equipo militar que su país necesitaría para llevar a cabo una supuesta «operación ofensiva exitosa», diseñada para expulsar a las tropas rusas de suelo ucraniano.
Desde entonces, el Occidente —de manera colectiva— ha estado trabajando horas extras para proporcionar gran parte de este apoyo material, junto con el entrenamiento necesario para que las tropas ucranianas lo empleen mediante la aplicación de la doctrina operativa y táctica ofensiva de armas combinadas estándar de la OTAN.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, anunció a finales de abril de este 2023 que la organización había entregado más de 98% del equipo prometido a Ucrania para el otoño pasado, incluidos alrededor de 1.550 vehículos blindados, 230 tanques y «vastas» cantidades de municiones, entre ellas y de manera controvertida aquellas hechas con uranio empobrecido, mismas que fueron utilizadas en el Challenger 2, tanques británicos de batalla y el misil de crucero lanzado desde el aire Storm Shadow, suministrado por el mismo Gobierno de Reino Unido.
La OTAN, comentó Stoltenberg, también entrenó a más de 30.000 soldados, lo que permitió a Ucrania formar nueve brigadas de fuerzas de combate capaces de asestar golpes contra el Ejército ruso en el territorio vecino.
Pero no tan rápido. Según el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, si bien el Ejército de su país tiene suficientes tropas entrenadas para llevar a cabo una contraofensiva contra Rusia, parte del equipo que estas agrupaciones necesitan aún no ha llegado a Kiev.
Ucrania, aseveró el mandatario, necesita más tiempo para llevar a cabo cualquier operación ofensiva importante. Zelenski se encuentra actualmente en una gira por Europa, donde está presionando a sus aliados de la OTAN para obtener aún más ayuda militar. EEUU, Alemania y Francia han prometido aumentar la cantidad de asistencia militar a su aliado.
La pregunta que queda es cuándo creerá Ucrania que tiene fuerzas suficientes para llevar a cabo una operación ofensiva exitosa. Y la respuesta es más que probable: nunca.
El estándar que se utiliza para medir el éxito o el fracaso de cualquier ataque ucraniano es irrealmente alto: la ofensiva de Jarkov de septiembre de 2022. Aquí, Ucrania fue capaz de explotar las posiciones defensivas rusas; optando por intercambiar tierras por vidas, los militares rusos llevaron a cabo una retirada, lo que permitió a Ucrania obtener una importante victoria propagandística mientras cedía poca ventaja militar.
Kiev llevó a cabo una operación igualmente exitosa contra la orilla de Jersón, donde una vez más Rusia retiró alrededor de 30,000 soldados para evitar las bajas que se acumularían si elegían proteger un territorio que, en gran medida, era indefendible.
Las nueve brigadas ucranianas que la OTAN ha ayudado a entrenar y equipar son, en todo caso, más capaces que las fuerzas asesoradas por la alianza atlantista y que Ucrania utilizó en Jarkov y Jersón. Pero también lo están haciendo las fuerzas rusas enfrentándose a ellos.
Después del éxito de las operaciones de Jarkov y Jersón, Rusia llevó a cabo una movilización parcial de aproximadamente 300.000 soldados que, junto con una acción paralela de voluntarios, aumentó el número de elementos para el comando ruso a alrededor de 700.000.
Estas tropas, en su mayor parte, ya completaron su entrenamiento, y ya han sido comprometidas con las líneas del frente o están siendo mantenidas en reserva para futuras operaciones militares. Las posiciones defensivas rusas se han preparado en términos de densidad en la línea de contacto, la provisión de suficiente apoyo de fuego y la preparación de segundas y terceras líneas de defensa para frustrar cualquier posible avance ucraniano.
En resumen, si Ucrania ataca se encontrará con una barrera que es muy diferente de lo que enfrentaron en otoño de 2022.
Además, Rusia se ha adaptado aún más a las realidades del campo de batalla moderno. El uso por parte de Ucrania de sistemas de artillería proporcionados por Washington, incluidos los lanzacohetes HIMARS, ha sido en gran medida neutralizado por la mejora del arte operativo ruso, diseñado para reducir los objetivos potenciales para ese armamento.
Además, se emplean nuevas acciones tácticas, como el uso de planes electrónicos bélicos, creados para bloquear las señales GPS utilizadas para guiar a HIMARS a su objetivo, y las capacidades mejoradas de defensa aérea que terminan derribando la mayoría de los cohetes lanzados por Ucrania.
Rusia también ha mejorado en particular el sistema Lancet para detectar y destruir hardware militar ucraniano y rastrear capacidades de comando y control.
Moscú también ha incorporado nuevas tecnologías propias, incluido el empleo de «bombas planeadoras» guiadas con precisión que se han utilizado con efectos devastadores contra las concentraciones de tropas ucranianas.
La fuerza aérea y la marina rusas también han sido muy eficaces en la realización de ataques de castigo contra los depósitos de armas y logística ucranianos mediante drones de largo alcance y misiles guiados de precisión, destruyendo las mismas acumulaciones de municiones y combustible que Ucrania necesitaría para llevar a cabo cualquier ataque militar significativo y sostenido.
Cuando se suma esto a la escasez actual que Ucrania tiene con respecto a los proyectiles de artillería y los sistemas de defensa aérea, es difícil ver cómo el país europeo podría llevar a cabo un ataque exitoso contra las fuerzas rusas tal como están las cosas actualmente.
Mientras que el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, señaló hace un año que el objetivo de su país en Ucrania era infligir un dolor a Rusia de tal intensidad que sirviera para disuadir cualquier acto futuro de «agresión» rusa en Europa, ahora está quedando claro que es Washington el que está comenzando a sufrir.
Esto en términos del impacto que el continuo apoyo a Ucrania ha tenido en la preparación militar de EEUU, como en el alto costo de impulsar la capacidad de su aliado militar para sostener este conflicto, que actualmente se estima en más de 130 mil millones de dólares y sigue creciendo.
A medida que el presidente estadounidense, Joe Biden, comienza su campaña rumbo a la relección, las consecuencias políticas internas de un conflicto «congelado» en Kiev que continúa minando los recursos militares y económicos de la nación norteamericana se convertirán en una responsabilidad política.
Mientras Volodímir Zelenski busca más tiempo para prepararse completamente de cara a una contraofensiva, el tiempo no está del lado del partidario número uno de Ucrania. Al final del día, esa nación será presionada por Washington para llevar a cabo un ataque decisivo contra Moscú que, simplemente, no puede lograr.
Los 30.000 soldados que Ucrania ha acumulado cuidadosamente, se perderán luchando contra un Ejército ruso que es más que capaz de manejar lo que el Gobierno ucraniano le envíe.
Esto no significa que Kiev no logrará una ventaja táctica momentánea sobre pequeñas porciones del campo de batalla, o que Moscú no sufrirá pérdidas. Pero al final del día, Rusia está mucho más preparada para manejar las consecuencias de una contraofensiva ucraniana que Kiev y la OTAN, si finalmente ocurre.