Misión Verdad
El pasado 15 de agosto, los ministros de Defensa de Rusia y Venezuela anunciaron un acuerdo intergubernamental para permitir el intercambio de buques de guerra en puertos de ambos países.
La información fue dada a conocer durante la visita oficial del general Vladimir Padrino López a Moscú, en el marco de los Juegos Militares Internacionales Army 2019. El documento, que fue firmado en una reunión de ministros rusos con el jefe de Defensa venezolano, prevé la visita de buques militares a los puertos de Rusia y Venezuela.
En ese mismo encuentro, Padrino López y su homólogo Serguéi Shoigú conversaron sobre temas relacionados a la cooperación en el ámbito militar y tecnológico que desde 2005 sostienen los dos países.
El ministro Shoigú aprovechó la oportunidad para pronunciarse sobre el escalamiento bélico de Estados Unidos contra Venezuela: «Estamos atentos a los acontecimientos en Venezuela, notamos una presión sin precedentes por parte de Washington que busca desestabilizar la situación en su país», recogió RT.
La naturaleza de las relaciones ruso-venezolanas se ha caracterizado por la transferencia de equipamiento militar euroasiático de todo tipo: rifles, tanques, vehículos, aviones de combate, helicópteros de transporte, buques de guerra y sistemas de misiles antiaéreos.
Incluso, desde las amenazas de intervención militar estadounidense, se han incrementado las maniobras militares conjuntas entre la Federación Rusa y el Estado venezolano. Ante la intención definitiva de proceder «a baja intensidad» contra Venezuela, la cooperación rusa ha sido un disuasivo que entorpece los objetivos deseados por los halcones.
Lo global: crecen las tensiones militares con el entierro del tratado INF
En un espectro más amplio, la profundización de las alianzas entre naciones agredidas financiera y políticamente por Washington, ocurre cuando el Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (INF) deja de existir por decisión unilateral de Estados Unidos.
El acuerdo contenía una peligrosa carrera armamentística entre potencias militares rivales.
El 2 de agosto se hizo oficial la salida de Rusia y Estados Unidos del tratado INF. El convenio nació durante la Guerra Fría y estaba centrado en que las superpotencias eliminaran los misiles balísticos y de crucero terrestres con alcance de 500 a 5 mil 500 kilómetros.
Anteriormente, Donald Trump había denunciado su incumplimiento por parte de Rusia. El principal cuestionamiento estadounidense era hacia el misil ruso 9M729, que supuestamente violaba el tratado al sobrepasar los límites acordados, declaración que fue desmentida por Moscú al reiterar que su nuevo misil tiene un alcance máximo de 480 kilómetros.
El magnate presidente Trump ya había reaccionado en octubre de 2018 notificando la salida de Estados Unidos del Tratado INF cuando Rusia dio a conocer el misil nuclear hipersónico Avangard, ante la imposibilidad de compensar el retraso estadounidense en el desarrollo de misiles hipersónicos.
La Administración Trump desea reconstruir el arsenal de misiles nucleares de alcance intermedio debido a que Estados Unidos ya no fabrica motores para ese tipo de misiles. Para ello cuenta desde hace año y medio con el apoyo de actores clave en el complejo industrial militar como Raytheon, Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, así como del grupo británico BAE Systems y del grupo francés Thales.
Por ello el Pentágono realizó su primer ensayo con un misil de crucero en la isla de San Nicolás, próxima a la costa de California. La acción fue catalogada por el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, como una demostración de que Estados Unidos buscó desde un principio la suspensión del INF.
Por otro lado, el presidente de Rusia Vladimir Putin, en reunión con el mandatario francés Emmanuel Macron, enfatizó que la respuesta de Rusia ante estos eventos sería igualmente unilateral.
Donde Estados Unidos produzca misiles de corto y medio alcance, «también lo haremos nosotros», manifestó el presidente ruso, aclarando que no lo harán en ninguna región del mundo en la que no existan sistemas estadounidenses de ataque de ese tipo.
El vértice Chino en un entramado de tensiones
En octubre de 2018, el canciller ruso Serguéi Lavrov declaró que Trump había manifestado la necesidad de que el tratado INF incluyera a China, que al igual que otros países asiáticos nunca había sido parte del acuerdo ni tenido limitaciones para desarrollar armas de corto y medio alcance en las últimas tres décadas.
Como dato análogo, para contrarrestar las defensas costeras chinas, el Pentágono necesitaría recurrir a los misiles de alcance intermedio.
China, país cuyo poderío quiere contrarrestar a Estados Unidos con el despliegue de nuevos misiles, se opuso a la decisión de Washington de abandonar a comienzos de este mes el INF asegurando que:
«Si Estados Unidos vuelve a desarrollar y desplegar misiles de alcance medio, eso perjudicará gravemente la estabilidad y el balance estratégico en el mundo (…) afectará el proceso de control de armas y de desarme a nivel multilateral, así como pondrá en riesgo la paz y la seguridad regional», aseguró la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Hua Chunying.
El gigante asiático instó a Washington a la moderación y a no interferir en la seguridad de otros países, además de cumplir con sus obligaciones y a que «proteja la paz y la seguridad en los niveles regional y global».
En medio de una guerra comercial declarada por la corporatocracia estadounidense y habiendo prestado apoyo a Venezuela, la República Popular China se constituye el principal adversario de Estados Unidos para los próximos 50 ó 100 años, dicho así en junio de este año por el general Mark A. Milley, del Estado Mayor Conjunto norteamericano.
Otros actores geopolíticos como Francia han pedido a los Estados Unidos y a Rusia dar pasos para evitar una carrera armamentista nuclear.
El frente venezolano
Por otro lado, el Comando Sur ratifica la prestación de apoyo operacional para llevar a cabo la pretensión de los halcones de ejecutar un bloqueo naval al frente de las costas venezolanas.
Su jefe, almirante Craig Faller, declaró este lunes 19 de agosto que la Marina de Estados Unidos estaba lista para «hacer lo que sea preciso» en Venezuela. Hizo esta afirmación en Rio de Janeiro, en medio de los ejercicios militares UNITAS 2019.
Estas maniobras militares multinacionales se efectúan en Brasil con el despliegue de 14 embarcaciones, un submarino, ocho helicópteros y cinco aviones de ala fija, bajo la excusa de medir su capacidad de respuesta ante situaciones de «ayuda humanitaria».
Allí participan, entre otras naciones, Colombia, Argentina, Perú, Chile, Ecuador, Panamá y Paraguay, actores de la región alineados a la agenda golpista de la Administración Trump contra el gobierno venezolano.
Lo cierto es que cada vez son más recurrentes este tipo de ejercicios en el hemisferio, encabezados por el Comando Sur, tratando de dar demostraciones exitosas del apresto operacional con el objetivo de fortalecer la «opción militar», narrativa que maneja abiertamente la Casa Blanca desde 2017 pero que ha rechazado asumirla de manera frontal, decantándose por el ataque económico-financiero, la ofensiva a las infraestructuras venezolanas, cerco diplomático, etc.
Incluso los operadores cercanos al Despacho Oval de la Casa Blanca no manejan una visión unificada sobre cómo enrumbar las acciones bélicas sobre Venezuela.
Es lo que se observa con el plan de bloqueo naval presentado por Donald Trump, al que el Departamento de Defensa ve como improbable porque «cree que es poco práctica y porque absorbería recursos de una Marina que ya está al límite de su capacidad para contrarrestar a China e Irán», según una fuente del portal Axios.
En ese sentido, Craig Faller alardea diciendo que la fuerza naval de Estados Unidos «es la más poderosa del mundo», intentando disipar las vacilaciones que surgen entre funcionarios de la Casa Blanca en torno a un avance militar de tal alcance.
Dos agendas contrapuestas
El clima de Nueva Guerra Fría que actualmente rodea las relaciones políticas de Rusia y Estados Unidos, tiene en Venezuela uno de los escenarios más complicados, como lo fue en su momento Cuba con «la crisis de los misiles», por ser el elemento que define la conducción o no de América Latina hacia el mundo multipolar.
Rusia, que intercede en el cuadro geopolítico para retraer las acciones militares del Comando Sur y sus aliados, aboga por la resolución del conflicto mediante canales de diálogo, objetivo que también es perseguido por la Unión Europea y los aproxima en intereses.
En cambio, Estados Unidos, detonando toda negociación que no implique el control político absoluto de Venezuela, combina las nuevas acciones financieras con una peligrosa escalada naval. Cuestionadas no solo por contrarios sino también por sus propios adeptos, ambos recursos tienen una alta probabilidad de fallar.