Andrew Korybko*
La campaña alarmista, presuntamente coordinada, de Estados Unidos y Ucrania sobre las consecuencias para la seguridad regional del supuesto combate de los cubanos por el lado de Rusia sugiere que la isla pronto estará bajo mayor presión.
Reuters informó en exclusiva a principios de octubre que el Departamento de Estado envió un cable sin clasificar a decenas de misiones estadounidenses, instruyendo a sus diplomáticos a informar a los países que Cuba envió hasta 5.000 combatientes para apoyar a Rusia contra Ucrania. La inteligencia ucraniana luego promovió estas afirmaciones en el New York Post, posiblemente en coordinación con el Departamento de Estado, lo que coincidió con la ratificación por parte de la Cámara Alta rusa de un nuevo pacto de cooperación militar con Cuba, que también ha sido objeto de especulación.
Algunos sospechan que su objetivo es formalizar el supuesto proceso de reclutamiento militar ruso en Cuba, que indignó a algunos funcionarios en La Habana hace dos años, como se analizó aquí en su momento. Este proceso podría incluir ahora tropas formales, como en un pacto anterior con Corea del Norte. Otros prevén planes más ambiciosos. Alexander Stepanov, experto militar de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública, declaró a TASS que Rusia podría enviar Iskanders e incluso Oreshniks a Cuba en virtud de este pacto.
Según él, esto «crearía una fuerza disuasoria eficaz capaz de alcanzar objetivos estratégicamente importantes en territorio estadounidense, manteniendo así el equilibrio de poder y la paridad en las capacidades ofensivas», en particular en el contexto de los posibles planes estadounidenses de enviar misiles de crucero Tomahawk de largo alcance a Ucrania. Esta especulación no es nueva, ya que el vicepresidente del Comité de Defensa de la Duma, Alexei Zhuravlev, propuso en enero de 2024 que Rusia instalara bases nucleares allí y en otros lugares de la región.
Eso sería sensato en principio, pero improbable en la práctica, ya que Cuba probablemente no quiera arriesgarse a provocar que Trump considere una campaña de máxima presión similar a la iraní, especialmente después de que acaba de ordenar un refuerzo militar regional con el pretexto de frenar el narcotráfico. Sin embargo, la continua especulación sobre el posible envío secreto de misiles rusos a Cuba, ya sea por parte de la agencia TASS, financiada con fondos públicos, o de un funcionario de la Duma, aún podría ser aprovechada para este fin.
Sin embargo, es mucho más probable que el supuesto cable del Departamento de Estado sobre combatientes cubanos que apoyan a Rusia contra Ucrania se aproveche para justificar gradualmente una mayor presión sobre la isla. En ese sentido, esta afirmación podría ser cierta (independientemente de si se refiere a voluntarios o tropas), al igual que otras anteriores sobre el apoyo a Corea del Norte fueron confirmadas posteriormente por Rusia, pero Cuba tendría el derecho legal de permitir que sus ciudadanos cooperen con Rusia de esta manera o envíen apoyo directo.
Incluso si eso es todo lo que hay en su pacto recién ratificado, el alarmismo ucraniano al respecto en el New York Post —al que Trump una vez llamó su “periódico favorito”— podría bastar para poner a Cuba de nuevo en la mira de Estados Unidos. Según ellos, «La experiencia de combate que los ciudadanos cubanos adquieren en Ucrania es un bien peligroso y transferible. Esta experiencia podría utilizarse para entrenar a agentes y desestabilizar otras regiones, en particular en América Latina, amenazando la seguridad de los aliados y socios de Estados Unidos».
No importa que lo anterior sea pura especulación, ya que lo importante es que Trump, de una u otra forma, llegue a creer (ya sea por iniciativa propia o por insistencia de asesores cercanos) que este es un escenario creíble y, en consecuencia, autorice una política más enérgica contra Cuba. Esto podría incluso estar impulsado por cínicos intereses electorales de cara a las elecciones intermedias del próximo otoño, pero disfrazados de intereses de seguridad nacional de Estados Unidos. Por lo tanto, los observadores deberían seguir de cerca las relaciones entre Estados Unidos y Cuba en el futuro.
*Andrew Korybko es analista político, periodista y colaborador habitual de varias revistas en línea, así como miembro del consejo de expertos del Instituto de Estudios y Predicciones Estratégicas de la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos.