David contra Goliat

Una web mal hecha por falta de recursos y que busca un lugar dentro del difícil periodismo digital de Nicaragua, provocó una denuncia ante el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), de donde surgió la amenaza de “otras posibles acciones legales…”.

 

Me pone el Cenidh en una situación difícil porque yo no tengo abogado que me defienda ni dinero con qué pagar alguno. Ni siquiera cuento con una ONG europea que financie el pago de mi otra web, El Cronista Digital, a la que al igual que Nicaleaks, solo me une el afán de seguir haciendo periodismo, derecho que intentaron negarme cuando fui despedido de El Nuevo Diario en 2009.

Nicaleaks es un intento por hacer una forma de periodismo diferente. La idea surgió cuando hace algunos años, tras la publicación del “caso Televisa”, empecé a recibir de colegas de otros países alguna información documentada sobre irregularidades cometidas por los poderosos de dichas naciones.

También hemos conocido de pequeñas “conspiraciones” de la oposición de Nicaragua, las que en un inicio tampoco tomábamos muy en cuenta debido al tiempo que consume estar clasificándola y corroborando su veracidad con distintas fuentes.

La información obtenida la he venido guardando y admito que no he podido leerla toda. No sabía qué hacer con dichos documentos hasta que llegó a nuestro poder abundante información y fotos sobre la Coordinadora Guerrillera Nicaragüense (CGN), un grupo claramente de estafadores a como miembros del mismo lo han denunciado.

Así nació Nicaleaks, un nombre decididamente pretensioso porque intenté reproducir en alguna manera la experiencia del grupo Wikileaks. Pronto me di cuenta de lo difícil que sería, pese a que en los primeros días recibimos algunas llamadas de nicaragüenses que prometieron apoyarnos. Seguimos esperando.

Sí agradezco el apoyo de amigos a quienes conozco hace largo tiempo y que me han ayudado a conseguir información, alguna de la cual he publicado en El Cronista Digital de forma exclusiva, siendo reproducida forzadamente por los “grandes” medios o desmentida por los mismos solo por el hecho de no pertenecer a la “elite” periodística del país.

La publicación que originó la denuncia en el Cenidh alude a la periodista Elizabeth Romero, a quien conozco desde los años 80. Tenemos muchos correos que la mencionan, desde que le sugirieron al reportero de Radio Corporación Alfredo Salinas que la reclutara, hasta sus contactos con los miembros del presunto grupo guerrillero. También nos enviaron varias fotos de Romero.

No tengo recursos ni motivos para acosar o espiar a la periodista de La Prensa. Pero ella y yo conocemos cómo obtienen información los grandes medios de información en Nicaragua. La principal fuente son filtraciones y puede que Elizabeth tenga razón al sentirse “espiada” debido a que alguien de su entorno o que la conoce bien, está soltando información que la hace aparecer como “vocera oficiosa” de grupos que ella considera tomaron las armas en contra del gobierno.

Al menos esa era la intención de la Coordinadora Guerrillera al mandar a reclutarla. ¿Ella lo sabía? Eso si no nos consta.

El problema con los medios de comunicación en Nicaragua –de América Latina y gran parte del mundo-, que reclaman el derecho a fiscalizar la labor de otros, es que siempre se han considerado inmunes e impunes ante todo lo que hagan y digan, y muchos periodistas que laboran o han laborado en ellos, consciente o inconscientemente asumen como suya la ideología política del patrón.

Puede que ese comportamiento sea el aludido “güegüense” que se asegura llevamos dentro.

A mi modo de ver las cosas, Nicaragua atraviesa por otro momento “interesante” por llamarle de alguna manera. Algunos ONG, grupos políticos, individuos y familias que adversan al gobierno, han cerrado filas en una cruzada que se percibe fácilmente en los medios de comunicación que se denominan independientes.

Es una especie de “déjà vu” que como periodista con experiencia reconozco fácilmente y eso me llama la atención porque considero que es noticia, pero por lo que veo, los aludidos por Nicaleaks no lo ven así y los entiendo. Es la física aplicada al periodismo si es que vale este concepto. Toda acción provoca una reacción. Lo dijo Newton en su tercera ley.

Pero el principal problema, insisto, es la forma en que los medios de comunicación se ven a sí mismos. Ponderan al “espía” que les filtra información sobre otros, pero reaccionan con virulencia cuando la información proviene de sus planillas. Echan entonces a andar el engranaje y la visita al Cenidh es solo el primer paso.

Porque viví casi 24 años en esas entrañas los conozco y no me asustaré si llegan hasta la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) e incluso a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

No dejarán pasar la oportunidad de recurrir al victimismo una vez más.

Nicaleaks no es rival para La Prensa ni los grupos que la apoyan. Lo único con lo que cuento es una vieja computadora e innumerables fuentes que sumé a lo largo de más de 30 años de ejercicio periodístico. La prepotencia de los dueños de La Prensa no les permitirá aceptar que esta vez enfrentan a un simple desempleado, por lo que prefieren ver organismos de acoso y espionaje.

Siento que la familia Chamorro, que maneja un importante segmento del periodismo nacional a través de diarios, programas de televisión y fundaciones de diferente tipo financiadas desde el exterior, pretende acallarme y negarme el derecho a exponer la información que ha llegado a mis manos.

 

 

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