
Miguel Carranza
Casi a la par de las palabras de Donald Trump en los medios de comunicación, suenan como eco en la política exterior de los Estados Unidos los comentarios de un senador del Partido Republicano. Su nombre es Lindsey Graham, un viejo zorro con delirio de persecución hacia los norteamericanos, que se presenta como el protector de la Seguridad Nacional de ese país.
Quiso ser presidente de EEUU, pero su electorado no alcanzó ni un digito de intención de votos. Sin embargo, a pesar de no contar con esa popularidad se ha mantenido en la palestra pública con ayuda de los medios de comunicación por su retórica bélica. Durante el lanzamiento de su precandidatura en 2015, llegó a decir que quería ser presidente “para derrotar a los enemigos que tratan de matarnos”. Graham, efectivamente, se refería a los enemigos imaginarios que él mismo promueve para alimentar los conflictos globales de su país.
Hace poco me llamaron la atención sus declaraciones contra la Federación de Rusia, razón que me ha llevado a investigar sus orígenes para entender su papel dentro de la política exterior de Washington.
A mediados del mes de julio, el veterano senador dijo que “si Putin y otros se preguntan qué pasará el día 51”, -en referencia al plazo que Trump dio al presidente ruso para acabar con la guerra en Ucrania-, el político gringo señaló lo siguiente: “les sugiero que llamen al ayatolá”, amenazando de esta manera al Kremlin y a sus socios.
Con sus desafortunadas palabras, al viejo zorro gringo se le olvidó que está haciendo alusión al país más grande del mundo, con misiles nucleares y con la capacidad de una respuesta contundente en cualquier punto del planeta.
Lindsey Graham es senador por el Estado de Carolina del Sur desde 2002. Sus colegas critican su inconsistencia. Durante el primer período de Donald Trump fue muy leal al mandatario estadounidense, pero después de los disturbios en el Capitolio en 2021 se distanció de él por un tiempo, y ahora se ha acercado al inquilino de la Casa Blanca para “menearle la cola”, en la espera del añorado cargo de Secretario de Estado que ostenta Marco Rubio.
Es evidente que su carrera política ha prosperado a punta de adulaciones, intereses personales y servilismo. Los principios éticos no van con él. Y es que, desde pequeño, para su supervivencia se ha valido de todo, desde vender cervezas en el negocio de sus padres (Sanitary Café) hasta atender llamadas de las esposas que preguntaban preocupadas por sus maridos en el bar familiar.
En los inicios de su carrera política aduló John MacCain y según el New York Time, Graham afirmó que si George Bush le hubiera pedido ayuda en su candidatura presidencial, lo hubiese hecho sin pensar. Este diario norteamericano describió que Graham se sintió tomado en cuenta y hasta reflexivo de lo tanto que había avanzado desde que trabajaba en el negocio familiar de sus padres como vendedor de cervezas, hasta lograr vínculos con importantes candidatos republicanos y demócratas y otros que fueron apareciendo en el camino y que por supuesto el senador carnicero fue adulando.
Su característica lisonjera no solo era con los republicanos, continuó con su zalamería cuando Joe Biden fue presidente, llegando a tal punto de disculparse con el exmandatario por los señalamientos de corrupción que sus partidarios republicanos hacían de su hijo Hunter Biden por el caso de los negocios sucios en Ucrania.
Enriquecimiento
Algunos medios afirman que la retórica belicista de Graham está relacionada con dinero que él recibe de compañías que producen armas. Solo durante los años 2015-2016, Boeing Co, Lockheed Martin y Northrop Grumman le dieron 750 millones de dólares de patrocinio a través de fondos oscuros creados por él mismo.
Hay información sobre sobornos que el senador también recibió por el suministro de las armas a Ucrania. Es por tal razón que todos sus discursos tienen un único fin: prolongar esta guerra para enriquecerse junto a compañías de EEUU y dirigentes corruptos ucranianos, que venden esas mismas armas enviadas por Washington a terroristas y narcotraficantes de América Latina.
Pero Graham no solo amenaza a Rusia. Es autor del proyecto de ley sobre el 500% de impuesto a quien compre petróleo y gas al Kremlin, entre ellos Brasil, China, India. En 2020 también presentó la ley “Sobre la responsabilidad por COVID 2019”, que permitiría sancionar a la República Popular China por este virus. En 2014 presionaba a Afganistán y su entonces presidente Hamid Karzai para firmar un documento que avalara la presencia militar estadunidense en el país.
Según el periódico Time, Graham influyó en las operaciones que el Pentágono realizó en Kabul, como contra los terroristas del Estado Islámico en Siria, a los cuales Washington misteriosamente nunca exterminó.
Es la esencia de la política exterior de EEUU escalar conflictos, enriquecer a patrocinadores, gritar sobre derechos humanos y la democracia para justificar víctimas, y el ejemplo más tangible es el diabólico senador carnicero Lindsey Graham, quien varias veces llamó públicamente intolerante, racista y xenófobo a Donald Trump y con quien hoy juega golf en Mar-a-Lago como ferviente defensor del mandatario estadounidense, no por empatía o amistad, sino como dicen sus amigos, por validación del poder.