La crisis sociopolítica que hoy cumple un año de iniciada en Nicaragua, tiene a la economía entre sus principales víctimas, aunque muchos enfoques traten de ocultar esa realidad.
Tras registrar un envidiable ritmo de desarrollo económico en la década previa a lo que el gobierno considera un intento fallido de golpe de estado, el Producto Interno Bruto (PIB) apuntó un 3.8 por ciento de decrecimiento en 2018.
La cifra contrasta de manera brutal con el promedio del 5.2 por ciento de crecimiento del PIB durante el período 2009-2017, con un pico del 6.2 puntos porcentuales en 2011, que convirtieron a la economía nica en una de las más pujantes de América Latina en esa etapa.
A principios de este mes el Banco Central de Nicaragua (BCN) estimó en un total de mil 453 millones de dólares las pérdidas sufridas por la economía nacional en 2018, debido a la crisis sociopolítica desatada hace justamente un año, con el pretexto de las reformas al sistema de Seguridad Social anunciada en esos días por el Gobierno.
Datos que cuantifican hasta el tercer trimestre del año anterior arrojaban la pérdida de algo más de 154 mil empleos por la propia causa.
De manera adicional los daños a la infraestructura superaron los 204 millones de dólares, precisó en su momento el presidente del BCN, Ovidio Reyes.
A principios de año el propio primer ejecutivo del ente emisor recordó que antes del estallido de la crisis Nicaragua contaba con una inversión extranjera directa del 12 por ciento y exportaciones por encima de los cinco mil millones dólares, incluidos bienes y zonas francas.
La industria turística iba camino de registrar los dos millones de visitantes en el año, una cifra extraordinaria para este país centroamericano, que finalmente quedó en apenas la cuarta parte de lo proyectado.
El análisis de la pérdida económica sufrida por el país, sostienen expertos, no resiste comparación con los 60 millones dólares que le hubiera costado al sector privado nicaragüense la reforma al sistema de seguridad social, utilizada como pretexto para desatar una revuelta que analistas políticos consideran venía siendo planificada desde hace años.
En la propia oportunidad Reyes explicó que al iniciarse la crisis alertaron (desde el BCN) a la empresa privada sobre los grandes riesgos que implicaban para la economía y su dinámica al crecimiento los tranques (cierres de vías) que llegaron a paralizar el país.
Lamentablemente no fuimos escuchados y algunos desde el sector privado dijeron que la economía no importaba, y claro que importaba muchísimo, razonó.
En otros países una merma del 27 por ciento en los depósitos hubiera significado el descalabro económico, pero Nicaragua no se hundió, debido entre otras causas a que una década de progreso continuo había permitido acumular fuerzas, sobre todo por medio del ahorro, explicó el presidente del Banco Central.
Comparó la situación afrontada por este país con la de Argentina, donde un 15 por ciento de retiro de los depósitos provocó un colapso que condujo a la devaluación de la moneda.
Y eso a pesar de que el país austral recibió una inyección de 60 mil millones de dólares por parte de organismos financieros internacionales y Nicaragua cero, cotejó.
El lenguaje de las cifras con su proverbial precisión resalta que la economía fue una de las principales víctimas del intento planificado de derrocar un gobierno electo, mediante lo que el politólogo estadounidense Gene Sharp (1928-2018) calificara como un golpe blando.