El veterano socialista, que perdió contra Hillary Clinton pero cuyas ideas progresistas han calado en el Partido Demócrata, se suma a las concurridas primarias para ganar a Trump
Bernie Sanders, el senador socialista independiente cuya fracasada campaña en las primarias de 2016 movilizó a los votantes progresistas y contribuyó a desplazar a la izquierda al Partido Demócrata, ha anunciado este martes que entra en la carrera para desalojar en 2020 a Donald Trump, a quien define como “el presidente más peligroso de la historia estadounidense moderna”.
“Nuestra campaña no es solo sobre derrotar a Donald Trump”, ha advertido el senador por Vermont, de 77 años, en un correo electrónico a sus simpatizantes a primera hora del día. “Nuestra campaña es sobre transformar el país y crear un Gobierno basado en los principios de justicia económica, social, racial y medioambiental”.
Su candidatura a las primarias demócratas, ya hiperpobladas a un año de que arranquen oficialmente en el caucus de Iowa, se daba prácticamente por descontada. El reto es si podrá capturar de nuevo esa energía de la izquierda del partido y o si habrá de compartirla con otros candidatos del mismo sector como su otrora aliada, Elizabeth Warren, o la hawaiana Tulsi Gabbard, que fue una de las pocas congresistas que le apoyó en 2016.
La sanidad universal, los impuestos altos a los ricos, la subida del salario mínimo o la lucha contra el cambio climático, son políticas progresistas que Sanders enarboló en solitario hace tres años, pero que ahora, tras la derrota de Hillary Clinton en las presidenciales, se han extendido en el Partido Demócrata y figuran en los programas de varios candidatos. “Hace tres años, durante nuestra campaña de 2016, cuando presentamos nuestra agenda progresista, nos dijeron que nuestras ideas eran radicales y extremas”, recuerda Sanders. “Pues han pasado tres años. Y, como resultado de millones de estadounidenses alzándose y luchando, todas esas políticas y más son apoyadas ahora por una mayoría de estadounidenses”.
Su candidatura en las primarias pasadas, que perdió contra Clinton, le coloca en una situación privilegiada respecto a sus contrincantes de 2020, pero también le despoja del aura anti-establishment que tan bien funciona entre cierto electorado. Para bien o para mal, Sanders ya no es el outsider que era hace tres años: es un político reconocido dentro y fuera del país, le avalan 13 millones de votos y construyó una maquinaria financiera que le permitió recaudar más de 230 millones de dólares, casi todo en pequeñas donaciones.
“Juntos, vosotros y yo y nuestra campaña de 2016 empezamos la revolución política. Ahora es hora de completar esa revolución e implementar la visión por la que luchamos”, ha dicho.
Las elecciones legislativas del pasado mes de noviembre, que trajeron a la Cámara de Representantes una mayoría demócrata encarnada en congresistas mujeres, jóvenes y de minorías étnicas, plantean a la candidatura de Sanders el desafío de si esa energía podrá ser catalizada por un hombre blanco y mayor. Deberá mejorar su mediocre desempeño entre los votantes negros y, en plena era del Me Too, combatir las críticas sobre ciertos comportamientos sexistas en su campaña, surgidas en los últimos meses y por los que se ha disculpado públicamente.
La reacción a la candidatura de Sanders no tardó en llegar desde la campaña de Donald Trump. «Bernie Sanders ya ha ganado el debate en las primarias demócratas, porque todos los candidatos están abrazando su estilo de socialismo», ha dicho en un comunicado Kayleigh McEnany, portavoz de la campaña del presidente republicano para 2020. Ya en su discurso sobre el estado de la Unión, a principios de este mes, Trump dejó claro que atacará a los demócratas agitando el fantasma del socialismo. «Esta noche», dijo, «renovamos nuestra determinación de que Estados Unidos no será nunca un país socialista».