EE.UU: Fusiles de asalto para niños: el negocio de la muerte

El cónclave de la violencia ofrece a los fabricantes y mayoristas la oportunidad de mostrar lo último en armamento, municiones y accesorios, al tiempo que sienta las bases para cerrar acuerdos multimillonarios con los posibles compradores.

El martes pasado dio inicio en las Vegas, Nevada, la Feria Comercial de Tiro, Caza y actividades al aire libre (shot Show), la mayor de su tipo en el país.

La cita de cuatro días puede parecer una de las tantas que se realizan en EE. UU., en las cuales se rinde culto a las armas de fuego, si no fuera por un elemento que podemos calificar de atroz.

Uno de los «atractivos» principales es el rifle de asalto estilo AR-15, el JR-15, diseñado para niños.

Los expositores anuncian que el rifle de una sola ronda está «ideado para entusiastas más pequeños». Figuras conocidas por los infantes a través de los dibujos animados, adornan las guardas del fusil.

«Creemos que, con la tutoría adecuada, esta plataforma generará confianza y enseñará responsabilidad…ayudará a las familias a transmitir de manera segura la orgullosa tradición estadounidense de propiedad responsable de armas»,se ufana un anuncio publicitario en el sitio web del evento.

El cónclave de la violencia ofrece a los fabricantes y mayoristas la oportunidad de mostrar lo último en armamento, municiones y accesorios, al tiempo que sienta las bases para cerrar acuerdos multimillonarios con los posibles compradores.

La convención se realiza a menos de dos semanas de que una niña de seis años le disparara a una maestra de primaria en un salón de clases de Virginia, en un inicio de año signado por la violencia y la muerte, refiere La Opinión.

Según la organización no gubernamental Gun Violence Archive (GVA), más de 150 personas fallecieron y 340 resultaron heridas por disparos en EE. UU. durante los tres primeros días de 2023.

Entre las víctimas hay tres menores de 11 años y 13 adolescentes; la base de datos de gva registra siete tiroteos masivos solo en la primera semana de enero.

Debemos recordar que, durante 2022, esa ong reportó más de 45 000 muertes por violencia armada en todo el país. Si comparamos esa cifra con las bajas sufridas por el ejército estadounidense, en igual periodo, en sus guerras imperiales, las supera con mucho.

Por ejemplo, en Vietnam 58 159 militares estadounidenses murieron durante todo el conflicto armado; en Irak 4 490, y en Afganistán se calcula que, en 20 años, 2 400 militares cayeron en combate, a lo que se podría sumar los más de 8 000 contratistas privados de seguridad estadounidenses (mercenarios) caídos en la «lucha contra el terror» en el Medio Oriente, según refiere BBC.

El saldo de la «guerra contra el terrorismo» llevada a cabo por Washington y sus aliados fue de más 900 000 muertos, la inmensa mayoría civiles, habitantes pacíficos de los pueblos involucrados en las razias imperialistas.

Esas casi 50 000 muertes ocurridas en 2022 en EE. UU., dibujan la imagen dantesca de una guerra sin grandes anuncios y titulares, sin movilizaciones militares, medallas y ascensos, que transcurre en las calles de las principales ciudades y pueblos de esa nación norteña.

La cultura de la violencia, tan conveniente a los mercaderes de las armas y las guerras, genera ganancias millonarias. No son muy diferentes los objetivos. A los negociantes les da lo mismo que la muerte se enseñoree en las calles de Nueva York, Faluya o Kabul siempre que, con cada disparo, eleve su canto avaro la caja contadora.

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