El secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, y su homólogo de Brasil, Ernesto Araújo, sostuvieron una cita durante la cual el primero dio fe de la vocación prepotente y hegemónica de su administración.
Durante la cita, Pompeo recordó a su anfitrión el «foro permanente» que su país mantiene con Brasil, y dijo que será usado «para, por un lado, crear oportunidades para los dos países. Pero al mismo tiempo, actuaremos contra los Gobiernos llamados bolivarianos», una «invitación» que evidentemente, Araújo aceptó.
Según lo que reporta el diario argentino Clarín, la charla giró esencialmente en torno a Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Pompeo también dio nueva cuenta del carácter excluyente de Estados Unidos hacia quienes no se plieguen a sus designios. «Lo que existe es un entendimiento común de trabajar con socios que comparten lo que pensamos», confesó. Y luego evidenció la óptica difusa de la administración Trump, apoyada en la mentira: «Es importante que las personas tengan oportunidades reales, recíprocas y transparentes».
Estaba, sin embargo, pisando otra vez en falso, pues el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, acaba de estrenar su mandato rodeado de críticas del sector rural, luego de decidir pasar a las manos del Gobierno las tierras de los indígenas.
Las declaraciones de Pompeo fueron rechazadas de inmediato por la Cancillería venezolana, en un comunicado donde afirma que ese país es «irrevocablemente libre e independiente».
El texto, publicado por Telesur, manifiesta la condena del Gobierno de Venezuela al nuevo episodio de intervencionismo de Estados Unidos protagonizado por Pompeo, «al emitir órdenes directas a los Gobiernos subordinados a Washington«.
«Basta ya de tanta insolente injerencia y tanta actitud errática y absurda», demanda también el mensaje, que alertó al mundo de «la descarada y reiterada intromisión de la Administración Trump en los asuntos internos de Venezuela, acompañada de chantajes y presiones a países de la región, en abierta violación de los principios más elementales del Derecho Internacional».
En cuanto a la decisión de Bolsonaro de lanzar un asalto sobre la Amazonia, el diario británico The Guardian afirma que la transferencia de las reservas indígenas se hace a un ministerio controlado por el poderoso lobby de los agronegocios.
La movida provocó de inmediato la protesta de líderes indígenas, pues ese despojo de sus tierras, alrededor del 13 por ciento del territorio brasileño, marca una concesión simbólica a los intereses de las industrias agropecuarias y constituye una amenaza ambientalista en momentos en que aumenta la deforestación.
«Habrá un incremento de la deforestación y de la violencia contra los pueblos indígenas», dijo a The Guardian Dinaman Tuxá, coordinador ejecutivo de la Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil. «Los pueblos indígenas son los defensores y los protectores del medio ambiente», aseveró.
Durante su campaña electoral, Jair Bolsonaro —quien tomó posesión este primero de enero— prometió terminar con la demarcación de las tierras indígenas, reducir el poder de las agencias ambientalistas, liberar la minería y la agricultura comercial en las reservas indígenas. Sus medidas también dan poder al Ministro de la Agricultura sobre los quilombos —asentamientos rurales habitados por descendientes de los antiguos esclavos.
Al mismo tiempo, el nuevo ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, sugirió que habría cortes en los gastos de cuidados sanitarios para los pueblos indígenas. Sin proveer detalles —comenta The Guardian—, Mandetta dijo: «Tenemos cifras para el público en general que están muy por debajo de lo que se gasta en atención médica para los indígenas».