El boxeo como lección de vida

Edelberto Matus*

Es raro encontrar a un nicaragüense de mediana edad que no se precie de dos cosas en el mundo del deporte: Que alguna vez jugó béisbol y que “sabe” de boxeo.

Tal vez sea porque los triunfos de carácter mundial que nuestro pequeño país ha cosechado, son tan pocos que en esas dos ramas del deporte o entretenimiento de masas, es donde más alto ha volado nuestro orgullo nacional: Quince peloteros en las “grandes ligas” gringas en toda nuestra historia: La mayor parte de ellos sin pena ni gloria; dos subcampeonatos mundiales amateur, una medalla de plata y una de bronce en Juegos Panamericanos y catorce Campeones mundiales del boxeo profesional (y como los » big-leaguers», entre ellos algunos mediocres y de fugaz recorrido, a excepción de los idolatrados multicampeones, Alexis Arguello, Rosendo Álvarez, Ricardo Mayorga y Román González), son nuestro palmarés y gran panteón de héroes populares.

Detengámonos en el “deporte de las narices chatas”, el deporte de los jóvenes que del arrabal y limitaciones extremas sueñan saltar a la gloria y los millones, partiéndose la madre con otro joven de otro barrio marginal que sueña el mismo sueño.

¿Por qué es tan popular el boxeo?

Yo creo que más que por la lotería de la fama improbable, es porque se parece mucho a la vida misma.

El gran boxeador, supera la furia inicial del contrincante e inicia una secuencia fatídica, violenta pero estudiada, entrenada largamente en arduos años y décadas de preparación y lucha, pues el boxeo es estrategia y nada, aunque parezca, es improvisado. Un golpe centelleante, confirma que la velocidad (como dicen los especialistas) es más importante que la potencia, descargado a la zona baja y lateral del cuerpo (blanda y desprotegida de huesos), que paraliza el hígado, centro neurálgico, desconecta el diafragma, perturba el nervio ciático, que a su vez crea un caos en los músculos abdominales.

El aire es expulsado a velocidad crucero de los pulmones, se contraen instintivamente los brazos, abandonando la guardia alta y dejando el mentón a merced de un poderoso cruzado de derecha, que empujará los maxilares contra el cerebro y los músculos del cuello, sólo para que en un instante la combinación fatal- oh! maravilla cinética y coreográfica!- que empezó en los dedos de los pies, ascendió por ambas piernas, siguió hacia las caderas, la espalda, los brazos y el puño, concluya en un gancho de zurda de media tonelada de potencia, a cuarenta kilómetros por hora, haciendo crujir a la mandíbula, al chocar contra el hombro derecho de la propia víctima, que sin darse cuenta, se despide de la conciencia y cae irremediablemente contra la lona salvadora.

Comparemos, con mucho respeto al FSLN (y a nuestro gobierno) y a los golpistas (incluyendo a sus patrocinadores externos), con una pareja de boxeadores, en un ring en forma de triángulo equilátero que equivaldría a Nicaragua:

El FSLN y nuestro gobierno es un boxeador fuerte, experimentado y popular, pero confiado y permisivo. Se olvidó que arriba del ring no hay cordialidad, que relajar el instinto de conservación que alerta del golpe artero y veloz (“el golpe que noquea es el que no se ve venir”), se olvidó que ceder la iniciativa en la lucha ideológica, puede conducir a una derrota.

Obviamente, en el gobierno y en el Partido sandinista quisimos creer que el empresariado y la oligarquía, con tanto apoyo y apertura, ya eran nuestros «amigos» y que los políticos tradicionales habían aprendido algo de patriotismo (se olvidó la famosa parábola de «la víbora y el caminante» o la sencilla enseñanza marxista de que la lucha de clases no tiene pausa),con ingenuidad pensamos que la Iglesia católica había perdido sus puñales, nos inventamos que nuestros enemigos externos »estaban encantados» con nuestros resultados de buen gobierno e índices económicos superlativos.

Antes del 19 de abril del 2018, consideramos que a la juventud debía «dejársele tranquila», viendo en pantallas gigantes al “clásico” futbolero de España, que se debía clausurar las Escuelas de Cuadros del Partido y retirar del pénsum escolar y universitario la Filosofía, la Economía Política, El Materialismo Histórico, Historia de Nicaragua y de la lucha sandinista y otras Ciencias que forjan conciencia crítica y enseñan amor al pueblo y solidaridad.

Se supuso que la clase obrera organizada estaba sólo para marchar por la Plaza el Primero de Mayo… Y lo peor: Sin advertirlo, restamos protagonismo a la fiel y valiente militancia histórica.

Fue como que el gran campeón abandonara el gimnasio por años, el sacrificio diario de la abstinencia, la carrera madrugadora, la rutina del saco de arena, la pera-loca y la cuerda y al mismo tiempo, despidiera al buen entrenador de toda la vida y al manager eficiente y filial, además de hartarse de vigoró, fresco de cacao y nacatamal antes de la pelea. Nos indisciplinamos un poco.

Los primeros asaltos fueron fatales. El campeón fue sorprendido por la gran preparación del retador golpista (que en otros tiempos no hubiera aguantado ni el primero) y claro, por el abuso de confianza del propio campeón.

En cambio, el contrincante mostró lo que traía: Años de silencioso financiamiento (CIA, USAID, NED, Fundación Carnegie, Open Socity Fundations de George Soros, etc.) con un plan de pelea probado exitosamente en otras lides (África del Norte, Oriente Medio, Balcanes, etc.). Estudió las debilidades del oponente, calibró su fortaleza, leyó todos los manuales (golpe suave, subversión, manipulación de Redes Sociales, Medios mentirosos, etc.), entrenó a puerta cerrada, hizo muchas peleas preparatorias (Ocupa INSS, Oposición al Canal, Bosawas, el incendio de la Reserva Indio-Maíz, etc.), consiguió a entrenadores idóneos (OEA, Organizaciones internacionales de DD HH, gobiernos ultra conservadores del área, etc.) y sobre todo, su manager (los gringos) llevaron a cabo una magnifica campaña publicitaria y ofreció grandes regalías a su séquito y patrocinadores.

El retador soltó sus relampagueantes jabs al prestigio internacional del campeón, rompió momentáneamente su guardia, enraizada en la militancia rojinegra con uppers ascendentes, cruzó con la derecha a placer la confianza de una parte de la ciudadanía, lanzó poderosos ganchos en los tranques, matando, torturando y robando. Sus golpes rectos tambalearon la economía y las finanzas públicas, pero no encontró el golpe definitivo, no logró abrumar al maltrecho campeón.

En el boxeo, más que los puños y la musculatura, las características antropométricas o un semblante feroz como el de Foreman o Tyson, se impone la cabeza (frialdad e inteligencia) las piernas (base de la fortaleza y apoyo verdadero de cualquier golpe contundente), entrenamiento riguroso, las condiciones naturales, el talento del boxeador y un espíritu guerrero.

El FSLN y su gobierno han probado que tienen todo eso y más: Líderes experimentados, creíbles y consecuentes, militancia humilde, con vocación de servicio, pero implacable y férrea, con historia de luchas y victorias y sobre todo confianza en el triunfo y apoyo popular verdadero.

El retador tranquero y vendepatria se retuerce en la lona de la derrota con lo mirada perdida en el vacío.

El réferi, que es el pueblo nicaragüense, levanta la mano al campeón de siempre, el campeón de los pobres:

¡El FSLN!

* Tomado del Facebook de Carol Bendaña Mendoza.

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