El Cáucaso, entre aspiraciones y dilemas

 

Stephen Sefton

De manera parecida en que la ubicación geográfica entre dos océanos ha dictado el destino histórico de Nicaragua, la geografía de la montañosa región del Cáucaso en la parte noroeste de Asia entre el Mar Negro y el Mar Caspio, también ha sido decisiva en su historia.

Los países con territorio en la región del Cáucaso ahora son Abjazia, Armenia, Azerbaiyán, Georgia y Osetia Sur, aunque el Cáucaso también abarca parte del territorio de Rusia, Turquía e Irán. La población de la región está compuesta de más de cincuenta diferentes etnias que hablan distintos idiomas. En general, la parte norte y oeste de la región predomina la religión ortodoxa cristiana y en el este y sur predomina el islam.

El Cáucaso siempre ha sido una ruta de tránsito comercial y cultural. Comunica del Oeste al Este entre el Mar Negro y el Mar Caspio, uniendo China y Asia Central con Turquía y el este de Europa. Y comunica del Sur al Norte, uniendo el suroeste de Asia con Rusia y el noreste de Europa. Ambos la Iniciativa de la Franja y Ruta promovido por China y el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur promovido por Rusia e Irán en efecto están reconstruyendo una enorme red de conexiones que recupera los patrones de las rutas comerciales y culturales del continente eurasiático antes del dominio marítimo del mundo impuesto por las élites imperialistas europeas del Siglo 16 en adelante.

Antes del Siglo 19 la historia de la región fue de una larga serie de conquistas territoriales por los antiguos imperios de la región, donde llegaron a predominar el Imperio Persa, basado en lo que ahora es la República Islámica de Irán; el Imperio Otomano, basado en lo ahora es la República de Turquía y el Imperio Ruso, centrado en lo que ahora es la Federación Rusa. Con la Revolución de octubre 1917 en Rusia, los territorios componentes del Cáucaso se separaron y declararon la Federación Transcaucasiana. La Federación sobrevivió solamente unos meses antes de dividirse en 1918, al fin de la Primera Guerra Mundial en la República de Armenia, la República de Azerbaiyán y la República de Georgia.

Desde 1915, durante los años de guerra y del colapso de su imperio, las autoridades otomanas habían iniciado una campaña genocida contra varias etnias de la población de su territorio. Entre 1915 y 1923 se calcula que el genocidio sistemático mató a más de 1.5 millones personas de la población armenia, 275,000 cristianos asirios/siríacos en el sureste de Anatolia y la provincia azerbaiyana y más de 500,000 personas de la población griega del imperio. Las autoridades de Turquía siempre han rechazado la acusación de genocidio, argumentando que estos terribles acontecimientos eran el resultado a esperarse en el contexto de los sangrientos conflictos de la época.

Sin embargo, el consenso de la gran mayoría de los historiadores del mundo es que los genocidios del Imperio Otomano y la República de Turquía durante y después de la Primera Guerra Mundial solo pueden ser comparados con los crímenes genocidas cometidas por la Alemania Nazi en Europa y Rusia y por el Imperio Japonés en China y Corea antes de y durante la Segunda Guerra Mundial. De todas maneras, la derrota humillante del Imperio Otomano en 1918 condujo al derrocamiento del Sultan Mehmed VI en 1922 y la declaración de una república el 29 octubre 1923 liderado por Mustafa Kemal Atatürk. El mismo año la firma del Tratado de Lausana con los poderes occidentales formalizó las nuevas fronteras de Turquía.

Para el año 1922, las fuerzas armadas de la Unión Soviética habían logrado retomar control de los antiguos territorios del imperio ruso en el Cáucaso. Entonces, Georgia, Armenia y Azerbaiyán se integraron a la recién creada Unión Soviética dentro de la República Socialista Federativa Soviética de Transcaucasia. Luego, en 1936, se integraron a la URSS como repúblicas separadas. Con la disolución de la Unión Soviética al fin de 1991, las tres repúblicas se declararon países independientes.

Casi de inmediato volvieron a sufrir conflictos derivados de su pasado y su historia al fin de la Primera Guerra Mundial. Armenia y Azerbaiyán entraron en guerra sobre el territorio en disputa de Nagorno Karabakh. Georgia pasó por un período de guerra civil que duró casi tres años, desde 1992 hasta 1995. A la vez, las regiones de Abjasia y Osetia Sur exigieron su independencia. Desde su independencia de la antigua Unión Soviética, solo Azerbaiyán ha experimentado estabilidad política bajo el liderazgo primero de Heydar Aliyev y después de su hijo İlham Aliyev.

En cambio, las sucesivas administraciones de los gobiernos de Georgia y Armenia se han caracterizado por su inestabilidad e incapacidad de dar una respuesta coherente a las aspiraciones de sus poblaciones. En gran parte esto se debe a la intervención de la Unión Europea y los Estados Unidos. Las promesas occidentales han consistido en ofrecer a Georgia y a Armenia el incentivo de apoyo económico con la posibilidad más adelante de integrarse a la Unión Europea.

En el caso de Georgia también ha implicado el apoyo militar de parte de la OTAN. Desde la guerra contra Serbia en 1999, Estados Unidos y sus aliados han buscado como persuadir y presionar a los países del Cáucaso a disminuir sus relaciones de cooperación con la Federación Rusa y de 2013 en adelante, a minimizar su participación en la Iniciativa de la Franja y Ruta con China. Por ejemplo, en 1999 Georgia y Azerbaiyán se retiraron de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que incluía las repúblicas de Asia Central y la Federación Rusa, para unirse a una organización de cooperación con Ucrania y Moldavia promovido por la Unión Europea y la OTAN.

En 2005, el gobierno de Georgia concluyó un acuerdo de cooperación militar con la OTAN. En abril de 2008, el presidente estadounidense George W. Bush declaró que esperaba que Ucrania y Georgia iban a integrarse plenamente a la OTAN. En agosto 2008, las fuerzas armadas de Georgia, entrenadas y equipadas por la OTAN, atacaron una pequeña fuerza rusa de paz en Tskhinval, el capital de Osetia Sur, causando varios muertos y más de 100 heridos. Las fuerzas armadas rusas respondieron de manera masiva y en cinco días forzaron al gobierno de Georgia a aceptar la derrota. Desde esa debacle, Georgia ha vacilado en seguir o no el camino de mayor acercamiento con la Unión Europea.

En 2016 firmó un Acuerdo de Asociación con la UE y en 2023 la Unión Europea aprobó otorgar a Georgia el estatus de candidato para membresía. Sin embargo, en 2017, el gobierno de Georgia firmó un Acuerdo de Libre Comercio con China y en julio del año pasado se anunció que habían llegado a un acuerdo estratégico entre los dos países. Ahora, la reciente aprobación en el parlamento de Georgia de una ley para regular las actividades de agentes extranjeros ha provocado una dura reacción de parte de los Unión Europea y Estados Unidos. Como hemos visto en Nicaragua, los poderes occidentales no quieren ver una regulación adecuada de las ONGs porque son el principal vector de su injerencia en las políticas domésticas y exteriores de los gobiernos independientes.

Para los gobiernos del Cáucaso, la controversia en Georgia es otro indicio de su dilema por estar presionado por Occidente a acercarse cada vez más a los dudosos beneficios de ser miembro de la Unión Europea y soltar sus lazos naturales e históricos con sus vecinos, Rusia e Irán. En el caso de Armenia, las fuerzas políticas pro-occidentales se impusieron en el gobierno con una de las llamadas revoluciones de colores en 2018.

Poco después, en 2020, se inició la Segunda Guerra de Nagorno Karabakh. Armenia perdió la guerra y en los años subsiguientes ha tenido que devolver territorios a Azerbaiyán, especialmente la región de Artsakh, conquistados por Armenia en la primera guerra entre los dos países que había terminado en 1994. Una fuerza de paz rusa mantuvo su presencia en la región durante todo este período y logró impedir peores secuelas humanitarias que sin duda habrían resultado sin su activa intervención para proteger la población civil de la zona.

En comparación con Armenia, Azerbaiyán ha evitado las secuelas negativas del dilema impuesto por Estados Unidos y la Unión Europea sobre Georgia y Armenia. El gobierno de İlham Aliyev ha desarrollado estrechas relaciones con Turquía, y ha mantenido buenas relaciones con Irán, Rusia y China. El país ha aumentado su suministro de gas natural a Europa por medio del Corredor Sur de Gas que termina en Italia, pero tiene ramales hacia Bulgaria, Hungría, Rumanía y Eslovaquia.

Con China, Azerbaiyán ha desarrollado un corredor de transporte hacia Europa que empezó a funcionar en 2016 a través de los países de Asia Central, Georgia y Turquía. Con Rusia e Irán, Azerbaiyán desarrolla el Corredor de Transporte Internacional Norte Sur que facilita el comercio entre los países de la Unión Económica Eurasiática y la India, los países del Este de África y de Asia Sur Este.

Hablando la semana pasada con medios occidentales en San Petersburgo, el presidente Vladimir Putin comentó sobre las relaciones con Azerbaiyán. “Podemos sentir cuán comprometidos están los líderes de Azerbaiyán con la construcción de relaciones entre nuestros países basadas en intereses mutuos o, incluso debería decir, basadas en un cierto grado de simpatía mutua que tenemos por cada uno… no se trata solo de desarrollar el corredor Norte-Sur.

“También hay oportunidades para construir centros logísticos, incluso a lo largo de la frontera entre Rusia y Azerbaiyán en Daguestán… Adicionalmente hay que ver como integrar los ramales que van a extender hacia el occidente de Azerbaiyán.” Con este último comentario, el presidente Putin está aclarando que se contempla activamente integrar el Corredor Norte Sur con los Corredores Este Oeste de la Iniciativa de la Franja y Ruta de China.

El tema de las conexiones energéticas y de transporte comercial es clave para la región. Aunque por el momento parece que Armenia se quedará al margen del desarrollo de la infraestructura regional, todo indica que Georgia y Azerbaiyán van a aprovechar su ubicación geográfica para atraer inversiones de Rusia y de China más significativas que la oferta de inversión occidental.

Por ejemplo, las costas de Georgia tienen más de 300km de largo, pero el país no tiene un puerto de aguas profundas. El puerto de aguas profundas más cerca es Haydarpaşa contiguo a Istanbul, capital de Turquía. Un acuerdo de 2016 con un consorcio occidental para construir un puerto de aguas profundas en Anaklia en el delta del Río Enguri no se cumplió. Ahora, el pasado mes de mayo de este año, el gobierno de Georgia anunció que ha aceptado una licitación de un grupo de empresas de China y Singapur para construir el puerto.

El avance de los acontecimientos en el Cáucaso resalta que las políticas de Estados Unidos y sus aliados se basan en una determinación de imponer sus intereses por encima de los intereses de los pueblos. La cooperación occidental se enfoca sobre el control de mercados para su sector empresarial y viene condicionada con exigencias que perjudican la soberanía de las naciones y sus pueblos.

En cambio, la cooperación de parte de la Federación Rusa y la República Popular China se basa en una relación de igualdad y de transferencias de tecnologías y conocimientos que promueven relaciones sostenibles de beneficio mutuo en vez de relaciones de dependencia y extorsión. Las aspiraciones a un mejor nivel de vida de las poblaciones del Cáucaso chocan con el dilema impuesto por Estados Unidos y sus aliados de tener que elegir entre la obediencia y el sometimiento a los intereses del Occidente o un desarrollo humano soberano e independiente como parte del mundo mayoritario.

En el Cáucaso. igual que en América Central, es evidente que la región tiene que desarrollar la infraestructura energética, portuaria, aérea y de comunicación terrestre para poder optimizar el provecho de su ubicación geoestratégica. Como se demostró la semana pasada en San Petersburgo, la política exterior de Nicaragua reconoce este imperativo en América Central para el desarrollo humano de su población y está en la vanguardia para realizarlo.

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