Tras conocerse el asesinato de Lola Daviet el pasado 14 de octubre a manos de una inmigrante ilegal, la extrema derecha utiliza el caso para instalar su agenda mientras el presidente Macron sortea el debate en medio de un contexto de debilitamiento político.
El asesinato de la niña Lola Daviet por una mujer de origen argelino el pasado 14 de octubre en París volvió a destapar el debate en torno a la inmigración en Francia.
Luego de que el presidente francés, Emmanuel Macron, se reuniera con los padres de la niña de 12 años, varios referentes de la oposición de derecha y ultraderecha salieron a criticar las políticas «laxas» del mandatario en relación a la inmigración en el país.
«La sospechosa de este acto de barbarie no debería haber estado en nuestro país, ¿qué es lo que les impide finalmente detener esta inmigración clandestina y descontrolada?», arengó por su parte la referenta de la ultraderecha Marine Le Pen, quien le disputó a Macron la presidencia en el ballotage de abril pasado.
Dahbia B., la sospechosa del crimen, es una joven argelina de 24 años que hace seis años llegó a Francia de forma legal con una visa de estudiante. Sin embargo, su permiso de residencia había vencido y, durante un control en el aeropuerto a finales de agosto, recibió una orden de salida obligatoria. Su plazo para abandonar el país vencía a finales de septiembre, pero la mujer, al igual que otros miles de migrantes en su situación, no lo hizo.
La xenofobia en el país de la fraternidad
A los pocos días de conocida la noticia del asesinato de Lola, en octubre pasado, decenas de manifestantes de ultraderecha poblaron las calles de la ciudad de Lyon al canto de «inmigrantes asesinos», lo que expone el clima xenófobo que se vive en el país galo en medio de una creciente polarización política y social.
Según distintos estudios, la xenofobia se acrecentó en un país en el que la inmigración llega a un 12,35% (8.334.875 de extranjeros), de los cuales un 18,9% son argelinos; 12,24% marroquíes y un 8,25%, portugueses, en base a datos proporcionados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
«En los últimos años el proceso migratorio de países africanos y de Oriente medio se vio acelerado por los diversos conflictos bélicos y crisis económicas en esos países, lo que convirtió a la Unión Europea en el territorio anhelado por su población», explica a Página/12 la socióloga y experta en inmigración Analía Micheloud.
En este sentido, según Micheloud, Francia tiene “una retórica histórica vinculada a la libertad y los derechos individuales que choca cada día más con los discursos y, sobre todo, las prácticas xenófobas y racistas de su clase dirigente».
Emmanuel Macron, acorralado
Sin embargo, la socióloga no solo atribuye estos discursos racistas a Marine Le Pen, exponente máxima de la extrema derecha francesa y quien utilizó el crimen de la niña para posicionarse en un escenario cada vez más polarizado, sino también al espacio liderado por el presidente Macron.
“En los últimos años, continuamente se sancionan en Francia nuevas leyes antiinmigratorias. Después de los ataques terroristas en 2014, en 2016 el expresidente François Hollande endureció la ley existente, y en 2018 lo volvió a hacer Macron», detalla.
A mediados de septiembre pasado, el presidente francés fue el encargado de presentar los ejes de una nueva ley que será debatida durante el primer semestre de 2023. Este proyecto busca endurecer aún más las condiciones para la concesión de visados, a la vez que pretende desconcentrar a la población migrante, hoy radicada mayoritariamente en París y otras ciudades importantes. El texto prevé la deslocalización a zonas rurales, que están perdiendo población.
En una entrevista reciente, el mandatario achacó explícitamente que en los hechos delictivos en París -donde se concentra la mayoría de inmigrantes ilegales- están presentes en mayor medida extranjeros.
No obstante, aclara Micheloud, lo que plantea Macron es falso: las cifras del Ministerio de Justicia francés establecen que, en 2021, el 84% de las personas condenadas por delitos o crímenes son de nacionalidad francesa.
La ultraderecha y el proselitismo
En la misma línea, el periodista y corresponsal de Página/12 Eduardo Febbro sostiene que el de Lola Daviet es «un crimen brutal utilizado por la extrema derecha» y que «no hay confrontación, como quieren instalar los medios europeos”.
Además, Febbro hace hincapié en que uno de los referentes de la ultraderecha francesa, el excandidato presidencial Éric Zemmour, compró dominios de internet a nombre de la menor para hacer proselitismo.
En los últimos días, Reconquista, su espacio político, informó que los nombres de dominio comprados por Zemmour el 17 de octubre (manifpourlola.fr, manifestationpourlola.fr y justicepourlola.fr) ya fueron rescindidos. Este hecho sucedió luego de que la familia de Lola emitiera un comunicado exigiendo que “cese de inmediato y se retire cualquier uso del nombre y la imagen de su hija con fines políticos”.
Por último, otro de los debates surgidos tras el crimen de Lola está relacionado con las “fallas” en los sistemas de control en los inmigrantes. Febbro acentúa que los problemas en ese asunto son «algo común”, ya que lo que se le envió a la sospechosa del asesinato fue un pedido de dejar el territorio y no una expulsión. Por este motivo, las personas suelen cambiar de zonas y resulta difícil localizarlas.
En ese contexto, concluye Micheloud, la respuesta de Macron, si bien moderada, sigue en la línea de los discursos populistas de derecha, forzada tanto por las protestas que buscan acorralar a su gestión como por la necesidad de no perder más margen de gobernabilidad luego de que el gobierno quedara debilitado tras el último ballotage que lo enfrentó a Le Pen.