El imperio a la caza de líderes populares

Elson Concepción Pérez | Granma

Solo expondré unos pocos ejemplos de una larga lista donde aparecen formas variadas de asesinatos y quienes los ordenan pueden ser, desde un presidente estadounidense, la CIA, involucrada en todos los casos, hasta ejecutores bien pagados por Washington.

El caso más reciente ocurrió el pasado 3 de enero de 2020. Por orden expresa del presidente Donald Trump, fue asesinado el general iraní Qasem Soleimani, en pleno aeropuerto internacional de Bagdad.

Al respecto, Trump reconoció cínicamente: «ejecutamos con éxito un ataque de precisión» que mató al general iraní.

En los planes actuales de la administración Trump, la eliminación física del presidente legítimo de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, ocupa un lugar especial, y por ello han extremado las medidas con la preparación de mercenarios a través de Colombia, actos de sabotaje, revueltas callejeras, intentos de magnicidio, etcétera.

En lo interno, cuentan en Venezuela con un abominable personaje, Juan Guaidó, capaz de pedir a Washington una intervención militar contra Caracas.

El montaje de una supuesta implicación de Maduro y de otros líderes de la Revolución bolivariana y chavista, en el narcotráfico –invento nada nuevo para justificar acciones de terrorismo de Estado–, es la más cercana en el tiempo de todas las patrañas para tratar de sacar del poder al mandatario por cualquier vía.

En los planes –unas veces logrados y otras frustrados– para acabar con gobernantes populares y líderes de izquierda comprometidos con sus pueblos, se pueden recordar ejemplos como el del golpe militar contra Salvador Allende, en Chile, organizado y dirigido por la CIA, el 11 de septiembre de 1973, que provocó la muerte del gobernante y la instalación de una dictadura militar al mando del general Augusto Pinochet.

También tengamos presente la fecha del 31 de julio de 1981, cuando un misterioso accidente de aviación en Cerro Marta, Panamá, acabó con la vida del líder de ese país, Omar Torrijos, el hombre que recuperó el Canal.

En la desarrollada Europa, el 24 de marzo de 1999, la aviación norteamericana y la OTAN emprendieron los más crueles bombardeos contra ciudades de la entonces Yugoslavia.

Finalmente, Washington tomó preso, bajo falsas acusaciones, al presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, a quien llevó hasta el Tribunal Internacional de La Haya.

Reo en aquel lugar, Milosevic apareció muerto, y aunque inicialmente se le atribuyó a problemas cardiacos, luego se ha insistido en que fue envenenado. ¿Quién resultó el autor material y quién ordenó a que se le envenenara? Parece obvia la respuesta.

Pero el récord de intentos de magnicidio lo establecieron contra el Comandante en Jefe Fidel Castro. Planearon asesinar al líder de la Revolución Cubana en más de 600 ocasiones. «Creo que ostento el dudosamente estimulante récord de haber sido blanco u objetivo de más planes de atentados que ningún otro político en ningún otro país y en ninguna otra época». La marca es también de frustraciones, pues la Seguridad del Estado cubano y la estatura moral y ética del revolucionario, congelaron a los victimarios.

Si nos detenemos un instante en el modo de operar de los mandatarios estadounidenses en estas acciones, nos daremos cuenta de que no han cambiado mucho, y que todavía hoy insisten en acabar, por cualquier método, con quienes les resulte una piedra en el zapato de las intenciones hegemónicas de Washington.

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