Pepe Escobar | Observatorio de Crisis
* El abismo entre EEUU y Rusia se refleja en el abismo interno estadounidense, y sobre todo en el abismo entre Trump, la OTAN y la UE. La ineficaz jauría europea, intentando rescatar a su lamentable actor de Kiev, está dando volteretas –con posibles cisnes negros incluidos– para descarrilar la cumbre incluso antes de que se celebre.
Dos semanas después de Alaska se celebra la cumbre anual de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) en Tianjin, China. Narendra Modi, de la India, y Masoud Pezeshkian, de Irán, se unirán, entre otros, a Xi Jinping y Vladimir Putin en la misma mesa. Una mesa BRICS/OCS.
El 3 de septiembre, en Pekín, se conmemora el 80º aniversario de lo que se define oficialmente como la victoria de la «Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa y la Guerra Mundial Antifascista». Putin es el invitado de honor. El ensayo, con 22.000 participantes, tuvo lugar el pasado fin de semana en la Plaza de Tiananmén.
Ese mismo día, en Vladivostok, Rusia, comienza el Foro Económico Oriental, que aborda todos los aspectos de la iniciativa rusa para desarrollar el Ártico y la Siberia oriental, el equivalente a la campaña china «Go West» iniciada a finales de los años 90. Participarán importantes actores euroasiáticos. Putin se dirigirá a la sesión plenaria el 5 de septiembre.
Mientras tanto, los principales líderes de los BRICS (China, Rusia, Brasil e India) participan activamente en una serie de llamadas telefónicas para coordinar una respuesta colectiva a las guerras arancelarias, parte de la guerra híbrida del Imperio del Caos contra los BRICS y el Sur Global.
Cómo Trump busca una victoria en relaciones públicas
La cumbre se anunció a raíz de lo que el asesor de Putin, Yuri Ushakov, definió concisamente como «una propuesta del lado estadounidense que consideramos bastante aceptable».
Esta frase fue lo máximo que el Kremlin comentó, en contraste con el constante bombardeo verbal que emanaba de Washington. El hecho de que el Kremlin siquiera considerara la oferta estadounidense implica por parte de esta un reconocimiento implícito de lo que Rusia está logrando en el campo de batalla y en el ámbito geoeconómico.
El momento oportuno. ¿Por qué ahora, sobre todo después de que Trump amenazara con aranceles a los compradores de petróleo ruso? En esencia, porque la inteligencia militar en silos específicos del estado profundo ha hecho los cálculos y finalmente ha admitido que la larga guerra indirecta en Ucrania está perdida.
Es más, Trump personalmente quiere superarlo para poder concentrarse en los próximos capítulos de las Guerras Eternas, incluido el que realmente importa: contra la «amenaza existencial» China.
Desde la perspectiva de Moscú, condicionada por los resultados exitosos de su calibrada guerra de desgaste, los hechos en el campo de batalla indican que la operación militar especial continúa, sin un alto el fuego; en el mejor de los casos, una pausa «humanitaria» de unos pocos días. Los estadounidenses, presionados por los europeos, quieren un alto el fuego de al menos unas semanas.
Conciliar la perspectiva de ambas partes será una tarea titánica. Aun así, Alaska es solo el comienzo: la próxima reunión ya está en marcha y se celebrará en la Federación Rusa, según Ushakov.
Los motivos de Trump son fáciles de identificar: crear la percepción de que, gracias a EEUU, Europa está saliendo del lío; algún tipo de tregua; y volver a hacer negocios con Rusia, especialmente en el Ártico.
Al mismo tiempo, suponiendo cualquier tipo de acuerdo, el estado profundo nunca reconocerá las nuevas regiones rusas, incluso Donetsk y Lugansk; y buscará volver a armar a Ucrania, «liderando desde atrás», para una repetición de la guerra ‘proxy’ de la OTAN más adelante.
Así, el abismo entre EEUU y Rusia se refleja en el abismo interno estadounidense, y sobre todo en el abismo entre Trump, la OTAN y la UE. La ineficaz jauría europea, intentando rescatar a su lamentable actor de Kiev, está dando volteretas –con posibles cisnes negros incluidos– para descarrilar la cumbre incluso antes de que se celebre.
Trump no puede vender ningún tipo de acuerdo a la rabiosa pandilla de la OTAN y la UE. Pero nada le complacería más que transferirles la guerra, en su totalidad. Con la ventaja de que, en este caso, el Estado profundo no se quejará, pues obtendrá enormes beneficios en euros de la venta de armas. Resultado final: una clásica victoria de relaciones públicas de Trump.
Salir de Ucrania, entrar en el Ártico
Ucrania, sin embargo, no será el tema principal en Alaska. El siempre perspicaz viceministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Ryabkov, fue directo al grano: lo que realmente importa es que «están apareciendo las primeras señales de sentido común en las relaciones entre Rusia y EEUU, que estuvieron ausentes durante varios años».
Ryabkov también se apresuró a destacar los peligros: el riesgo de un conflicto nuclear en el mundo «no está disminuyendo»; y Rusia ve el riesgo de que «después de la expiración del Nuevo Tratado START, el control de armas nucleares desaparezca por completo».
Una vez más: Alaska es solo el comienzo de algo mucho más grande, que incluye, finalmente, un debate serio sobre la «indivisibilidad de la seguridad» (algo que Moscú quería ya en diciembre de 2021, pero que fue rechazado por la administración de Autopen).
Y eso nos lleva al Ártico, y a un tema serio que seguramente se debatirá en profundidad en el próximo foro de Vladivostok.
El Ártico alberga al menos el 13% de las reservas mundiales de petróleo y gas natural sin descubrir. Rusia controla al menos la mitad de estas reservas. El Imperio del Caos anhela participar activamente, como mínimo.
Sin embargo, una cosa es posible: una inversión masiva de EEUU en proyectos conjuntos con Rusia en el Ártico. Algo completamente diferente es la incorporación de EEUU a la Ruta Marítima del Norte (RMN), conocida por los chinos como la Ruta de la Seda del Ártico. La RMN reduce el tiempo de transporte marítimo entre Asia y Europa hasta en un 50 %.
La justificación ruso-china para la RMN –incluida la expansión de la singular flota de rompehielos nucleares rusos– es precisamente esquivar el Canal de Suez y las vías de conexión controladas por EEUU. La pregunta clave, entonces, es qué se necesitaría para convencer a Moscú de aceptar un acuerdo entre Trump y Putin en el Ártico.
Así que, en principio, Rusia tiene todas las de ganar en Ucrania, siempre y cuando la operación militar especial continúe, ahora a toda marcha. En cuanto a la guerra híbrida, el capítulo arancelario, las clases dominantes estadounidenses finalmente se dieron cuenta de que no tienen nada que hacer, porque las consecuencias de las sanciones secundarias perjudicarán gravemente a EEUU. Lo que queda entonces es un acuerdo comercial: el Ártico.
Resulta bastante intrigante que incluso el Centro de Geopolítica de JPMorgan admitiera que la mejor solución para el caos en Ucrania es un escenario similar al de Georgia: eso contrarrestaría en cierta medida la imagen de una capitulación total de Occidente. Solo Ucrania capitularía: sin OTAN, sin UE, sin dinero, sin garantías de seguridad.
El inestimable profesor Michael Hudson ha resumido cómo procederá Alaska bajo dos vectores: «La primera parte trata sobre si EEUU reconocerá que la trayectoria de los combates actuales apunta a una victoria total rusa, en los términos que Putin lleva dos años explicando: no a la OTAN, no al suministro de armas extranjeras, juicios similares a los de Núremberg contra los líderes banderistas y, quizás, reparaciones por parte de Ucrania y la OTAN para la reconstrucción de la antigua Rusia ‘ucraniana’».
Si Trump lo acepta, y ese es un «si» importante, entonces viene el verdadero meollo del asunto (recuerden a Ryabkov), «empezando por si se pondrá en marcha un nuevo tratado de misiles y armas atómicas».
La versión rusa de la paz, escribe el profesor Hudson, se desarrollará en estos términos: «No queremos una guerra atómica con EEUU. Acordemos que, si un misil alemán o de la UE/OTAN impacta en Rusia, cuando tomemos represalias será solo contra Gran Bretaña, Alemania y Francia, no contra EEUU».
El profesor Hudson insiste en que «EEUU solo tiene una cosa que ofrecer a otros países: la promesa (temporal) de no perjudicarlos. No tiene nada positivo que ofrecer, dada su desindustrialización y la desdolarización mundial».
Tal como están las cosas, y considerando también las múltiples ramificaciones de la guerra híbrida contra los BRICS, Alaska tiene el potencial de ofrecer a Washington una salida a los escombros de una derrota estratégica masiva.
Cualquier analista que intentara comprender la operación militar especial desde el principio, en detalle, podría decir que la guerra de Rusia involucraba algo mucho más grande que Ucrania. Siempre se trató del entierro del «orden internacional basado en reglas», de hecho, de toda la arquitectura del viejo orden. Esto está sucediendo ahora mismo en la tierra negra de Novorrusia. La paciencia estratégica, al final, vale la pena.