El triste y solitario regreso a la patria

 

Guillermo Cieza | Trama-Resumen Latinoamericano

* El “sueño americano” se terminó de golpe cuando las órdenes ejecutivas del nuevo presidente de Estados Unidos obligaran la expulsión perentoria de miles de latinoamericanos, que regresaron a sus lugares de origen con el cartel infamante de “delincuentes”, “parásitos”, “violadores”, “narcotraficantes”. Algunos de ellos regresaron encadenados, de la misma forma que sus ancestros llegaron desde África.

“Quien desee patria segura, que la conquiste… Quien no la conquiste, viva a látigo y destierro, oteado como las fieras, echado de un país a otro, encubriendo con la sonrisa limosnera ante el desdén de los hombres libres, la muerte del alma.” – José Martí

No voy a contar la historia de los servidores del imperio: de los virreyes, capataces y cipayos que perdieron el trabajo cuando echaron a los gringos y regresaron con sus amos a conspirar contra los libertadores. Estoy pensando en los ingenuos, en los incautos. En los que se creyeron el cuento de los paraísos capitalistas y terminaron limpiando culos gringos, o fregando baños para ganarse unos pocos pesos que les permitan sobrevivir.

En los que hacen trabajos que nunca harían en su país y les mienten a sus parientes contándoles lo bien que les va. Les mandan una foto abrazados con el ratón Mickey, sin aclararles que quien porta el disfraz es un sudaca que transpira con 40 grados a la sombra, padeciendo 10 horas diarias una careta insoportable.

Estoy pensando en ellos y en cual fue la respuesta del presidente Trump, cuando el presidente colombiano le comunicó que no recibiría compatriotas encadenados. Lo amenazaron con la suba de aranceles y poco faltó para que diera la orden que los bombardearan. Y como no faltan cipayos en su propio país, no faltaron quienes acusaron al presidente de irresponsable.

Las imágenes que circulan por los medios de todo el mundo son parecidas. Los expulsados regresan, tratando de disimular su derrota, y allí están sus parientes, su pedacito de Patria, esperándolos. No habrá reproches, solo abrazos.

Hace unos cuantos años me quisieron contar que la Patria no existía. Incluso me dijeron que era un invento del capitalismo para enfrentar a los trabajadores entre sí. Me abrumaron tanto con textos y citas, que solo atiné a responderles: “pregúntenles a los palestinos”. Agregaría ahora: “pregúntenles a los migrantes echados como perros sarnosos de Estados Unidos o Europa”.

El problema del eurocentrismo, en todas sus variantes, supone que las verdades son las que emergen de una cultura superior y entonces el concepto de patriotismo se aplica por igual al que nació en Estados Unidos que en Bolivia, en Alemania o Mali, en Israel o en Palestina.

Que hay países como el nuestro que son plurinacionales, que nuestra Patria es una parte de una Patria Grande, y que volviendo a parafrasear a José Martí: “Patria es humanidad. Es aquella porción de humanidad que vemos más cerca y en que nos tocó nacer”, son verdades de perogrullo. Pero en Nuestramérica y todos los países sometidos y expoliados, la defensa de la humanidad empieza por estar orgulloso y defender lo propio.

Las órdenes de expulsión de Trump no son un exceso del capitalismo, son un adelanto de lo que se viene. Los socialdemócratas y social- liberales europeos que ahora lloran con lágrimas de cocodrilo, dejan ahogar a miles de migrantes africanos y asiáticos todos los años. Cuando asuman los gobiernos de ultraderecha, como ya lo han hecho en Hungría, Polonia o Italia, van a echar a cientos de miles de actuales residentes.

Si pensamos en acabar con los padeceres de los migrantes y los expulsados, siempre será valiosa la solidaridad internacional. No han faltado pronunciamientos de la izquierda norteamericana o europea para denunciar esta situación. Es meritoria, pero los resultados están a la vista.

Las cuestiones de fondo se resolverán en los países oprimidos, en aquellos lugares donde muchos de sus habitantes eligen el penoso camino de la migración. Una de las más promisorias novedades internacionales es el acuerdo de los gobiernos de Mali, Níger y Burkina Faso, que conforman la alianza del Sahel, que no solo se han sacado de encima al ejército francés, sino que están cambiando el paradigma del poder colonial.

Uno de los precursores de este movimiento, el líder Thomas Sankara, que fue asesinado por militares instigados por los franceses, puso especial hincapié en que, si la opresión imperialista es global, lo que obliga a pensar globalmente la política, cada país oprimido debe luchar, organizarse y planificar de acuerdo a su propia historia y sus características sociales específicas.

En esa lucha la recuperación de la autoconfianza y el orgullo nacional es un elemento clave, para alcanzar la emancipación. Para Sankara esa recuperación de la autoestima incluía la comida tradicional. «Comamos burkinabé», fue una frase con que sorprendió a la asamblea de las Naciones Unidad en 1984, reivindicando la soberanía alimentaria. Y remataba: “Vivir como africanos es la única manera de vivir libre y dignamente”.

Convencernos que “somos un país de mierda”, o que “nuestra meca es Miami”, como hace la derecha fascista, es un elemento central de la dominación. Quienes hoy son deportados como animales, acusados de falsos crímenes, despreciados como seres descartables, separados de sus familias, o enviados a la Base prisión de Guantánamo, hoy están aprendiendo, dolorosamente, esa lección.