Misión Verdad
Las próximas elecciones presidenciales estadounidenses previstas para el 3 de noviembre, podrían ser la conmoción política más importante en ese país en los últimos años. Tal complejo cuadro podría desencadenar situaciones inéditas justo en las entrañas de la estructura de poder en la nación norteamericana.
Observando los elementos más sobresalientes en la complicada diatriba estadounidense, parece inminente un conflicto electoral que podría evolucionar en una crisis institucional con proporciones mucho más serias que las que tuvo la contienda de George W. Bush vs. Al Gore justo hace 20 años.
Los ingredientes adicionales en estas instancias parten de la pugna de elites que define las contradicciones en la estructura de poder estadounidense, la propia personalidad y discrecionalidad de Trump en el ejercicio del cargo presidencial, la pugna sostenida de Trump vs. el Estado profundo y sus estructuras burocráticas, así como el caldeado contexto social, con supremacistas por un lado y factores sociales que han ejercido la violencia antirracista abierta, pero cruenta y vandálica, en los últimos meses.
Esta es sin duda una encrucijada de suma excepcionalidad y alta volatilidad de maneras en que no se conocieron en eras recientes.
La campaña presidencial y las proyecciones
Según RealClear Politics, una firma de análisis electoral que resume el promedio que arrojan los resultados de 14 grandes encuestadoras estadounidenses, Joe Biden continúa ampliando su ventaja en preferencia con 9,7 puntos por encima de Donald Trump.
La tendencia de Biden es ascendente, al mismo tiempo que la tendencia de Trump va en bajada. Apenas hace dos semanas la misma firma había referido que la diferencia favorable a Biden era de 7 puntos.
A diferencia de 2016, las encuestadoras estadounidenses han dicho que han corregido el sesgo y margen de error que tuvieron en las pasadas elecciones, donde dieron un margen favorable a Clinton superior al que resultó en la elección. En teoría, los resultados de las encuestas se dicen más fiables.
Sin embargo, el margen de 9,7 puntos favorable a Biden va sobre la preferencia del electorado, es decir, por el voto popular nacional, pero tal resultado no es concluyente sobre el resultado definitivo de le elección. Sobre ello vale la pena recordar que, en 2016, Clinton superó a Trump en votos pero este se alzó al obtener más colegios electorales.
Pese a esta diferencia en puntos en encuestas, Trump podría ganar aun perdiendo el voto popular, sólo si la ventaja de Biden es menor de 9,7 puntos y si Trump logra alzarse en los estados con más colegios electorales. Dicho de otra forma, a pesar de la holgada ventaja de Biden en las encuestas, por el endeble sistema estadounidense, las elecciones pueden considerarse reñidas.
Esta correlación electoral es la que explica el desarrollo de la campaña de Trump, al trazar una estrategia que no va por alcanzar la mayoría del voto popular nacional, sino por ganar la mayoría solo en los estados claves por su número de colegios electorales. Su campaña se afinca en estados tradicionalmente republicanos y en los llamados «estados péndulos», cuya mayoría electoral cambia de una elección a otra.
Para Trump los estados tradicionalmente republicanos como Texas son claves, pero su énfasis se dirige hacia estados como Florida, que es pendular y que tiene 27 colegios. También son pendulares estados como Minnesota, Michigan (ambos del «cinturón oxidado»), Ohio, Pennsylvaina, Arizona y Nevada, entre otros.
Junto a Biden juegan a favor las minorías raciales, principalmente la afroamericana, seguida de la mayoría del segmento latino (excepto el de Florida que se inclina por Trump, siendo clave para la elección). Pero también tiene consigo al grueso de la elite económica, la tradicional, con medios, empresarios y otros factores del poder económico quienes han bombardeado a Trump durante cuatro años.
Pese a su figura políticamente floja y a ser un candidato alineado al esquema tradicional de la política estadounidense, es quien por teoría matemática tiene la mayor opción.
Los demócratas han desarrollado ejes temáticos de campaña muy concisos que han ayudado a mellar a Trump. Los estragos de la pandemia, la violencia policial racista, el encarcelamiento (y esterilización forzada) de latinos inmigrantes y la polémica por el voto por correo, son los temas principales. Cada uno pensado para mellar al mandatario, pero también para atraer sectores concretos.
Trump tiene como principales temas de campaña la economía (antes de la pandemia), el no ir a la guerra, la «amenaza» China, su gestión de la crisis sanitaria y el «socialismo» de los demócratas, siendo la cuestión ideológica una novedad en la campaña estadounidense, la cual como eje temático se conecta con la emocionalidad e ideario arraigado en los sentidos comunes predominantes en los norteamericanos.
En el atropellado y caótico primer debate presidencial gana Biden, por no dejarse apabullar por Trump y resultar tan arribista como el mandatario. De esa manera logró descolocarlo, haciéndole lucir errático, justo por no lograr maniobrar con éxito esta vez la misma estrategia que aplicó contra Clinton en los debates de 2016. Esto afianzó más preferencias por el demócrata.
Trump contrajo Covid-19, pero no hay fiabilidad de que ello sea cierto o si es una estrategia de campaña. Lo que sí es cierto, es que su hospitalización desató todo tipo de rumores y suspicacias sobre su estado, su edad y condiciones de riesgo. Medios declararon que fue tratado con oxígeno. Eso comenzó a debilitar su imagen y por ello salió del hospital.
En caso de haber realmente contraído el virus, sigue presentándose como «hombre fuerte» y se expone como «saludable», desestimando el efecto del virus. En caso de que ello sea una farsa, parece haberse retirado inmediatamente de ella. Trump duró menos de tres días hospitalizado y no guarda reposo. Le ha dado vuelta de hoja al tema de su estado de salud.
Sobre el probable resultado electoral, hay que reiterar las posibilidades que derivan de la estrategia de Trump, generada por las particularidades del sistema electoral estadounidense. Aunque Biden tiene la mejor opción electoral al día de hoy, su victoria no puede darse por asegurada.
Sobre el voto por correo
El cerrado cuadro electoral estadounidense podría abrir paso a un importante choque político institucional alrededor del desarrollo de las elecciones y su resultado. Esta será una elección que se decidirá desde los colegios electorales, pero además de ello, desde las propias condiciones para el voto.
Por las condiciones impuestas por la pandemia Covid-19 muchos electores votarán por correo. Aunque esta modalidad tiene más de 100 años en ese país, esta vez el caudal de votos por esa modalidad podría ser el más grande de toda la historia.
En EEUU, país federal, son los estados los que autónomamente tienen sus cuerpos rectores de la materia electoral, por lo cual las reglas varían de un estado a otro. La tendencia hoy está marcada en el hecho de que los estados con gobiernos demócratas están favoreciendo la amplitud de los mecanismos para el voto vía correo, mientras que en los estados republicanos ocurre todo lo contrario.
Ambos candidatos han extendido su campaña a la modalidad del voto. Trump se inclina por el voto personalizado tradicional y los demócratas por el voto por correo.
No obstante y pese a algunas trabas en algunos estados republicanos, este año, un récord del 76% de los votantes estadounidenses serán elegibles para recibir una boleta por correo para las elecciones. Las papeletas vendrán personalizadas, con códigos de barras y deben ser devueltas en sobres cerrados, vía correo.
Los indicios de una refriega por el resultado electoral
La situación de EEUU parece idéntica a una encrucijada de semáforos con todas las luces en verde. Las declaraciones sobre «fraude» mediante vía del voto por correo son claras y abiertas en ambos lados de la contienda, pero son más altisonantes y riesgosas viniendo de Trump.
El director general del Servicio Postal estadounidense, Louis DeJoy, tuvo que declarar ante el Senado sobre las condiciones logísticas del Servicio Postal para la cita electoral. Sobre su cargo, dependiente del Ejecutivo Federal, recayeron denuncias de desmantelamiento sostenido de tales capacidades, principalmente por falta de financiamiento. DeJoy fue un financista y recaudador de la campaña de Trump en 2016 y es un abierto aliado político.
Pese a controlar el correo, Trump es un claro detractor de esta forma de voto. Recientemente advirtió: «El voto universal por correo será catastrófico, hará que nuestro país sea el hazmerreír del mundo (…) El problema con el voto por correo, en primer lugar, es que nunca vas a saber cuándo acaba la elección», continuó.
Prosiguió diciendo que el resultado de las elecciones de noviembre quizá no se conozca «en meses o años, porque esas papeletas se van a perder, desaparecerán». Esas graves declaraciones se suman a sus denuncias previas de que el voto universal por correo llevaría a un fraude beneficioso para su rival demócrata, Joe Biden.
Vale decir que las acciones de Trump para trabar las capacidades del correo estadounidense son claras. Ante la crisis económica que enfrenta el Servicio Postal y por las solicitudes del Senado en adecuar sus estructuras para noviembre, DeJoy solicitó parte del dinero del paquete de estímulo que el Congreso aprobó a finales de marzo para hacer frente a la pandemia. Pero Trump no accedió.
El pasado 13 de agosto Trump realizó unas controvertidas declaraciones sobre su negativa a liberar dinero para el Correo. «Quieren US$3.500 millones para algo que terminará por ser fraudulento. Quieren US$3.500 millones para votos por correo, OK. Papeletas para voto universal por correo. Quieren US$25.000 millones para el servicio postal», dijo el presidente en entrevista con la cadena Fox News.
«Ahora necesitan ese dinero para que las oficinas de correos funcionen, para que puedan recibir todos esos millones y millones de papeletas. Si no llegamos a un acuerdo, no reciben el dinero. Eso significa que no pueden tener voto universal por correo, simplemente no pueden tenerlo», añadió.
Semanas antes Trump había ordenado a sus seguidores a votar tanto de manera presencial como por correo para supuestamente asegurar que no hubiera fraude, pero tal cosa es ilegal y podría complicar más aún la caldeada elección, dado que en muchos casos se podría generar una anulación masiva de papeletas por doble voto.
Ante la complejidad del cuadro todo y por las declaraciones de Trump, Nancy Pelosi, responsable demócrata del Congreso, tuvo que convocar un pleno extraordinario en la Cámara de Representantes, que estaban en receso vacacional, para aprobar una ley que prohíba al Servicio Postal aplicar cualquier cambio adoptado después del 1º de enero de 2020.
«De forma alarmante, en todo el país vemos los devastadores efectos de la campaña del presidente para sabotear la elección al manipular el Servicio Postal para quitarle el derecho al voto a los electores», escribió Pelosi en la carta en la que anunció su decisión.
La negación de resultados y la posibilidad de golpe electoral
El nudo crítico de la carrera presidencial estadounidense será el propio proceso de elección por la complicada modalidad que tendrá vigor. Pero también podría ser más complejo, por la renuencia de Trump a respetar los resultados electorales.
De hecho, Trump aún no se ha comprometido ni a aceptar los resultados si le son adversos, ni a un traspaso pacífico del poder si pierde las elecciones, algo inédito y grave en la política de ese país.
El miércoles 23 de septiembre el mandatario señaló durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca en referencia a la posibilidad de un resultado adverso: «Bueno, vamos a tener que ver qué pasa. Usted lo sabe. Me he quejado mucho de la votación por correo. Y la votación por correo es un desastre…».
Ante la pregunta clara de una periodista sobre un traspaso de poder, evadió la respuesta y declaró: «Queremos… queremos deshacernos de las papeletas [de votación por correo] y tendremos entonces un muy pacífico… no habrá un traspaso, francamente. Será una permanencia. El voto por correo está fuera de control. Usted lo sabe. ¿Y sabe quién lo sabe mejor que nadie? Los demócratas lo saben mejor que nadie».
A principios de esa semana, Trump afirmó que cree que las elecciones de noviembre terminarán ante la Corte Suprema. Esto estuvo claramente vinculado con las presiones que hizo al Senado en favor del reemplazo de la jueza Ruth Bader Ginsburg, fallecida a una avanzada edad. La vacante de Bader fue ocupada por la jueza Amy Coney Barrett, afecta al mandatario. Joe Biden había indicado que lo idóneo era la elección de la magistrada luego de las elecciones, pero Trump se impuso.
Las suspicacias apuntan a la posibilidad de que funcionarios del partido republicano estén buscando formas de trastocar el proceso electoral para garantizar que Trump permanezca en el poder.
Una opción sería que algunas asambleas legislativas estatales, lideradas por los republicanos, denuncien como fraudulentos los resultados de las elecciones y seleccionen posteriormente una lista de electores republicanos para votar en el Colegio Electoral, independientemente del resultado de la votación real y popular. Lo que sería técnicamente un golpe de Estado electoral.
Escenarios probables
Las posibilidades que se decantan de la posible refriega política electoral en EEUU, señalan el camino a algunos escenarios probables.
Escenario 1: Victoria de Trump el 3 de noviembre mediante un conteo de votos convencionales. Ello implica que aunque los resultados no sean definitivos, Trump se levante clamando su reelección, dándola como definitiva. Sin embargo, al paso de los días y el conteo de votos por correo, el resultado se revertirá a favor de Biden.
En consecuencia, Trump declarará «fraude» en su contra y ello iniciará una refriega legal en las cortes electorales en los estados, donde las presiones a los partidos que las controlan vendrán tanto de republicanos como de demócratas. Recordemos que EEUU no tiene un ente electoral federal o centralizado. Dependerá de los estados contar y dar resultados de votos por correo. En efecto, el proceso podría tardar días, semanas, y muchos votos podrían «perderse en el camino».
Este escenario implica que la dilación de los estados, el alargamiento de los lapsos y la impugnación de resultados, pueden desencadenar una respuesta de Trump donde niegue su entrega del cargo y, desde ese punto, detonar todas las condiciones para una respuesta en su contra, desbocando reacciones sociales (incluyendo respuestas armadas de sus seguidores). Tal escenario confluiría, como Trump lo ha dicho, en una decisión en la Corte Suprema por el resultado electoral.
Escenario 2: Trump tendría un resultado adverso, tanto el 3 de noviembre como días luego de contar votos por correo, y en consecuencia lo reconoce, haciendo una transición pacífica del poder. Un escenario menos probable a juzgar por las narrativas del mandatario. Sin embargo, Trump es también ambivalente y contradictorio y esto abre grandes posibilidades a que sea domesticado por el resultado, los acepte y entregue el poder dentro de los canales regulares.
Escenario 3: Biden gana el voto popular nacional proclamándose el 3 de noviembre, pero los colegios electorales en disputa en estados clave podrían torcer el resultado a favor de Trump o dejar la elección en un margen cerrado (favorable a Biden) por colegios electorales. Sería una elección con resultados cerrados y en entredicho.
En ese punto, Trump diría que intenta detener un fraude en curso en su contra, el proceso de conteo se alargaría por días y semanas, habría denuncias de papeletas perdidas y habría presiones a los estados. Esto desembocaría en el tránsito de la elección al ámbito judicial, primero en los estados y luego en la Corte Suprema, al paso de semanas.
En este punto, podrían tener lugar casi los mismos desencadenantes ya señalados en el Escenario 1, sobre la respuesta de Trump, la reacción de sus seguidores y la respuesta de los demócratas y otras fuerzas institucionales del Estado profundo para defender el resultado.
Escenario 4: Trump gana con mayoría estrecha en el voto popular y con mayoría de colegios. Ganaría el 3 de noviembre y consolidaría su victoria con el voto por correo días y semanas luego. En ese escenario Biden denunciaría fraude y la manipulación del resultado por parte del Servicio Postal.
Ello implica el tránsito de la elección al ámbito judicial, primero en estados, luego en la Corte Suprema. Ello implica que el país puede pasar semanas y meses sin un resultado definitivo. Se denunciaría golpe de Estado electoral y el ambiente político se caldearía a niveles peligrosos.
Escenario 5: Trump gana el 3 de noviembre y se afianza en el voto postal. Sólo mediante un poco probable pacto de elites, Biden aceptaría y el país transcurriría en normalidad política e institucional. Este es el menos probable de los escenarios.
Conclusión
El próximo 3 de noviembre iniciará un nuevo contexto cúspide de la crisis profunda en las instituciones estadounidenses y su estructura de poder, sea cual sea el resultado y quien ocupe la Oficina Oval. No se entienda ello como un desmantelamiento de la estructura imperial desde adentro, pero sí como un nuevo e importante tramo en su proceso sostenido de fracturación.
De desarrollarse una crisis institucional, mucho más grave que la del año 2000 con Bush y Gore, esta no tendrá las distenciones de aquel momento. El cuadro será de suma turbulencia y las instancias formales del poder político no saldrán ilesas. De la gravedad de la crisis dependen todos los escenarios posibles, que van desde golpes institucionales (electorales y/o judiciales), hasta golpes clásicos (militares) e incluso una incipiente confrontación civil.
En el menor de los casos, el cuadro profundo de deslegitimación de las instituciones desembocará en el debilitamiento acentuado del status quo de ellas, abriendo paso a una crisis de gobernanza. Es posible que estas sean las últimas elecciones presidenciales mediante el sistema de colegios electorales y las modalidades que hoy se conocen.