Fidel: ciudadano dilecto de América Latina

La desaparición física del comandante Fidel Alejandro Castro Ruz definitivamente causó una conmoción mundial entre sus partidarios, detractores e irreverentes.

 

Su filosofía acerca de cómo la sociedad debía incorporar el bien común como estilo de vida, le llevó a ganarse la venerada admiración de muchos y el intransigente odio de otros, pero lo cierto es que al final el respeto y la admiración prevalece sobre los mezquinos resentimientos de una animadversión trastornada e improvisada.

El mito de Fidel Castro, especialmente en América Latina, había precedido a su muerte. Su indudable impacto regional se hizo notar incluso antes de la Revolución Cubana, pero su triunfal entrada en La Habana comandando las fuerzas guerrilleras fue lo que atrajo la atención del continente y del resto del mundo. Los muchachos, con sus uniformes verde olivo, se transformaron en el símbolo del cambio anhelado por toda la región.

En América Latina y específicamente en Nicaragua, las huellas e ideales del Jefe de la Revolución cubana marcaron desde el inicio de su lucha en contra del régimen militar de Fulgencio Batista durante los años 50, la esperanza de nuestro pueblos por reivindicar sus voluntades de libertad, justicia social, paz y estabilidad, misión redentora que iniciara aquel  primero de enero de 1959, tras el derrocamiento y la huida del dictador Batista y su cúpula de allegados que tenían sometida a la isla.

Ese faro libertario, que iluminó a los pueblos latinoamericanos, se irguió en Cuba como una prueba fehaciente de que con lucha y sacrificios se podían alcanzar los ideales revolucionarios de conformar una sociedad más justa y equitativa. En tanto, la ira del imperio EEUU no se hizo esperar y a través de todos los medios a su alcance propagó y satanizó la imagen de Cuba comparándola con un infierno inhabitable.

Pero la verdad es que gracias a la Revolución, por primera vez en mucho tiempo, el pueblo cubano tuvo derecho a la educación, a la salud y a la esperanza. Por primera vez vivió la certeza de ser dueño de una isla donde sus padres habían sido esclavos y peones durante siglos, donde la riqueza y el goce de la vida sólo fueron posibles para unos pocos colonizadores peninsulares, para esa aristocracia criolla y magnates gringos que hizo del Caribe su paraíso sobre un mar de desdichas.

La triunfante revolución cubana en 1959 tuvo gran influencia como vía alternativa a una América latina empobrecida y donde fueron derrocados gobiernos populares por diversos gobiernos de Estados Unidos, quienes impulsaron la Alianza para el Progreso para “mejorar” la economía del continente, mientras apoyaba la invasión de Playa Girón para tratar de derrocar el “mal ejemplo” de Fidel Castro, y luego a retomar la estrategia de los golpes militares en la región.

Pese al esfuerzo del imperio, Fidel Castro se convirtió en el líder más importante de Latinoamérica desde las guerras de independencia de principios del siglo XIX; y sin duda quien más influencia tuvo en la historia cubana desde José Martí. La Revolución castrista transformó a la sociedad cubana y tuvo un impacto mucho mayor en toda la región que el de cualquier otra insurrección latinoamericana del siglo XX.

Esa imagen lo convirtió en símbolo de la revolución en todo el mundo y en inspiración para muchos de sus seguidores. Los Presidentes electos por el  voto popular Salvador Allende en Chile (asesinado por militares que recibían órdenes de los EEUU) y el fallecido Hugo Chávez, de Venezuela, compartieron con Fidel sus principios ideológicos. Lo mismo que los Gobiernos de Brasil (Lula y Roussef) Bolivia (Evo Morales) Ecuador (Rafael Correa), Argentina (Krischnner) y Nicaragua (Daniel Ortega).

En Nicaragua, la amistad y solidaridad que Fidel, a través de la revolución cubana, dejó como legado, no es la repetitiva y cansada cantaleta del imperialismo y de sus lacayos sobre  armamentismo y la divulgación del marxismo leninismo, sino otros elementos a los que realmente temen más, como lo son el apoyo a los programas de salud y educación gratuita y equitativa, así como proyectos de infraestructuras, además de muchas otras obras en el ámbito socioeconómico.

Pero el verdadero ejemplo que nos lega a Nicaragua, a los pueblos de América Latina y el mundo, el Jefe de la Revolución en Cuba, Fidel Castro Ruz, es toda esa experiencia y conocimiento que acumuló en vida y que compartió con alegría, entusiasmo , optimismo y fervor en la búsqueda de nuevas y mejores conquistas revolucionarias para nuestra región. Es por eso que, Comandante Fidel, la historia no solo te absolvió en vida, sino que ahora con tu desaparición física, te atesora como uno de sus más venerados hijos.

 

 

  

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