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El gobierno de coalición israelí está hoy al borde del abismo por las peleas internas entre sus miembros, en medio de un creciente rechazo de la población a las políticas del primer ministro Benjamin Netanyahu.
El nuevo choque entre el titular del Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, y el partido ultraortodoxo Shas, amenaza con enterrar al Ejecutivo, el más derechista en la historia del país.
Conocido por sus posturas antipalestinas y antiárabes, Ben Gvir amenazó anoche con no respaldar un proyecto de ley en el Parlamento, promovido por el Shas, sobre la financiación de los consejos religiosos, si no se le concede un puesto en el ahora disuelto gabinete de guerra.
El jefe de la formación ultraderechista, Poder Judío, lleva meses intentando conseguir una mayor participación en la toma de decisiones sobre el conflicto en Gaza, destacó el diario electrónico The Time of Israel.
Ben Gvir es un globo inflado, respondió el Shas en un comunicado tras criticarlo por “una serie de fracasos en sus áreas de responsabilidad”. Otros dos temas, vinculados a la guerra en Gaza, amenazan también con provocar una ruptura de la alianza en el poder.
Por un lado, las conversaciones para alcanzar un alto el fuego con el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), a las que se oponen de forma tajante el sector más radical del Ejecutivo, incluidos Ben Gvir y el titular de Finanzas, Bezalel Smotrich.
No seremos parte de un acuerdo para rendirnos a Hamas, afirmó ayer este último, al repetir la tesis del ala más dura del Gobierno.
Poder Judío y Sionismo Religioso, de Smotrich, suman 14 escaños en total y son clave para mantener en el poder a Netanyahu, quien cuenta con el respaldo de 64 de los 120 curules de la Knesset (legislativo).
Por si fuera poco, la falta de efectivos en las Fuerzas Armadas de Israel (FDI) tras casi nueve meses de combates en el enclave costero provocó otro roce interno.
Según el ministro de Defensa, Yoav Gallant, las FDI necesitan 10 mil reclutas, pero Netanyahu se resiste a convocar a los ultraortodoxos (haredíes), quienes gozan de privilegios únicos que incluyen subsidios de todo tipo para dedicarse a estudiar los textos religiosos del judaísmo y no ser movilizados bajo ninguna circunstancia.
El 25 de junio, el Tribunal Supremo dictaminó por unanimidad que se debe alistar a los ultraortodoxos en edad de reclutamiento, con lo cual revirtió la exención de facto vigente desde hace 76 años.
Entonces eran unas decenas de miles, pero ahora superan el millón de individuos (más del 13 por ciento de la población nacional), por lo cual muchos sectores critican sus privilegios que representan una pesada carga financiera y de seguridad para el Estado.
Pero Netanyahu se resiste a acatar la orden judicial y aboga por un incremento anual en el número de reclutas del sector por temor a perder el apoyo de los dos partidos haredíes: Judaísmo Unido por la Torá y el Shas, aunque en su propio partido, el Likud, hay un creciente consenso de seguir la orden del tribunal.
En medio de este panorama, las encuestas coinciden en el rechazo popular contra el primer ministro. Un reciente sondeo divulgado por el Canal reveló que el 54 por ciento de los entrevistados estima que el jefe del Likud extendió la guerra en Gaza por consideraciones políticas.
Mientras, el 68 por ciento calificó de malo el manejo de la conflagración del jefe de Gobierno y una cifra igual asegura que Israel está lejos de la victoria total sobre Hamas.
Un reciente sondeo publicado por la Corporación de Radiodifusión reveló que el 57 por ciento de los israelíes estima que Netanyahu divide al país y provoca discordias internas. Otra encuesta del Canal 12 señaló que el 66 por ciento de los israelíes aboga por el retiro del político derechista.
Días atrás, el ex primer ministro Ehud Olmert reiteró su llamamiento a la población a derrocar a Netanyahu, al tiempo que instó a poner fin a la guerra en Gaza y a convocar elecciones nacionales.